Un joven tunecino se encuentra en estado “crítico” este martes después de haberse inmolado con fuego en la avenida Habib Bourguiba del centro de Túnez, un acto simbólico ya que la revolución tunecina de 2011, la primera de la Primavera Árabe, comenzó con la inmolación de un vendedor ambulante desesperado.
Este nuevo acto desesperado se produce además el día en que el nuevo primer ministro, el islamista Ali Larayedh, y su gabinete solicitarán la confianza de los diputados de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
El joven, un vendedor de tabaco de unos veinte años, según varios testigos, se inmoló gritando “Aquí está la juventud que vende cigarrillos, esto es el desempleo”.
“Dios es grande”, añadió, prendiendo fuego a su cuerpo frente al teatro municipal, en la avenida Habib Burguiba, una arteria de Túnez y centro neurálgico de la revolución de enero de 2011.
El portavoz de Protección Civil tunecina, Mongi Khadhi, citado por la agencia oficial TAP, afirmó que la víctima se llama Adel Khadri.
Los transeúntes se abalanzaron sobre el joven para intentar apagar el fuego pero su piel ya estaba calcinada, presenció una colaboradora de la AFP.
El hombre estaba consciente pero era incapaz de moverse cuando los equipos de socorro lo trasladaron al hospital de Ben Arous, en los suburbios de Túnez.
“Su estado es crítico, comienza a sentir dolor. Vamos a anestesiarle, sólo sus pies están indemnes”, afirmó una fuente hospitalaria a la AFP que no quiso revelar la identidad del joven.
Según esta fuente, la víctima dijo que estaba enferma pero no tenía acceso a la atención médica.
La avenida Habib Bourguiba, capital de la revolución de 2011, es el eje central de Túnez, con aceras llenas de terrazas donde los tunecinos se ganan la vida vendiendo cigarrillos por unidad, jazmines o pequeños objetos decorativos.
Según la agencia TAP, que cita a testigos, el joven era un vendedor ambulante del barrio de Moncef Bey al que los policías habrían impedido trabajar en la calle.
En Túnez se produjeron varios casos de inmolación con fuego durante y después de la revolución de enero de 2011, que se desencadenó el 17 de diciembre de 2010 cuando el joven vendedor ambulante Mohamed Bouazizi se inmoló en Sidi-Bouzid (centro), abrumado por la miseria y el acoso policial.
Las dificultades económicas y sociales fueron la mecha que encendió la revuelta que hizo caer el régimen de Zine El Abidine Ben Ali. Pero dos años después, el desempleo y la pobreza siguen minando a Túnez.
Las huelgas y las manifestaciones se multiplicaron durante los últimos meses y con frecuencia degeneraron en violencia. Al final de noviembre, unas 300 personas resultaron heridas en una semana de enfrentamientos con la policía en Siliana (noroeste).
Además el país sufre una profunda crisis política agravada por el asesinato, el 6 de febrero, del opositor Chokri Belaid, cuya muerte impulsó la caída del gobierno dirigido por el partido islamista Ennahda.
Cuando ya han transcurrido más de dos años desde la revolución, Túnez sigue sin Constitución y sin instituciones estables, y sacudido regularmente por oleadas de violencia.
La economía se resiente y las inversiones se paralizan, afectando sobre todo al turismo, un sector estratégico del país, que pese a todo logró salir de la recesión con un crecimiento de 3,6% en 2012.
El desempleo sigue siendo muy alto (alrededor del 17%), sobre todo entre los jóvenes con diploma, y las desigualdades entre regiones son abismales.
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Un hombre en estado crítico después de inmolarse en el centro de Túnez
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