Cartagena


Estela Simancas: "En Cartagena no es fácil ser mujer y negra"

El nombre de la historiadora cartagenera Estela Simancas Mendoza se visibilizó en esta capital cuando asumió la dirección del “Observatorio Distrital Antidiscriminación Racial” (ODAR), pero lo cierto es que desde mucho antes había cultivado una fructífera carrera como docente de la Universidad de Cartagena y como magister en Historia de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

Además, es coautora de la investigación “Las primeras universitarias de la Universidad de Cartagena: entre la profesionalización, la docencia y la dirección de la universidad”.

El Universal dialogó con ella respecto a la mujer afrocartagenera y su movilización en su propia ciudad.

“Nos toca el triple esfuerzo”

¿Qué significa ser mujer negra en Cartagena?
--Significa doble discriminación, pues el hecho de ser mujer implica que deben vencerse las talanqueras machistas que, aún en pleno siglo XXI, siguen vigentes, aunque sea soterradamente. La otra talanquera es el racismo, que también afecta a los hombres afros, pero en las mujeres se manifiesta en la pretensión de reducirlas a la imagen erotizada y exotizada que sugiere la visión folclórica de la danza o las postales de la industria turística.

Para nadie es un secreto que Cartagena es uno de los destinos de la gran cuenca caribeña en donde más se practica el turismo sexual y, en gran parte, esa práctica está estimulada por la propagación de la imagen “mujer-negra” como atracción exótica y sensual.

Pero debo resaltar que, en cierta forma, esa perspectiva tiene su origen en la colonia como también en prácticas e imaginarios culturales de muchas familias afrocartageneras que supusieron que una buena forma de huir de la exclusión social y de la falta de mejores oportunidades  era que sus hijas se casaran con uno de esos extranjeros (europeos o norteamericanos) que visitan frecuentemente  Cartagena.

Después, la industria turística hizo lo propio con la venta de la imagen que ya mencioné, sin embargo con ello no se niegan e invalidan los esfuerzos del Distrito, la Corporación de Turismo de Cartagena y fundaciones como Renacer de combatir el turismo sexual infantil en nuestra ciudad, con fuerte presencia de nuestras niñas y adolescentes.

Pero no debe negarse que en los últimos años la mujer afro ha logrado acceder a sectores profesionales que antes le eran vedados...

--Por supuesto, pero siguen siendo pocas las mujeres que han logrado romper lo que llamamos en el mundo académico el “techo de cristal”. Es decir, esa barrera que impide que una mujer con estudios, títulos, grados, maestrías y hasta doctorados pueda ocupar los cargos directivos que les dan a las mujeres blancas siendo que ambas ostentan el mismo conocimiento y la misma experiencia laboral. Incluso, se han visto casos en los que una mujer negra tiene más conocimiento y experiencia que la blanca, pero prefieren darle el cargo a esta última.

Otras veces aceptan a la negra, pero para que le sirva de “asesora” a la blanca. O sea, le dan empleo, pero para que gane menos  haciéndole el trabajo a la blanca. Ese proceso se conoce como “racismo institucional”, que hizo una carrera profunda durante todo el siglo XIX, pues, aunque se había logrado la independencia de España y la abolición de la esclavitud, la mujer negra seguía reducida a oficios domésticos y a la informalidad sin posibilidad de acceder a estudios universitarios.

Entrado el siglo XX (1925, exactamente) es cuando se logra que una mujer, que ni siquiera era cartagenera sino extranjera y blanca, ingrese a la Universidad de Cartagena. Solo después de 1930, en el marco de los movimientos feministas yen el contexto de los gobiernos liberales, logran ingresar  nuestras mujeres, lo que permite validar a la Universidad de Cartagena como espacio de legitimación de la retórica democrática sin exclusión de género.

Pero, aun habiendo cumplido el debido proceso de profesionalización, les tocó conformarse con cargos de poca relevancia. Dicho de otro modo: a la mujer negra le toca hacer el triple del esfuerzo que haría una mujer blanca para demostrar que está capacitada para asumir un cargo directivo. En resumen: la imagen del negro subalterno sigue pesando en el imaginario racista de Cartagena.

