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¿Qué pasó en la prisión?

EL UNIVERSAL

17 de febrero de 2012 12:01 AM

Con tapabocas para soportar el olor de la descomposición de los cuerpos, fiscales, policías y bomberos hondureños trabajan en lo que quedó de la cárcel incendiada de Comayagua donde murieron 355 reos, en la recolección de indicios y atención de más de 400 sobrevivientes.Tras levantar y enviar todos los cadáveres en contenedores refrigerados a la Morgue de Tegucigalpa, expertos de la Fiscalía se internaron en la zona de celdas de los cinco de los diez módulos que ardieron en fuego entre la noche del martes y madrugada del miércoles.
“Se buscarán detalles de qué pudo haber dado origen al incendio”, por lo que las tareas de remoción de los escombros aún no inicia, dijo a la AFP un fiscal, que pidió el anonimato.
Un comisario de la policía, que se identificó con su apellido Rico, afirmó: “Las evidencias de lo que sucedió deben estar ahí, se habla de un cortocir-cuito pero no sabemos cuál fue la causa”.
A unos metros de las celdas consumidas por el fuego, las que no quedaron afectadas albergaban a los presos que se salvaron, quienes esperaban ser trasladados a un espacio abierto contiguo a la prisión, cercado con malla metálica y alambre de púas para evitar fugas.
Allí serán llevados mientras un camión cisterna de los bomberos, que permanece apostado en el potón del penal, comienza a lavar las celdas para prevenir enfermedades.
Algunos reos en fase de confianza, que pueden salir de sus celdas, ayudaron en la tarea de limpieza en la zona exterior del penal, lleno de guantes de latex usados por los soldados que en la noche del miércoles se encargaron de subir los cuerpos a los camiones refrigerados.

Piden información
A unos 500 metros de la entrada del penal, en un portón perimetral, unos 100 familiares de los sobrevivientes rogaban a los policías por informa-ción. Algunos decían que su familiar no aparecía en los listados de vivos o muertos.
“Ahí adentro deberían estar vivos dos sobrinos, pero no lo sé. Es duro estar ahí adentro donde uno sobrevive porque Dios lo permite, ahí las condi-ciones de encierro son inhumanas”, aseguró Calixto Mejía, de 54 años y quien en 2004 terminó de purgar 10 años en la cárcel de Comayagua por herir y robar a una persona.
Rosa Rodríguez, de 36 años, pedía llorando que alguna autoridad le dijera algo de su esposo, quien apenas tenía ocho días de estar en la prisión. “Aquí nadie dice nada, todos se quedan callados, no sé si está muerto o vivo. Ya no soporto esta angustia”, dijo con voz temblorosa a la AFP.
Las autoridades aún discuten si será necesario trasladar a otra cárcel a los sobrevivientes. De los 852 presos -el doble de la capacidad del presidio-, 355 murieron, 20 son atendidos en los hospitales y 477 están adentro, según el Ministerio Público.
Cerca de la cárcel, ubicada sobre una importante carretera que conecta a Comayagua con Tegucigalpa y San Pedro Sula -segunda ciudad-, los pobladores aún no salían de la conmoción.

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