Cartagena


La sobreviviente del genocidio de la UP que cree y enseña sobre paz

LÍA MIRANDA BATISTA

08 de mayo de 2016 12:07 AM

Cuando Imelda Daza Cotes sonríe irradia franqueza. A sus 68 años es una mujer lúcida, intuitiva y astuta. Sueña con que sus tres hijos, que viven en Suecia, regresen algún día al país que ama pero que también le ha producido desdichas.

Imelda es ejemplo de valentía y perdón. A sus 41 años tuvo que salir a las carreras de su natal Valledupar porque a sus compañeros los estaban asesinando y ella ya había sido advertida. De formación marxista y socialista, Imelda asegura que nunca ha tenido miedo. Su vocación política no es hereditaria. Su papá, aunque conservador, la apoyaba en todo y aprendió de él la nobleza y la generosidad, y de su mamá heredó el carácter.

Han pasado 28 años después del exilio. Imelda está en Colombia junto a su esposo para enseñar sobre paz. Esta mujer de cabello blanco, contextura gruesa y de hablar elocuente sueña con una verdadera democracia y una sociedad inclusiva en todos los ámbitos.

Asegura que el proceso de paz es posible y por eso recorre desde hace varios días los municipios de la región Caribe para disipar dudas sobre los acuerdos en La Habana entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Gobierno.

Imelda habló con El Universal sobre lo que fue su exilio, su carrera política, su visión sobre el proceso de paz y sobre la misión con la que espera que la sorprenda la muerte: educando sobre paz para construir un país mejor.

¿Cómo fueron sus inicios en la política y la conformación de la Unión Patriótica?

Fui fundadora de la Unión Patriótica. Un movimiento que surgió en el marco del gobierno de Belisario Betancourt y de una negociación que se adelantó con las Farc en aquella época. Como ya es conocido en la ciudadanía, la Unión Patriótica sufrió un genocidio político. La elite colombiana que siempre nos ha gobernado no toleró el éxito electoral que tuvo la UP y llenos de temor decidieron aniquilar a plomo esta organización.

En el Cesar esto se sintió con mucha fuerza y obligó a la militancia de la UP a tomar decisiones. Algunos optamos por el exilio, otros optaron por vincularse a la insurgencia. En ese marco fue que Ricardo Palmera, hoy conocido como “Simón Trinidad”,  decidió irse a las Farc. Él no se fue sólo, se le sumaron varios compañeros de la UP. Una decisión lamentable porque era irreversible.

¿Qué fue lo más duro de salir de Colombia?

El exilio fue una necesidad, nunca estuvo en mi proyecto de vida, salir del país ni interrumpir mi actividad política. Mi compromiso era con mi pueblo, con mi gente, con mi país y por lo tanto aquí quería estar. No tenía planes de viajar a ninguna parte y las circunstancias me obligaron a irme a Suecia.

Lo más duro fue irme a Bogotá, yo en esa ciudad había culminado mis estudios de bachillerato y universidad -soy economista de la Universidad Nacional- y me fui cuando empezó el genocidio de la UP en el Cesar creyendo que en una ciudad grande y donde tenía muchos amigos yo podía retomar mi vida. El menor de mis tres hijos nació en Bogotá. Yo salí del Cesar con 5 meses de embarazo. Empecé a trabajar como profesora en la Universidad Libre y todo parecía volver a la normalidad.

De repente comenzaron las amenazas, me llegaban mensajes donde decían que los comunistas tenían que morir, donde me señalaban de guerrillera y una noche me dieron un ultimátum donde me avisaban que iban por mí. Yo había aprendido que no nos amenazaban por asustarnos, amenazaban para advertirnos que iban a matarnos. Por eso tomé en serio las amenazas, apelé a una organización que trabajaba con derechos humanos y rápidamente me consiguieron un tiquete a Perú.

Mi hija tenía 6 meses de nacida, yo la amamantaba, desprenderme de un niño de tres años, otro de año y medio y de una niña de seis meses de nacida que lacté por última vez medía hora antes de subirme al avión, eso es lo más desgarrador que yo he vivido. Nada es comparable con eso.

¿Cómo fue su llegada a Suecia y empezar un nuevo proyecto de vida?

Muy traumática, tras salir de Perú y llegar a Suecia me sentí ignorante, sabía pocas cosas de ese país, sabía que era un país democrático, que los premios Nobel se adjudicaban allí, que el clima era bastante riguroso... es decir, generalidades.

Pero Suecia es un país bellísimo, nuevo, limpio, ordenado, tranquilo. Inicié primero con una etapa de adaptación, pues junto a mi familia tuvimos que aprender un idioma ajeno al español, no teníamos nada en común con el lenguaje salvo el alfabeto y aun así ellos tienen tres vocales más que nosotros. Los niños se adaptaron muy rápido y aprendieron el idioma.

