Farándula


Entrevista con la escritora Pepa Roma

SERGIO VILLAMIZAR D.

09 de febrero de 2012 12:01 AM


Luego de sentir que tenía todos los elementos necesarios para iniciar la aventura de una nueva novela, la escritora y periodista Pepa Roma se instaló en su casa de Cartagena, y entre la ciudad amurallada y mirando siempre hacia el mar, empezó a escribir una historia que sucedía a miles de kilómetros de distancia de dicho lugar. El resultado fue “Indian Express”, una obra con la cual ganó el Premio Azorín 2011.
De aquellas novelas de vertiginosa lectura que le exige al lector momentos de pausa y reflexión, para no perderse detalle alguno los caminos que la propia autora propone en una historia que va más allá de una nueva mirada entre el encuentro de occidente y la espiritualidad de oriente. Pepa antes de dedicarse de lleno al mundo del periodismo y la literatura, que suelen ser profesiones que exigen mantener el equipaje listo para salir en búsqueda de la noticia, le encantaba la idea del autoaprendizaje a través del recorrido, el camino, el viaje.
Así, siendo una adolescente, emprendió en 1972 un viaje a la India, el cual le tomaría dos años, pues de allí, tomó fuerzas para recorrer buena parte del mundo, “sin un duro en el bolsillo, quedándome en albergues llenos de ratas, aprendiendo a comer barato y sabiendo dónde encontrar un trabajo para reunir el dinero y continuar con el viaje”, recuerda Pepa Roma. Todo esto sin pretensión, ni literaria ni periodística, sólo por el hecho de aprender, de vivir y experimentar, pero en especial en búsqueda del verdadero significado de la palabra libertad. “Quizás los jóvenes ahora son más pragmáticos, pero en esa época éramos idealistas, más aún en una España del franquismo opresor, por lo que buscábamos salidas de libertad. Así, la India y su promesa de liberación espiritual era muy atractiva”.
Pero las historias necesitan de tiempo y la madurez de quienes la van a narrar, por lo que fue hasta 1997 que Roma plasmó sus experiencias en dicho país oriental en “Mandala”, con la cual obtuvo el Premio Andalucía de Novela.“Siempre creí que en ella había contado todo lo que podía narrar de la India, hasta que en el 2008 volví a dicho país, y al retornar a España, me encontré con un montón de cuadernos llenos de apuntes, con inquietudes por resolver, a tal punto, que abandoné el proyecto literario en el cual venía trabajando para concentrarme en lo que ahora es ‘Indian Express’”.
Esta es una novela difícil de describir, pero de lectura tan fácil como apasionante, que en primer lugar seduce al no ser una historia más del encuentro de un occidental con el espiritualismo con marketing en el cual otras obras han venido cayendo en los últimos años.
A su regreso a casa, había una pregunta que rondaba la cabeza de Pepa Roma, qué quedaba, en la India que acaba de visitar, del país que en los sesenta y setenta que varias generaciones habían mitificado.
“Repasando los cuadernos que escribí en este último viaje, me encontré con la búsqueda de la respuesta sobre qué es lo que atrae a los occidentales a la India, y me incliné por buscarlo en el  mito que hemos creado por la literatura que hemos consumido sobre ella durante las últimas décadas”. Esto la lleva a volver al viaje de principios de los setenta, en especial a las lecturas que la acompañaron en los largos recorridos por ese inmenso país, que si hoy en día tiene problemas de transporte, hace cuarenta años solía ser caóticos los traslados de población a población. Entre viajeros, todo es circular, y más los libros, por lo que Pepa recibió de un iraní el libro “El filo de la navaja” de William S. Maugham. Una historia sobre Larry, quien llega a la India en la búsqueda de la sabiduría, en un aprendizaje sobre el interior y el exterior del ser humano.
