La doctora en derecho Julieta Lemaitre no sabe lo que es vivir sin enseñar. Lleva casi 30 años dedicada a la academia y la investigación, pero el año pasado decidió aplicar a la convocatoria de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y a principios de semana fue posesionada en la sala de Reconocimiento de verdad, de responsabilidad y determinación de los hechos y conductas, la primera puerta a la que llegan los casos que competen a la JEP.
A su lado hay otros cinco magistrados elegidos, como ella, por un comité de escogencia y que se encargan desde esta semana de recibir los informes de los diferentes entes para priorizar la gravedad y representatividad de los delitos ocurridos durante el conflicto, así como el grado de responsabilidad.
¿Por qué dar el salto de la academia a la JEP? La clave está en su trayectoria, gran parte de la cual se ha dedicado a estudiar y teorizar sobre la defensa de los derechos y la forma como el pueblo colombiano se resiste a la violencia con las leyes en la mano.
Así empezó todo
Abogada de la Universidad de los Andes, maestra en Religión y Género y doctora en Derecho de la Universidad de Harvard, Julieta Lemaitre hizo su tesis doctoral sobre la coexistencia en Colombia entre el derecho y la violencia.
En la entrevista que hizo en el comité de escogencia, Lemaitre explicó cómo llegó a este tema, que ha ocupado gran parte de sus investigaciones: “La pregunta constante de mis profesores en Harvard era cómo era posible que una persona como yo creyera tanto en el derecho, en los derechos humanos, viniendo del país del que venía”, eran finales del siglo XX y el recrudecimiento de la violencia en el país parecía cada vez más incontrolable, precisamente de ahí sacó la idea para entender mejor el conflicto desde las poblaciones afectadas.
Sus investigaciones la llevaron a concluir que los movimientos sociales en Colombia insisten en la fe en los derechos humanos y las leyes porque eso les brinda una satisfacción, un fetiche. “Es algo independiente a si en la práctica la gente cree que se le van a garantizar sus derechos, pero es un placer emocional que va en afirmar la dignidad humana y en negarse rotundamente a ser tratados como seres sin derechos”, explicó la magistrada a El Universal.
La fe en los derechos
Ese estudio también la llevó a conocer experiencias excepcionales en plena expansión paramilitar. “Cuando los paramilitares empiezan a subir al norte, varios pueblos de pocos habitantes campesinos hacían pendones en los cuales aseguraban estar protegidos por el Derecho Internacional Humanitario, ¿cómo podían saber eso si estaban aislados en la selva?, ¿cómo podían afirmarlo de esa manera, con tanta seguridad de que el derecho podría protegerlos?”. Para Lemaitre, esos casos se convirtieron en ejemplos del poder que infunda el derecho en quienes son vulnerados por la violencia.
¿Tiene Julieta Lemaitre esa misma fe que las personas a quienes estudió? “Creo que al igual que la mayor parte de las personas que conozco, es una fe ambivalente, no es una fe religiosa que no tiene dudas; conocemos las limitaciones del derecho, no creemos que el derecho vaya a resolver los grandes poderes, pero al mismo tiempo que sabemos eso nos emocionamos y alegramos por los triunfos y la afirmación de los derechos”.
Conocer los derechos es clave
Esa ambivalencia que Lemaitre dice compartir es según ella una de las semillas para que en Colombia se cumpla el objetivo del proceso de paz con las Farc. “Realmente una de las cosas que posiblemente hagan que este país salga de la intensa y larga guerra es que las personas comparten el referente cultural de los derechos, no es un tema de especialistas y eso nos ha unido durante todos los años de la guerra”, explicó.
A esa unión, Lemaitre la ha definido como una forma que asumimos los colombianos de reconstruirnos desde abajo, con los esfuerzos de grupos de víctimas que formando alianzas han reconstruido sus vidas en contextos adversos y con poca colaboración del Estado, aunque requiriendo el apoyo de otras organizaciones. “Una líder me decía que aunque el Estado ofrece oportunidades para legitimar sus derechos, no es fácil acceder. Ella lo resumía en una rogadera, y en esa rogadera, es el conocimiento de los derechos que organizaciones y otras víctimas ofrecen, lo que les enseña a hacer tutelas y otras diligencias, así van reconstruyendo al país desde abajo”.
Pa’ ya
Estamos en un momento histórico. De eso está segura Lemaitre Ripoll y se atreve a afirmar que desde 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, no había sentido tanta potencialidad en el país para que pase algo. “Podrían pasar muchas cosas y entre ellas, unas sorprendentemente buenas, se podría dar fin a la guerra, el Estado podría tener los recursos para resolver toda la violencia que gira en torno al negocio de la coca y que no sea solo reaccionando a la emergencia de turno”.
Para la magistrada, Colombia empezaría una nueva era si se pudiera asumir lo que le aseguraron las líderes campesinas y víctimas de desplazamientos que durante años conoció: aplicar el “pa’ lante es pa’ ya”, no como una dirección sino como la realidad del “ahora”.
“Ahora es que hay que salir adelante porque si como país no salimos adelante ahora, ¿pa’ cuándo queda? Me ilusiona que la JEP y con ella yo, colabora para darle cierre a esta época tan dolorosa, que lleguemos a ser un país donde nunca pase nada emocionante, donde nunca pase nada malo que tenga que salir en primera plana”, concluyó Lemaitre Ripoll.
Su trabajo
Julieta Lemaitre Ripoll se considera, por encima de todo, profesora, obviando sus títulos, estudios y cargos, resume su vida en eso.
“Es lo que sé hacer: leer, escribir, hablar en público y responder preguntas. Solo que ahora quiero colaborar con esto, con esta paz”.
El trabajo en la JEP le permite mantener una clase, por lo que alternará la docencia con su papel de jueza y al terminar este periodo de justicia transicional, aspira a volver a ser profesora de tiempo completo. “Voy a seguir con mis clases porque no me imagino no hacerlo, no entiendo cómo es esa vida porque llevo muchos años en ello”, confesó.
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