Esperanza en el poder de la educación, perseverancia y sobre todo amor a Dios, son los pilares que caracterizan a Judith Mejía Padilla, directora de la Fundación Cristo Rey de Reyes.
Desde 1987 esta mujer de 58 años y trabajadora social, está convencida que la formación de la niñez cartagenera debe partir del temor a Dios.
Por eso hoy, más de 170 niños pertenecientes a los diferentes sectores deprimidos de Olaya Herrera, tienen un espacio en las aulas de esta Fundación. Allí, los docentes y el personal que labora, tienen como principal meta demostrarles que más allá de la delincuencia que ven a su alrededor y hasta en sus hogares, está la educación como un camino abierto hacia el progreso.
El mensaje ha sido acogido por los niños y según, Judith, el cambio en ellos ha sido evidente.
“Muchos de los estudiantes imitaban y admiraban la jerga y hasta las conductas de las pandillas de sus sectores. Eso es algo que hemos cambiado porque ellos deben ser luz para sus barrios”, dice la directora.
Ahora, los mismos estudiantes, desde los pequeños de 3 años hasta los más grandes de 10, “tienen puesta” la camiseta para renovar a su barrio y corresponder así la formación que les ha sido dada.
Pero la labor de Judith y sus docentes va más allá de las paredes de la Fundación. Conscientes de los diversos problemas que aquejan a Olaya Herrera, todas las semanas recorren los parques y las calles del barrio para compartir un mensaje de amor a los jóvenes en riesgo que frecuentan esos lugares y así, como dice, “sembrar una buena semilla en sus corazones”.
La Fundación Cristo Rey de Reyes funciona con el plan del subsidio menor y con donaciones de empresas privadas y personas particulares.
Parte de esas donaciones en especie han servido para que el sueño de Judith siga adelante: levantar una nueva generación de jóvenes en Olaya Herrera, que sea ejemplo para cambiar el rumbo de Cartagena.
Comentarios ()