Transcurridos los días me cuestioné sobre cuánto podía durar en este nuevo lugar, pues tenía claro que ese no era mi destino final. Confiaba en que algún día me iba a llegar la feliz noticia de que todo había mejorado y que podía regresarme a Colombia. Sin embargo, todo empeoró. Para los años 90 se derrumba el  mundo socialista de Europa oriental y se agudiza la guerra en Yugoslavia, dos sucesos históricos que me desilusionaron y produjeron en mí un desasosiego político enorme.

En 1996 decido regresar a Colombia junto a mi familia. Llegamos a Barranquilla, nos acomodamos pero descubrimos que la situación en el país era mucho peor de lo que nosotros habíamos dejado.

La violencia en el Cesar estaba en su peor momento, fue así como mis viejos enemigos políticos que para ese momento tenían mucho más poder que antes, retomaron sus amenazas y hostigamientos. A diario teníamos que cambiar los números telefónicos, tomar diferentes medios de transporte, nos topábamos con gente extraña en la puerta del edificio. Hasta que un día me sentí derrotada y me regresé a Suecia.

Esta vez intenté ejercer mi vocación como docente y política. Fue así como logré ser concejal por 14 años del Partido Socialdemócrata Sueco y estuve tres veces como candidata al Parlamento.

¿Cómo recibe en la distancia el inicio de los diálogos de paz entre el Gobierno y las Farc?

En el año 2012, cuando inician las negociaciones entre las Farc y el Gobierno, para mí fue una noticia extraordinaria, observé con detalle el desarrollo de los hechos y rápidamente me convencí de que había una firme voluntad de ambas partes de poner fin a la guerra, eso me entusiasmó.

Ocurrió entonces, que tras una invitación de viejos compañeros de la UP, y de sus hijos que querían que los representara, lancé mi candidatura a la Gobernación del Cesar.

La campaña fue una experiencia extraordinaria, aprendí y enseñe muchísimo. Obtuve votos en los 25 municipios del Cesar, la mayoría no los visité y jamás mandé un afiche, eso significó un triunfo para mí, porque ningún voto fue comprado, fueron votos de opinión, limpios.

La gente no es tonta. Los ciudadanos colombianos son inteligentes y son sensatos. Si hay una propuesta que les llegué al corazón, que les llegue al alma y que represente sus intereses, la gente es asertiva, por eso mi candidatura a la Gobernación la considero un éxito.

¿En qué consiste la pedagogía por la paz?

Hablamos de paz, sobre el proceso de paz, queremos que la ciudadanía entienda y haga el esfuerzo por comprender de qué se trata, qué es lo que está negociando en La Habana, qué acuerdos se han logrado, cuál es el contenido de esos acuerdos y por qué todo lo que allí se ha negociado va  en beneficio de Colombia, un beneficio para todos.

El acuerdo definitivo será la plataforma sobre la cual vamos a construir la nueva Colombia y eso no lo podemos hacer individuos solos, ni grupos políticos solos, eso lo tenemos que hacer juntos.

Los acuerdos de paz nos brindan la oportunidad para las transformaciones que el país necesita. La paz compromete la verdad, ¿queremos saber la verdad? Pues tenemos que saber a quién tenemos que perdonar, pues estamos dispuestos a perdonar.

La impunidad se resuelve cuando sepamos la verdad de los hechos y de allí viene el paso de la reconciliación. Perdonar no es olvidar, perdonar es recordar sin odio, porque el odio enferma. Creemos que la reconciliación será factible.

¿Como mujer y madre se ha sentido discriminada al ejercer política?

El compromiso de nosotras (las mujeres) es mayor porque todos los que han ido a la guerra han sido paridos por una mujer y criados por una mujer, que ilusionada esperó que sus hijos tuvieran una vida mejor que la de ella. Y se fueron, o de sicarios del paramilitarismo o como soldados del ejército, o como policías o como guerrilleros. Todos son hijos de madres de sectores populares. Ninguno es hijo de una ministra, ni de la esposa de un ministro. Son hijos de un mismo pueblo a quienes otros que están por encima de ellos, han lanzado a la guerra como carne de cañón.

Siento que mi condición de mujer me obliga a ser solidaria con todas esas madres, madres de soldados, madres de sicarios, paramilitares. Como mamá pienso que es mi deber procurar dejarles a mis hijos un país mejor que el que yo tuve, sueño que ellos algún día van a retornar. Ellos tienen derecho a tener un país mejor.

Cuando mataron a Jorge Eliécer Gaitán yo tenía 23 días de nacida, desde entonces no he conocido la paz. Quiero que mis hijos sí la conozcan y cuando veo a la niñez llena de inocencia me siento aún más comprometida.
 

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS