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Bradley Manning, un joven soldado de compleja personalidad

AFP

30 de julio de 2013 03:10 PM

Rubio, de pelo corto, con un rostro de adolescente y de anteojos finos, el ex militar de 25 años, oriundo de Oklahoma (sur) no da precisamente la impresión de ser uno de los más célebres “whistleblowers” (responsable de fugas) de la historia de Estados Unidos. 
Sin embargo, entre noviembre de 2009 y mayo de 2010, este ex analista de inteligencia telecargó y luego envió al sitio en internet Wikileaks miles de documentos clasificados del gobierno estadounidense sobre las guerras de Irak y Afganistán y 250.000 telegramas del Departamento de Estado. 
La “fuga” del siglo provocó un terremoto en la diplomacia mundial y la ira de la primera potencia mundial. 
Un peso duro de sobrellevar para el joven Manning, quien en 2007 ingresó al ejército luego de una infancia pautada por los insultos de sus compañeros, sea por su aspecto de “intelectual” o por su homosexualidad.  
Su abogado David Coombs --quien defendió su inocencia de los cargos de espionaje, fraude informático o complicidad con el enemigo- aseguró en su alegato final que Manning no era un traidor, como lo afirmaba la fiscalía, sino simplemente “un joven, ingenuo y bien intencionado” impactado por lo que vio en Irak. 
La fiscalía lo describió, por el contrario, como “un ser egoísta y temerario”, consciente de que al transmitir los documentos a Wikileaks éstos podrían ser vistos por los enemigos de Estados Unidos, en primer lugar Al-Qaida.

Durante audiencias preliminares del proceso, testigos del gobierno aludieron en un primer momento a Manning como una persona “deprimida”, “ansiosa”, “sujeta a crisis de pánico”, mencionando incluso su mutismo, su sonambulismo y su “pérdida de referencias sexuales”.  
Miembros del personal de la prisión de Quantico (Virginia, este) --en la que Manning permaneció recluido durante nueve meses-- contaron episodios en que el joven lamía los barrotes de su célula mientras dormía, lloraba mientras se golpeaba la cabeza con sus dos manos o hacía muecas al mirarse al espejo, intentando justificar la decisión de las autoridades de mantenerlo en un régimen de detención ultrasevero reservado a los suicidas. 
La defensa, en cambio, negó siempre que Manning fuera un suicida. Su abogado David Coombs señaló que el sueño de su cliente era “ir a la universidad, trabajar en el servicio público y tal vez, algún día, ser candidato” a un cargo electivo.  
Difícil establecer cuál de estos retratos se acerca más a la verdad. 
Durante el proceso, Manning no se expresó, pero cuando tomó la palabra durante una audiencia preliminar en Fort Meade, en noviembre de 2012, no manifestó ningún arrepentimiento por sus actos y denunció con tono firme sus condiciones de detención. 
En febrero, este apasionado de geopolítica y tecnologías de la información justificó sus actos por el deseo de “provocar un debate público sobre las fuerzas armadas y la política exterior de Estados Unidos”, y subrayó su certeza de que la difusión de los documentos que había filtrado “no causaría ningún daño” a la seguridad nacional.  
Según Jeff Paterson, integrante de su comité de apoyo, Manning “podría haberse identificado con los pueblos de Irak y de Afganistán”, en parte porque “siente las mismas cosas en tanto que miembro de una minoría tratada injustamente”.
 

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