Farándula


Joe Arroyo, el "Centurión" de la noche más cartagenera

EL UNIVERSAL

26 de mayo de 2011 04:16 PM

Hoy Joe es noticia no sólo porque esté enfermo en una la Clínica La Asunción de Barranquilla sino porque desde el próximo lunes el Canal RCN estrenará una serie inspirada en su vida, la cual desde ahora se perfila exitosa.

 

Por eso se recuerda a este hijo de Cartagena, al tiempo que se hace eco de todos los votos que se realizan para que el cantautor culminé el tratamiento que cuida su estrés emocional, y así proyecte su potente voz y arte tan necesario para que todos sigan bailando.

 

EL CENTURIÓN
A continuación retomamos una biografía de Joe Arroyo publicada por Discos Fuentes.
Álvaro José Arroyo González, de 56 años, comenzó su carrera musical a los ocho años cuando cantó en un local bailable de su ciudad natal, Cartagena de Indias.
Su primera presentación la realizó en el colegio Santo Domingo. Mincho Anaya, profesor de piano y director del conjunto que tocaba en el hotel Americano, fue quien lo llevó a cantar durante cuatro años al barrio Tesca, ubicado en la zona de tolerancia de Cartagena.
Así se produjo su paso al bajo mundo, donde se convirtió en su ídolo.
En entrevista con Mauricio Silva, periodista de la Revista Cambio, recuerda aún que en las tardes, mientras coreaba sus primeras letras, tenía que cargar latones llenos de agua.
Era ésa la época en que se le conocía como el cantante del tarro, porque metía la cabeza entre las latas y así entonaba sus cantos para auto escucharse.
Para ayudar a su madre, cantaba en burdeles hasta la madrugada, y, a las siete de la mañana, lo hacía en el coro del colegio de curas, en el que estudiaba. Hasta que se descubrió el pastel y fue expulsado.

 

SU PRIMERA ORQUESTA
A principios de los años setenta, dejó de cantar en el barrio Tesca debido a la oportunidad de trabajar en una nueva orquesta que se estaba organizando en Barranquilla, dejando el colegio donde cursaba cuarto grado de bachillerato.
Abandonó a su madre, pero sus pasos llegaron hasta Galapa, un pueblo del Atlántico en donde vivía el director de la orques-ta La Protesta de Colombia, Cástulo Boiga.
Su madre demandó al director por sonsacar un menor de edad y la situación sólo volvió a la normalidad cuando Joe Arroyo le expresó con firmeza que su futuro estaba en la música y en la fama. Los sueños de su madre, de ver a su hijo graduado como abogado, se habían esfumado.
Empezaron a trabajar en Puerto Colombia, en el balneario El Escorpión de Salvador Pasos. Allí fue su primer encuentro con Julio Ernesto Estrada, Fruko, el hombre que inició con éxi-to el movimiento de la salsa en Colombia.
Por coincidencia Fruko estaba buscando un vocalista para su orquesta los Tesos, ya que no había logrado un acuerdo econó-mico con «Píper Pimienta».
Joe Arroyo viajó a Medellín y grabó una obra de Isaac Villanueva, El ausente, la cual se publicó en el álbum Fruko el bueno y apareció en el mercado en 1973. Regresó a Barranquilla para continuar trabajando con La Protesta, pero por poco tiempo, pues por el éxito nacional de El ausente lo contrataron como vocalista líder de Fruko y sus Tesos.
Se radicó en Medellín y con esta agrupación empezó a viajar. De esa época son algunos de los temas más populares, como Cara de payaso, Lloviendo, El caminante y Tania, la primera canción de su autoría que grabó con Fruko. En su entrevista con Mauricio Silva narró este momento, cuando le preguntó por sus primera composiciones:
Luego del éxito logrado con Fruko y sus Tesos, algunas de las orquestas más importantes de Colombia quisieron contar con su excepcional voz. Entre ellas The Latin Brothers, con la que consiguió éxitos como Dos caminos y Patrona de los reclusos, y la orquesta Los Líderes, con la que sobresalió con cancio-nes como Los barcos en la bahía.

 

ÉXITO
Durante la década de los setenta Joe Arroyo se convirtió en la figura más solicitada de Colombia, pese a su juventud y gracias a su espectacular registro vocal, que lo llevaría a ser uno de los personajes más interesantes de la salsa moderna.
En 1981 fundó en Barranquilla su propia orquesta, La Verdad, y se dedicó a viajar por el mundo. Recuerda que desde 1980 había decidido organizar su orquesta y se lo comentaba continuamente a Fruko y a los músicos que lo acompañaban. Pasó un año y el proyecto no se concretó. Por tal razón sus compañeros le molestaban la vida, le decían que la orquesta de-bía llamarse La Mentira, ya que la anunciaba todo el día y hasta el momento no pasaba nada.
Con La Verdad grabó canciones propias y ajenas y en la década de los ochenta se convirtió definitivamente en uno de los intérpretes más importantes de la música latina en Colombia, consiguiendo el reconocimiento absoluto del mundo de la salsa, que en estos años se estaba inundando de artistas y sonidos de Nueva York, Miami, Puerto Rico y República Dominicana, preferentemente.