“Ha sido la oportunidad de poder comprender las diferentes etapas de la literatura de ese país en las últimas décadas, junto a obras desde occidente viendo y viviendo la India. En los sesenta y setenta una literatura concentrada en la espiritualidad, pero más como fenómeno colectivo que individual. Luego su paso por la etapa costumbrista, social y psicología, en especial con el duro golpe de la llegada de la modernidad, donde se sentía que la espiritualidad ya no formaba parte de ese mundo”.
Y agrega Pepa Roma: “Pero no hay que ser pesimistas, al contrario, en los últimos años, en especial el trabajo de autoras, se ha empezado a rescatar la espiritualidad dentro de la vida cotidiana de hoy. Ya no se habla tanto de religiones ni procesos de masas, es una visión, como debe ser, de experiencia directa de la realidad interior, lejos de la espiritualidad santurrona que llegamos a observar. Ahora es un camino más íntimo y personal. Lejos de la comercialización de la espiritualidad que se hizo para occidente”.
La primera sensación que tuvo Pepa al llegar a la India, en los años setenta, fue la querer salir lo más rápido posible de allí. Se preguntaba qué la había llevado ha realizar un camino tan largo para encontrarse en medio de una pobreza extrema, en un lugar olvidado de Dios. Pero con el pasar de los días, su visión fue cambiando para lograr ver más allá de esa horrible realidad, y ver, lo que para ella es la belleza y profundidad que sostiene a ese pueblo: su espiritualidad completamente arraigada a su cultura.
Cerca de 36 años más tarde, a su regreso, llegando en vuelos repletos de turistas occidentales, muchos de ellos vapuleados por el demonio contemporáneo llamado estrés, y buscando la desaceleración de la vida, se encontró una India moderna, que basa su frenética búsqueda de convertirse en potencia mundial teniendo como sedimentos la miseria de buena parte de su población. “Es una completa exhibición de riqueza y lujo, una India material con los tintes espirituales de su pasado.
Eso sí, en búsqueda de esconder la pobreza. Y ahí volvió la pregunta: qué quedan de las utopías que vivimos, cómo han cambiado y qué queda de ellas. Dónde está el imaginario colectivo que ha estado en occidente durante casi cien años”. Así, aparecieron Lola y Che, dos mujeres que se conocen hace cuatro décadas, quienes han vivido interminables noches de fiesta en la Barcelona, las utopías de mayo del 68, el Londres de los hippies y de la psicodelia. Pero, vuelve la misma pregunta, ahora desde lo íntimo de una relación de amigas: Qué ha ocurrido con todo aquello en el que ellas creían. Con ello, Pepa logra abordar dos temas que le han interesando desde tiempo atrás.
Además de la India, lo que ha sucedido en el universo, y en ocasiones en el infierno, de la amistad femenina, al situar a dos mujeres maduras, que por diversos motivos buscan recuperar la amistad de juventud en un mundo que cada vez es más materialista. “Hay algo claro en la sociedad actual que vivimos. Mujeres profesionales que quedan solas después de los 45 años, como exigen demasiado de un hombre, sienten que no lo van a encontrar, mitifican la amistad entre mujeres. Pero cuidado, que el feminismo nos mintió, esa idea de la llegada al poder de las mujeres para hacer un mundo más solidario es falsa, porque las mujeres somos más competitivas entre sí, por lo que podemos llegar a ser más implacables entre nosotras”.
Eso queda claro en la relación entre Lola y Che, quienes emprenden el viaje por la India, con una amistad de años, y que por el tiempo parece sólida, pero no es más que una cortina de humo, hay muchas heridas mal curadas con un dolor que no desaparece, que se va acumulando y suele estallar de la peor forma. “Eso es lo que me gusta de los hombres, que suelen ser más directos y a veces estallan con un grito, una palabrota, pero luego se calman y siguen siendo amigos. Las mujeres se guardan las cosas y ahí nace el poso de resentimiento y rencor que luego nadie lo detiene”, finalizó Pepa Roma.

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