Esther no se cambia por nadie

La ACR es la responsable del proceso de reintegración a la vida social y económica de los desmovilizados, y está haciendo presencia en la 68 Asamblea  de la Andi, que empezó ayer y terminará hoy en el Centro de Convenciones Julio César Turbay, de esta ciudad.
Los tres desmovilizados ocupan el stand de la ACR, donde comparten su experiencia como emprendedores y como empleados de grandes empresas, aliadas de la reintegración.
*Esther, la única mujer entre los tres desmovilizados, accedió a hablar con El Universal sobre su trabajo, durante cinco años, con los paramilitares de San Pedro de  Urabá, en la región antioqueña; y de cómo decidió desmovilizarse para convertirse ahora en una empresaria de la confección. (Lea: Lo que usted debe saber del servicio social)
Cuenta Esther, oriunda de la localidad de Apartadó (Antioquia), que siempre se desempeñó en el mundo de la costura; y, desde los 19 años, estableció una relación marital de la cual le quedaron tres hijos, quienes aún eran pequeños cuando en 1998 decidió apartarse de su esposo, un jornalero perteneciente a una finca bananera, con quien las cosas siempre marcharon bien en el aspecto económico, aunque la relación personal se fue deteriorando poco a poco, para culminar en la separación.
Esther continuó desempeñándose como costurera, pero la clientela se le fue reduciendo paulatinamente en la misma proporción que iban creciendo las necesidades, de manera que decidió mudarse a casa de sus padres, en el municipio de San Pedro de Urabá, donde las opciones laborales tampoco prometían mucho y la situación de los progenitores era paupérrima, pero contaría con su ayuda en cuanto al cuidado de los hijos.
Transcurridas algunas semanas, alguien le recomendó que hiciera unas muestras de uniformes, supuestamente para el Ejército Nacional, tarea a la cual accedió inmediatamente, para más tarde lograr la aprobación de su trabajo y seguir laborando en esas lides.
Más adelante, se enteró de que el material de intendencia que le encargaban no era para el Ejército Nacional sino para las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), lo que no impidió que siguiera trabajando para ganarse un promedio de 700 mil pesos por mes.
Esther considera que sus relaciones con los miembros de las autodefensas no fueron malas, aunque le tocó sortear muchas situaciones difíciles, como la constante necesidad de mantenerse en la clandestinidad; o como cuando le tocaba viajar hacia otras ciudades y abandonar temporalmente a su familia; o como cuando la Policía y el Ejército aparecían sorpresivamente para allanar residencias y cualquier aposento que les pareciera refugio de subversivos.
Uno de esos allanamientos la sorprendió en la ciudad de Buenaventura a donde la habían enviado los altos mandos de las AUC y, posteriormente, fue trasladada por las autoridades a la Cárcel de Mujeres de Buenaventura, pero a los tres meses fue liberada en razón de que nunca hubo pruebas contundentes en su contra.
Volvió a San Pedro de Urabá y prosiguió en sus actividades, pero en cuanto se enteró de que habría una desmovilización colectiva de alzados en armas y de que el Gobierno Nacional daría capacitación y ayuda para quienes quisieran formar sus propias empresas, no lo dudó un instante y partió hacia Valencia (Córdoba) con su grupo llamado Bloque de Tolobá. Corría el año 2006.
Posteriormente, se trasladó a Bogotá con sus hijos y una máquina de coser. Allá recibió la ayuda de la ACR para la conformación de la empresa familiar que ahora maneja y que provee de uniformes y vestidos formales a empresas y a pequeños almacenes de la capital.
“La ACR te ayuda con la consecución de los contratos. Sin embargo, el trabajo no es tan constante, pero en todo caso es mejor que vivir con la zozobra de que te van meter a la cárcel en cualquier momento”, concluye Ester.
*Nombre cambiado.