Zara Philips, nieta de la reina Isabel II de Inglaterra, se casó este sábado por la tarde en Edimburgo con el jugador de rugby Mike Tindall, aunque la segunda boda del año en el seno de la familia real británica se celebró esta vez a puerta cerrada, lejos de las cámaras y los fastos del enlace de Guillermo y Catalina.
El hecho de que la ceremonia fuese cerrada al público y a la prensa no desanimó a los curiosos, algunos de los cuales hicieron guardia desde las 05H00 de la mañana para poder ver a la familia real, sobre todo a Guillermo y Catalina, que fueron los más aplaudidos, y a las principales estrellas del rugby del país.
Cientos de curiosos, agitando la bandera del Reino Unido, saludaron con vítores la llegada de la limusina en la que viajaba la novia (a las 15H00 locales, 14H00 GMT) a la pequeña iglesia de Canongate Kirk, en el barrio histórico de Edimburgo, bajo el sonido de las tradicionales gaitas.
Antes de que las puertas del templo se cerrasen, los presentes tuvieron el tiempo justo de ver un largo vestido clásico de color blanco marfil y una diadema que coronaba la cabeza de la que durante mucho tiempo fue considerada la rebelde de la familia real y que, durante su adolescencia, osó llevar un “piercing”.
El novio, de nariz rota y ancho como un frigorífico, vestía un elegante chaqué, rompiendo los pronósticos de aquellos que habían apostado a que llevaría un “kilt”, la falda típica escocesa. Su testigo, el jugador Lain Balshaw, presentaba un ojo amoratado, un recuerdo de un accidente de moto sufrido hace apenas dos semanas en Francia.
Zara, de 30 años, hija de la princesa Ana y 13ª en la línea sucesoria de la corona británica, dio el “sí, quiero” a Mike Trindall, estrella de rugby de 32 años, con quien comparte su vida desde hace siete años, tres meses después de la boda de cuento de hadas de su primo, el príncipe Guillermo, heredero de la corona.
La pequeña iglesia de Canongate Kirk, parroquia oficial de la Reina en Edimburgo, no puede compararse a la imponente abadía de Westminster, en Londres, donde se celebró el pasado 29 de abril la boda de Guillermo y Catalina, que fue seguida por cientos de periodistas, un millón de personas en las calles de la capital británica y por 2.000 millones de telespectadores.
Zara, conocida por su independencia y su testarudez, deseaba una boda fiel a su imagen, más simple y más íntima que la de sus primos, “sólo con amigos cercanos y la familia”, es decir, apenas unos cientos de invitados, lejos de los 1.900 que acogió Westminster.
La princesa Zara, que al igual que su ya esposo es una reconocida deportista y una experimentada amazona, ha decidido mantener su apellido de soltera, por el que es conocida en las competiciones deportivas, rompiendo así una tradición de la familia británica.
Tras la ceremonia, los novios aparecieron brevemente para que pudieran ser fotografiados y recibir una ovación de la plebe, antes de trasladarse a Holyroodhouse, la residencia en Escocia de la reina Isabel II, situada muy cerca de la iglesia, para la recepción y posterior cena.
Farándula
Nieta de la reina Isabel se casó con jugador de rugby
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