 

PREMIOS
Ejemplo de ello es que participó en todos los grandes eventos del mundo latino: Carnaval de Barranquilla, Festival de Salsa de Nueva York y Festivales de jazz en Bruselas y París, son comunes y constantes en su agenda artística.
La lista es impresionante: Discos de Oro, una Torre de Oro en Cartagena, un Caracol de Oro en el Gran Festival de Música del Caribe y sus Congos de Oro, después de los cuales fue de-clarado fuera de concurso, son un claro ejemplo.
Con su orquesta La Verdad, su primer acercamiento al Festival de orquestas del Carnaval de Barranquilla fue en 1982. Ya había publicado dos álbumes, ambos presentados al público en 1981: el primero se llamó Arroyando, en el que apareció su tema Carnaval, y el segundo se tituló Con gusto y gana, del cual surgió el éxito Bolobonchi obra con la que Joe Arroyo obtuvo el segundo lugar en el Festival en ese 1982.
En 1983, su salud se deterioró en grado sumo por un problema de tiroides y cierto abuso con la rumba... vivió meses angustiosos y el mundo artístico temió por su pérdida. Pasada esa durísima época volvió a ser quien era, multiplicando su carrera en todos los sentidos. Ejemplo de ello es que consiguió seis Congos de Oro consecutivos, el primero en 1984, gracias a su éxito Amanecemos sí, de su álbum Actuando, la tercera produc-ción musical de su carrera con su propia orquesta La Verdad.

 

IMPACTO EN BARRANQUILLA
En 1985 consiguió su segundo Congo gracias a éxitos como Rosa Angelina, El palo y Tania, éxitos de su lanzamiento Hasta amanecé. En 1986 sumó su tercer premio en el Festival de or-questas del Carnaval con Tumbatecho, el éxito de su álbum Me le fugué a la candela. En 1987 publicó su álbum Musa original y allí apareció el tema Rebelión, el mismo que le brindó su cuarto título en el Carnaval.
Con Son apretao de su producción Echao pa´ lante logró su quinto reconocimiento en 1988, y en 1989, el sexto Congo de Oro lo ganó gracias a éxitos como La noche y En Barranquilla me quedo que aparecieron en su trabajo Fuego en mi mente.
En este mismo álbum también publicó “A mi Dios todo le debo” y fue gracias a su impacto en Barranquilla que los directi-vos del Festival del Carnaval decidieron crear un premio nuevo, porque parecería tonto volverle a entregar un Congo de oro a Joe Arroyo. En febrero de 1990 fue galardonado con el Súper Congo de Oro y declarado fuera de concurso.
Sarmiento Coley en su artículo Entre Barranquilla y Joe hay un amor eterno, el cual publicó en El Heraldo, narró la siguien-te anécdota: “... se ganó el trofeo en el concurso Mundial de la Salsa en el Madinson Square Garden de Nueva York. El empre-sario Ralph Mercado le advirtió que tenía que tocar sólo salsa, pues: –si sales con tus discos de verbena carnavalera, te tiran la-tas vacías. Joe salió juicioso con los tres primeros temas salseros, pero el cuarto tema fue el sabroso fandango A mi Dios todo le debo. Contrario a las predicciones de Mercado, todo el coliseo cantó y bailó el disco con el Joe. La gente lloraba y le sacó pa-ñuelos. Lo bajaron en hombros y por eso ganó el concurso”.

 

SU VOZ
La crítica de música latina y caribeña, Daisann McLane, escribió, para la edición del periódico The New York Times del domingo 6 de mayo de 1990, un artículo sobre las nuevas gene-raciones de la música de este lado del continente.
La sobresaliente voz de Joe Arroyo es la que mantiene cautiva a la audiencia internacional. Arroyo, poderoso tenor lleno de espíritu, podría cantar tranquilamente en cualquier iglesia de negros de Estados Unidos, al lado de Al Green. Las misas en iglesias de negros estadounidenses se caracterizan por unos coros fuertes y rítmicos.
Cuando canta a capella, como lo hace en la canción A mi Dios todo le debo, Arroyo levanta literalmente a sus oyentes.
Privilegiado en su voz, rumbero desde niño en calles y salones de baile, mantiene la esencia de la música afrolatina aña-diéndole la sabrosura de los tiempos que le ha tocado vivir. Apasionado de Ismael Rivera y Benny Moré, admirador de Richie Ray y Bobby Cruz, su música es definida como tremenda, caliente y tropical.
De sus canciones expresó que son pequeños dramas que él se inventa. Dice: “No he tenido la suerte de ser escritor, para mí es una satisfacción hacer del tema de la rebelión una canción que abarca cuatro o cinco minutos y que dice mucho de lo que pasó siglos atrás con nuestro pueblo”. Joe Arroyo compone de boca, no sigue ningún patrón musical. 

Él dice: “Toca pum pum al tamborista y el sonido sale”.

Por último expresa que quiere explorar todo aquello relacionado con el folclor africano y retomarlo en la cultura del Caribe: “la sangre me llama...” En Discos Fuentes logró crear 20 años de música que hoy son indiscutiblemente un tesoro para el folclor nacional.
A Mauricio Silva, el periodista de la Revista Cambio, le contó su afición por los carritos de juguete, las cachuchas y los helados de Coca-Cola.

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