El batir de tambores llamó a los fieles a reunirse temprano la mañana del domingo para asistir a misa entre pilas de escombros, vitrales destruidos y las pocas paredes que quedan de la catedral de Puerto Príncipe. "¨Por qué agradecemos a Dios? Porque estamos aquí", dijo el sacerdote Eric Toussaint. "Decimos: 'Gracias, Dios'. Lo que pasó es la voluntad de Dios. Estamos en las manos de Dios". Mientras Toussaint daba su sermón a un grupo reducido de feligreses en una escena apocalíptica, socorristas en diferentes partes de la capital luchaban en medio del hedor de los cadáveres para rescatar a un número cada vez menor de sobrevivientes enterrados entre escombros de edificios. Cientos de miles de personas seguían aguardando que les llegara algo de comida y agua a cinco días del terremoto de magnitud 7 del martes. El descontento crecía respecto de los intentos de hacer llegar ayuda al aeropuerto pequeño, dañado y congestionado de la capital _que controlan las fuerzas estadounidenses_ y desde allí a los damnificados en la ciudad. Médicos Sin Fronteras dijo el domingo que se le negó permiso para aterrizar a un avión de carga que traía un hospital de campaña y que debió desviarse a la República Dominicana, por lo que el centro asistencial demorará 24 horas más en estar listo. El secretario general de Naciones Unidas Ban Ki-moon, que partió hacia Haití, calificó al terremoto como "una de las crisis más serias en varias décadas". "Los daños, la destrucción y la pérdida de vidas simplemente son abrumadoras", dijo. Nadie sabe cuánta gente murió por el sismo. El gobierno de Haití ya recuperó unos 20.000 cadáveres, sin contar los que recogieron otras organizaciones o los deudos, dijo el primer ministro Jean-Max Bellerive a The Associated Press. La Organización Panamericana de Salud dice que entre 50.000 y 100.000 personas murieron. Bellerive dijo que 100.000 "parecería ser el mínimo". En la catedral, ancianas con rosarios en las manos rezaban por la intervención de Nuestra Señora de la Asunción, cuyo nombre lleva el templo de 81 años. Los rayos del sol se colaban entre los pocos pedazos restantes de los vitrales de la catedral, mientras un cadáver en descomposición yacía en la entrada principal. Una mujer, al parecer con problemas mentales, comenzó a predicar por su cuenta: "¨Dónde está nuestra justicia? Ahora el palacio de la justicia se derrumbó... Todos estamos infectados por enfermedades. El fin está cerca". En medio de las privaciones, algunos recurrieron a los saqueos, lo que enfureció a quienes custodiaban sus pocas pertenencias. Residentes del barrio Delmas capturaron a dos presuntos saqueadores, los ataron entre sí, los golpearon y arrastraron por las calles. Ambos murieron, según constató una periodista de AP. Una cuadrilla estadounidense rescató a una mujer de entre los escombros de un edificio universitario, donde permaneció atrapada durante 97 horas. Otra cuadrilla pudo darles agua a tres personas cuyos gritos se escuchaban desde las ruinas de un supermercado de varios pisos. La madrugada del domingo, socorristas rescataron a Nadine Cardoso, dueña del destruido Hotel Montana, de 62 años, deshidratada pero sin lesiones. Entre los aplausos de la gente, la bajaron en camilla con una cuerda por sobre una montaña de escombros, doce horas después de haberla encontrado. "Es un pequeño milagro, ella es una mujer dura. Es indestructible", dijo su esposo Reinhard Riedl al enterarse de que estaba viva. El rescate fue agridulce para la hermana de Cardoso, Gerthe, cuyo nieto de siete años debió ser abandonado cuando una réplica cerró el espacio entre los escombros donde se pensaba que estaba. "No podemos tenerlos a los dos", dijo luego que su hermana fue rescatada. Ban Ki-moon dijo que la ONU ya alimentaba a 40.000 personas y que en un mes esa cifra debería llegar a dos millones. La ONU perdió al menos a 40 empleados, incluidos el jefe de misión tunecino Hedi Annabi y el subjefe brasileño Luiz Carlos da Costa, y cientos seguían desaparecidos. "Esta es la pérdida más grave y más grande en la historia de nuestra organización", dijo Ban. Florence Louis, embarazada de siete meses y con dos hijos, era una de miles de haitianos que concurrieron a una entrada de la barriada de Cité Soleil, donde trabajadores del Programa Mundial de Alimentos de la ONU repartían galletas de alto contenido energético por primera vez. "Es suficiente, porque no tenía nada", dijo Louis, de 29 años, con cuatro paquetes en sus manos. El gobierno haitiano estableció 14 puntos de distribución de alimentos y otros materiales y helicópteros estadounidenses buscaban lugares para instalar otros. Los grupos de asistencia abrieron cinco centros de salud de emergencia. Equipos vitales, como purificadores de agua, comenzaban a llegar desde el extranjero. En un campo de golf en una colina, desde el que se aprecia la capital arrasada, unas 50.000 personas dormían en un campamento improvisado. Paracaidistas de la 82da División Aerotransportada de Estados Unidos instalaron una base para entregar agua y alimentos. Mientras los equipos de asistencia enfrentaban obstáculos en el terreno, la secretaria de Estado estadounidense Hillary Rodham Clinton visitó Haití y prometió más ayuda de su país. El presidente Barack Obama se reunió con sus antecesores George W. Bush y Bill Clinton en Washington y pidió a la población que haga donaciones. En la catedral, el sacerdote Toussaint contó cómo sobrevivió, casi por milagro. "Vi la destrucción de la catedral por esta ventana", dijo, en lo que queda de la oficina de la arquidiócesis. "No estoy muerto porque Dios tiene un plan para mí". Otros, sin embargo, se mostraban enojados. "Es una catástrofe y fue Dios quien nos la envió", dijo Jean-Andre Noel, un técnico informático de 39 años. ___= Los periodistas de The Associated Press Tamara Lush, Jennifer Kay y Kevin Maurer en Puerto Príncipe; Danica Coto en San Juan, Puerto Rico; Bradley Brooks en Sao Paulo; Frank Jordans en Ginebra y Libby Quaid en Washington contribuyeron a este despacho.
Mundo
En Haití continúan los rescates, mientras miles esperan agua y comida
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