Cartagena


La lluvia tumbó un árbol en Los Comuneros

Veinticinco años de sembrado tenía un árbol que la brisa derrumbó el pasado martes a las 7:30 de la noche, cuando se precipitaba un aguacero en toda la ciudad.

La caída del árbol ocurrió en la calle primera del barrio Los Comuneros, faldas del cerro La Popa.

El empujón de la brisa hizo que el árbol, de más de seis metros de altura, también se llevara por delante las redes del alumbrado público y estremeciera los postes de esquina a esquina, pero por fortuna no se suspendió el servicio de energía eléctrica.

Prigia Orozco es el nombre de la propietaria de la vivienda en cuya terraza estaba sembrado el árbol, que con su tronco dobló la reja de hierro que lo rodeaba y sus ramas fueron a parar a la casa de enfrente.

Claudia Liliana Gómez, la inquilina de la vivienda afectada, aseguró puertas y ventanas y habilitó como entrada y salida un callejón que comunica con los patios de las casas aledañas. La razón: un panal de avispas adherido a las ramas gruesas del árbol se desprendió y quedó a los pies de la puerta del aposento.

Desde que ocurrió la caída los vecinos optaron por comunicarse con el Cuerpo de Bomberos del Distrito y con la empresa Electricaribe.

“Los bomberos --relató Rosiris Murillo, una de las vecinas-- nos dijeron que eso no era con ellos sino con el EPA Cartagena, con quienes por fin pudimos comunicarnos hoy (ayer) en la mañana”.

Los operarios del EPA arribaron a las 2 de la tarde, y de inmediato activaron sus motosierras mientras Prigia, con lágrimas en los ojos, observaba el desmembramiento del árbol que “nos había acompañado mientras mis hijos crecían, cuando se fueron, cuando murió mi esposo y cuando la soledad era tan insoportable”.

“Esta esquina no volverá a ser la misma -- lamentaron las vecinas--, porque allí era donde reposaban los vendedores ambulantes, los mototaxistas y todo el que buscaba un poco de sosiego cuando el sol estaba bien encendido”.

Hubo un momento en que el ruido de las motosierras espantó las pocas avispas que aún insistían en salvar su hogar, a pesar de la caída, pero poco a poco se fueron alejando sin poder cobrar venganza en el pellejo de algún desprevenido.

En el techo de Claudia y en la reja de Prigia quedó la marca de todo lo que antes fueron sombra y nidos de brisa.

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