Un solo comentario malo puede significarle a un hotel pérdidas millonarias representadas en la negación del pago del servicio por ser considerado de poca calidad y por la abstención que esto puede acarrear entre clientes potenciales al momento de escoger el sitio de estadía.
En esta situación, ya experimentada en ‘carne propia’ por algunos hoteleros del Centro Histórico de Cartagena de Indias, se basa la petición que hace el gremio a las autoridades distritales para controlar el ruido que generan las discotecas-bares y los negocios permanentes que funcionan en los baluartes alquilados; así como los eventos musicales que usan temporalmente las fortificaciones y plazas de la ‘ciudad vieja’.
Ricardo Rodger, del hotel Las Carretas (situado en la calle del mismo nombre, cerca a la Torre del Reloj y Plaza de Los Coches), manifestó que en varias ocasiones los huéspedes se han quejado mucho por la bulla que les invade la habitación, producto de algunas terrazas-bares que hay en los alrededores y de algunas discotecas que no tienen insonorización. Cuenta que incluso algunos visitantes han ido ellos mismos a buscar a la Policía al observar la impotencia de los empleados del hotel.
“Es lamentable porque la mala recomendación que puede hacer un huésped en este sentido no solo afecta al hotel sino la imagen de la ciudad. En nuestro caso recibimos, en las páginas web de búsqueda de hoteles, muy buenos comentarios por las instalaciones y la atención; pero hay un alto porcentaje de quejas por el ruido, que es ajeno a nuestra actividad”, comenta el empresario.
Otros empresarios, que dirigen incluso hoteles cinco estrellas, son partidarios de la misma queja, pero prefieren guardar silencio, en algunos casos, porque desean evitar enfrentamientos con los propietarios de los negocios generadores de ruido; y en otras ocasiones porque hasta ellos mismos en alguna oportunidad han sido los realizadores de eventos muy ruidosos, que han ocupado parte de las murallas.
La Escuela Taller (Etcar) tiene a su cuidado las fortificaciones de la ciudad y ello implica la administración de los alquileres permanentes y temporales que se hacen de ellas, sin embargo, no ejerce ningún control sobre el volumen de la música que debería permitírsele a estos sitios (esta es función del EPA y de la Policía); solo se limita a velar por el estado físico de los inmuebles.
Bajo la figura de ‘Aprovechamientos Económicos Permanentes’ están alquilados cuatro Baluartes, cuyos arrendatarios pagan mensualmente a la Etcar: Baluarte San Francisco Javier, $8.838.807; Baluarte de Santo Domingo, $7.641.731; bóveda del Baluarte de Santo Domingo, $423.000, y el Baluarte El Reducto, $7.641.732. Esos dineros, según la Etcar, son usados para hacer mantenimiento a las mismas fortificaciones.
Los espacios susceptibles de aprovechamiento económico temporal tienen una tabla tarifaria adoptada por el Comité de Fortificaciones.
La pregunta que muchos se hacen es si ese dinero recibido por matrimonios y fiestas está por encima de la tranquilidad de locales y turistas.
CARTAGENA, UNA CIUDAD HISTÓRICAMENTE RUIDOSA
Cartagena tiene el ruido inmerso en su cultura, dice María Angélica García Turbay, la directora del Establecimiento Público Ambiental (EPA), quien reconoce que la lucha para meter en cintura a las discotecas y bares no ha sido fácil, que en un año algo se ha hecho, pero el reto es de todos los días.
Lo mismo opina Alfonso Cabrera, director de Patrimonio del Instituto de Patrimonio y Cultura (IPCC), quien lo describe de la siguiente manera: “Aunque algunos no lo quieran reconocer, Cartagena siempre ha sido ruidosa, aquí vivimos con el síndrome del picó, creemos que para que una fiesta quede buena el 80% debe ser ruido y el 20% goce”.
¿Entonces qué hacer? Ambos funcionarios argumentan que la única manera de controlar la situación es hacer valer la ley, desde antes de otorgar los permisos para abrir negocios y de hacer eventos que en su naturaleza impliquen el uso de la música y de parlantes.
"YA NO NOS PERTENECE"
“Cartagena, al menos su Centro Histórico, ya no le pertenece a los cartageneros. Esta es una ciudad de eventos multitudinarios”, dice Cabrera. Es una ciudad cosmopolita que alberga durante todo el año a residentes de paso (turistas) que llegan de todo el mundo. Somos ‘víctimas’ de nuestro propio éxito.
“Durante 40 años hemos luchado para que la ciudad sea amada por todos y ahora que lo es, la proliferación de bares y hoteles son una consecuencia de ello. Una buena parte de los turistas llega buscando rumba y sitios de esparcimiento”, reflexiona nuevamente el funcionario.
Ante esta nueva realidad, tanto Cabrera como García manifiestan que la solución es la actualización de la reglamentación para el aprovechamiento económico y de goce del Centro Histórico; en consecuencia todas las expectativas están puestas en el Plan Especial de Manejo y Protección del Centro Histórico de Cartagena (PEMP), que entre muchos otros aspectos específica sobre el tratamiento que debe dársele a los eventos y negocios musicales.
El próximo mes la Secretaría de Planeación convocará a los ciudadanos a participar en talleres presenciales y virtuales para que hagan sus aportes a la construcción de este documento.
APRENDER A COEXISTIR
La idea no es acabar con las discotecas y bares que hay en el Centro Histórico, ni con los negocios que funcionan en los baluartes porque son actividades que también generan ganancias a la ciudad; el propósito, según María Angélica García, es que aprendan a coexistir con los hoteles y demás residentes del Centro.
La insonorización de las discotecas y bares existentes es clave y la exigencia de este requisito para las que deseen abrir, también lo es. “Es aprender que mi negocio no es más importante que el del otro; que todos cabemos en el mismo espacio si seguimos las reglas”, afirma García.
La solicitud de estos permisos previos a la apertura de un bar-discoteca tendrá que pasar obligatoriamente, después del PEMP, por las manos del Comité Técnico de Patrimonio. Su visto bueno será el único aval válido para que la Cámara de Comercio otorgue el registro mercantil.
Para los eventos y negocios musicales al aire libre temporales o permanentes como existen en cuatro de los 18 baluartes de la ciudad, se espera que haya otras normas como la utilización y distribución determinada de los parlantes a fin de concentrar el sonido en el espacio del evento y no permitir que el ruido se cuele para molestar a los vecinos.
La pronta figura de un administrador del Centro Histórico es clave para equilibrar muchas situaciones que hoy están fuera de control; por ejemplo puede servir para decidir a qué se le debe dar prioridad: a alquilar un baluarte, una fortificación o una plaza y generar dividendos a la ciudad o a mantener la tranquilidad de los residentes permanentes.
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