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Cartagena, retos de Alcaldía

Quien llegue a la Aduana encontrará el erario más sano que ha tenido la ciudad en décadas, gracias a Judith Pinedo, que como todo mandatario, llega al final con bastante desgaste pero con logros entre pecho y espal-da. Deja una ciudad mejor en educación y con varios centros de salud importantes casi concluidos y un Emisario Submarino muy adelantado.
Pero las necesidades de Cartagena son colosales y la gestión para impulsarla es mo-numental. Todo es extremadamente difícil en nuestro medio, especialmente si la gestión es limpia y es bien intencionada.
El problema principal de la ciudad es su pobreza. Reducirla, ahora que se aprobarán una cascada de tratados de libre comercio (TLC), requerirá un trabajo coordinado entre el Estado y la empresa privada para generar empleos de calidad. No hay economía prós-pera sin una masa crítica local importante. Requiere ciudadanos con plata para vivir de-centemente, tener casa propia y gastar en bie-nes de consumo, estimulando así los negocios locales para crear el círculo virtuoso que nos falta.
Aprovechar los TLC requiere un esfuerzo disciplinado, no sea que nos quedemos sin el pan y sin el queso. Mientras ciudades caribe-ñas como Barranquilla y Turbo se hacen atractivas para la inversión nacional y extran-jera, Cartagena arrastra los pies como si a na-die le importara y como si todo llegara solo.
Una columna reciente en El Universal acerca de cómo no se asentó aquí una com-pañía china importante dejó ver nuestra or-fandad en competitividad, y, no nos digamos mentiras, en liderazgo. Los pocos esfuerzos empresariales que hay se estrellan contra la indolencia de muchas de nuestras autorida-des, que andan en otra cosa.
Cartagena es su puerto, pero la bahía está amenazada de gravedad por la sedimentación que le mete el Canal del Dique. A éste hay que construirle sus estructuras de control y esclusas amplias, y a la vez hay que dragar el nuevo canal por Varadero para que ingresen los nuevos barcos gigantescos, los únicos competitivos en el comercio mundial y por lo mismo, solo lo podrán ser los puertos capaces de albergarlos.
Una ciudad competitiva necesita agua potable de sobra para sus propios habitantes y luego para sus visitantes e industrias, por lo que el nuevo ocupante de la Aduana tendrá que asegurarse de que Acuacar sea una em-presa aún más visionaria para permitirle a la ciudad crecer exponencialmente. Eso incluye emprender proyectos ambiciosos de embalses y nuevas fuentes de agua para la Zona Norte.
Y por último, Cartagena ya está en cami-no a una crisis de energía eléctrica cuyos sín-tomas son obvios hasta para los observadores más densos. Conectar la nueva línea de 220 kV a la Subestación El Bosque es un impera-tivo.
Quien llegue al Palacio de la Aduana ten-drá que trabajar horas extras y con conoci-miento de causa.

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