¿Qué debe pasar para que el proceso de profesionalización se cumpla a cabalidad?
--Que el Estado diseñe una política pública con enfoque diferencial que supere la brecha tradicional entre hombres y mujeres en el proceso formativo. Eso permitiría superar el “techo de cristal”, para que las negras no solo se queden cursando carreras técnicas y tecnológicas cuando no desempeñan oficios informales, sino también educación superior para capacitarse en manejo de cargos directivos.

La mayoría de las mujeres afrocartageneras ocupan mucho más el marco de la economía informal que la formal, dado que esta última debe pasar por un proceso de escolarización que sí existe en Cartagena, pero de poco sirve si el Estado no crea la política pública que impida la discriminación y la exclusión para nuestras mujeres cuando se trate de asumir altos cargos. Por el momento hay que preguntarse el por qué de tanta desconfianza para darle un cargo de mucha importancia a una mujer negra, aunque demuestre que puede responsabilizarse.

¿Qué tan consciente está la afrocartagenera de la existencia de estas barreras invisibles?
--Aunque desde hace muy poco tiempo se han venido debatiendo abiertamente los efectos de la discriminación racial y los fenómenos de exclusión en Cartagena, creo que faltan más discusiones de fondo y mayor posicionamiento de las mujeres afros más allá de las reivindicaciones que se han logrado en términos de los derechos a la educación, al trabajo y a superar las consecuencias de violencia intrafamiliar. Creo que falta la lectura de género.

La lectura actual se refiere al empoderamiento del grupo étnico en cuanto a recuperación de la memoria histórica. Poco se discute sobre la erotización, exotización y etnización del cuerpo de las negras. Estas tres visiones son hijas del periodo colonial.

La etnización, por ejemplo, podemos verla en las mujeres palenqueras, a quienes, en el Centro Histórico, disfrazan con unos atuendos que en nada se parecen a los que ellas usan en su vida cotidiana o cuando salen a vender sus productos en los barrios de los extramuros. También vemos las grandes bodas utilizando jóvenes negras para que reciban a los invitados en la puerta de la iglesia a imitación de actitud servil en la vida cotidiana colonial. 

¿Por qué mostrar a la mujer afro solo como decoración folclórica o como objeto erótico, en vez de resaltar a las que se han profesionalizado y tenido presencia (aunque limitada) en la esfera de lo público? La ciudad ya debería superar esa lectura colonial, porque de no hacerlo se legitimaría el racismo institucional que no tiene sentido en estas épocas.

¿Cuál ha sido el papel de la academia en la lucha contra el racismo institucional?
--Por mi parte, puedo decir que la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena está empoderando a nuestras mujeres afros para que entiendan que ellas mismas pueden conquistar el terreno profesional a través de una lucha seria en cuanto su auto reconocimiento étnico, como también los esfuerzo de las mujeres transgéneros y  la Red de empoderamientos de Mujeres de Cartagena y Bolívar, entre otros.

Sabemos que ese auto reconocimiento en Cartagena tiene un peso histórico y cultural que no va a cambiar de un día para otro, empezando porque nadie quiere estar entre los que son excluidos en razón de su etnia. Pero creo que el proceso afro debe encaminarse no solo a defender al grupo sino también a lograr un enfoque de género, ya que en este terreno la discusión debe continuar en el terreno de una política pública.

Respecto a este tema, ¿cómo está Cartagena frente al resto del país?
--Está claro que el racismo lo sufre todo el país, luego entonces no podríamos decir que la mujer afro es más discriminada en tal o cual lugar. En todas las ciudades colombianas es muy raro encontrar negras que sean gerentes de bancos, de grandes centros comerciales o en los altos cargos del sector estatal.

También es cierto que en todo el país también se erotiza, se etnotiza y se folcloriza el cuerpo de las negras. Pero a simple vista podría creerse que ese fenómeno se da solo en Cartagena, lo cual no es más que uno de los efectos de la mediatización que en los últimos años ha ganado la ciudad por su condición de patrimonio histórico y por ser considerada como la segunda capital del país.

En muchas partes de Colombia, como en Cartagena, también hay negras altamente capacitadas a nivel superior, pero esa cualidad sigue siendo lo no común. Por eso insisto en que es  esa la dirección que debe tomar la discusión afro con el componente de género enfocado a una seria valoración y resignificación de  la mujer y sus roles.

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