Cartagena


El Barrio Chino, entre monstruos

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ P.

01 de noviembre de 2017 12:00 AM

Miguel Salgado Padilla, el presidente de la Junta de Acción Comunal del Barrio Chino, ya tiene miedo de seguir reclamando un mejor tratamiento para su sector.

La última vez que enfrentó a los microtraficantes que aún insisten en envenenar a los jóvenes con su mercancía, un pistolero se presentó a su casa, preguntó por él y se marchó cuando le dijeron que no estaba. “Si hubiera estado, le pego un tiro”, dijo retirándose.

En realidad no es únicamente Salgado Padilla quien tiene miedo. Todos los vecinos temen que en cuanto trasladen el mercado de Bazurto, la mano arrasadora que ya se manifestó con la construcción del centro comercial Caribe Plaza se concrete aún más y haga desaparecer el barrio a punta de impuestos y servicios públicos impagables.

Es vecino de las avenidas Pedro de Heredia y El Lago; del mercado de Bazurto y de los barrios Pie de La Popa, La Quinta y Martínez Martelo.

En los últimos años unas 50 familias han vendido sus residencias, en parte por las inundaciones, ya sea por el invierno o por las subidas de marea de la Ciénaga de las Quintas, pues el Barrio Chino fue hecho por debajo del nivel de ese cuerpo de agua.

De otro lado están los vecinos que no soportaron la carestía de los servicios públicos y del impuesto predial, pero también los que no resistieron la tentación de vender sus predios por sumas exhorbitantes, que podrían ayudarlos a tener una mejor vida en las afueras de la ciudad.

No obstante, la dirigencia cívica considera que los moradores tienen a su favor un alto sentido de pertenencia, pues no tienen inconvenientes en apoyar y participar en las gestas culturales y cívicas que allí se organizan, como cuando entre todos rescataron el Callejón Carrillo, que había sido tomado por los expendios de estupefacientes y los habitantes de la calle.

“Esa es una de las consecuencias que recibimos desde que nos pusieron al lado el mercado de Bazurto. A parte de las drogas, los comerciantes compran casas que después convierten en bodegas a las que diariamente llegan camiones de grandes toneladas, que nos estorban, porque casi no caben en nuestras calles”, dicen los líderes comunales.
Asimismo, consideran que otra muestra del gran espíritu cívico de sus vecinos consiste en que, a pesar de que el barrio no tiene espacios recreativos, ni iglesia, ni casa comunal, ellos se las ingeniaron para tomar las esquinas como sitios de encuentro para actividades culturales, deportivas o cívicas.

“Otra muestra de nuestro sentido de pertenencia --insiste Miguel Salgado-- consiste en que nadie se quiere ir. Me consta que muchos de los que han tenido que vender, lo han hecho con mucho pesar y siempre que pueden vienen a visitarnos”.

Esos mismos vecinos dicen que, a pesar de los problemas de microtráfico y consumo, el Barrio Chino nunca ha tenido pandillas, aunque se den atracos callejeros o escasas muertes por sicariato, que, según ellos, los protagonistas no son nativos del sector.

Del barrio sí son los deportistas y artistas, quienes, desde diferentes disciplinas, han puesto en alto el nombre del barrio, con todo y que raras veces reciben el apoyo de las autoridades distritales.

Otros, que tampoco son originarios del barrio, se apoderan del espacio público con sus ventas del lado del San Andresito en donde ya no quedan aceras para los transeúntes, lo mismo que en los inicios de algunas calles que son propias del Barrio Chino desde hace años.

OTROS PUNTOS

No todo es pesares. Por estar inmerso entre una dinámica comercial creciente, los servicios públicos del Barrio Chino funcionan a la perfección, algo en lo que son muy celosos los grandes empresarios del entorno.

Los habitantes consideran que el barrio está siendo tomado como el basurero de la ciudad, pues son muchos los desechos que llegan diariamente a la Ciénaga de Las Quintas y a los callejones que colindan cercanamente con el mercado.

En el Callejón Carrillo está la Institución Educativa Rafael Núñez, cuya entrada carece de pavimento y son grandes los barriales que se forman tras cada aguacero.

En ese mismo callejón, un canal de aguas servidas dura años sin limpiarse, además de que no tiene plaquetas y se roba media calle.

En la avenida del Lago, los líderes comunales planean tomarse un espacio, que antes era un parque, para convertirlo en casa comunal y biblioteca.

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