Cartagena


Estudiante dejó de caminar por una puñalada en la espalda

EL UNIVERSAL

26 de noviembre de 2010 03:28 PM

Una puñalada en la espalda, el pasado 13 de mayo, en la puerta del colegio Inem, le frustró sus pasiones. Pese a la tragedia que carga encima, Alberto Garcés Cervantes logró culminar su bachillerato. Se graduará con honores el próximo 17 de diciembre y su objetivo inmediato es ser ingeniero de sistemas.
Para ello, ya se está preparando. Estudió los últimos meses a distancia desde su casa, en el barrio Ceballos, gracias a un computador que le regaló la Fundación Mamonal. Internet es ahora su herramienta predilecta y necear el computador su pasión obligada.
Jugar fútbol era su pasión, ser suboficial de la Policía, su sueño. Hoy, Alberto quiere otras dos cosas: caminar y estudiar ingeniería de sistemas. Todos, hasta los médicos, creen que lo primero es imposible, menos él. Alberto se niega a vivir postrado por siempre a una silla de ruedas.
Su deseo de superación lo llevó a ocupar el octavo puesto dentro de su grupo en las pruebas Icfes. Para presentarlas, la Universidad de Cartagena le facilitó una camilla. Alberto, contrario a lo que muchos temían, no ha perdido el tiempo. Quiere ser lo que antes no soñaba. “Nosotros queremos que se le brinde una oportunidad de estudiar, pero la vemos lejana, y eso a veces lo confunde. No es justo que mientras él perdió la alegría de jugar fútbol, que era su deporte favorito, quienes le dañaron la vida corran felices por las calles”, dice Juan Garces, su padre.
La historia de Alberto
El reporte médico indica que a la víctima le causaron una herida en la región dorsal del lado izquierdo que le dejó lesiones permanentes sensorio-motoras posterior a traumas en miembros inferiores, en la vesícula y en los intestinos.
Según Medicina Legal, y con base en el examen que realizaron peritos forenses, el joven quedó con perturbación funcional en los órganos de la locomoción, de la excreción y de la cópula.
La otra tragedia “Mi trabajo, en una marquetería, quedó en el olvido. Ahora me toca llevarlo a las terapias, buscar citas médicas y estar a su lado cuando entra en crisis emocionales. Tengo 60 años y mi esposa 55. Bañarlo todos los días nos tiene agotados, hay que cambiarlo de ropa, hay que comprarle medicamentos que superan el millón de pesos. No es justo que mientras unos sufran, los que hicieron esto sigan libres”: Juan Garcés.
La pelea
“Iba saliendo del colegio ese día cuando sentí el ‘puyazo’ en la espalda. No me volví a poner de pie. No me sentía las piernas. Desde ese momento no he vuelto a caminar”, relata Alberto.
 

 

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