La Campiña quiere convertirse en paraíso

Con 35 años de existencia, el barrio La Campiña no deja de bregar por convertirse en uno de los mejores de la Localidad 1 de Cartagena. Pero últimamente, sus habitantes se encuentran preocupados por el comportamiento de los jóvenes que allí residen. Los fines de semana se han convertido en una problemática más: adolescentes del mismo barrio, más los provenientes de los barrios vecinos y de lugares de la Zona Suroriental, espe-ran los viernes, los sábados, los domingos y los lunes festivos para reunirse en las calles en donde los propietarios de picós abren sus ventas de licores. Según los miembros de la Junta de Acción Comunal, estas veladas siempre terminan en trifulcas en donde los contendientes se lanzan grandes piedras que rompen ventanas y han herido a personas inocentes. Los dirigentes comunales destacan que la colaboración de la Policía Metropolitana ha sido excelente, pero encuentran un escollo en la poca importancia que los padres de los involucra-dos le dan al asunto. De otra parte, se quejan por las continuas fluctuaciones de la energía eléctrica por las cuales, según los usuarios, no hay una sola vivienda que no haya perdido un electrodoméstico sin que alguien le responda. Aunque la mayoría de sus calles están pavimentadas, aún existen algunas destapadas que podrían transformarse en buenas rutas de desembotellamiento del tráfico que se desenvuelve entre los barrios Escallón Villa, Zaragocilla, La Campiña y Nuevo Bosque. Un canal aguas pluviales que viene desde Nuevo Bosque, está padeciendo las consecuen-cias de que algunos vecinos inconscientes hayan construido sobre su trayectoria, lo que hace que durante los aguaceros las corrientes se introduzcan en las viviendas e inunden las calles cercanas, sobre todo las que aún tienen problemas con el alcantarillado. En cuanto al servicio de agua potable, los vecinos dicen que en los últimos meses la em-presa Aguas de Cartagena ha retirado algunos medidores del barrio, los cuales, de acuerdo con los quejosos están en buenas condiciones, pero no se los devuelven, les instalan uno nue-vo y se los cobran en las facturas siguientes. El piso como mesa Más de 250 niños de la básica primaria de la sede del colegio Luis Carlos Galán, en el ba-rrio La Campiña, deben almorzar sentados en el piso del pasillo de la institución. La razón: las obras de construcción del comedor escolar están inconclusas. Sólo vigas y va-rillas existen en el lugar, mientras que el dinero para culminar las mismas parece estar “em-bolatado”, según aseguran miembros de la JAC. Y para evitar la acumulación de estudiantes en el pasillo, las docentes se ven obligadas a programar el almuerzo por cursos. La situación se complica cuando llueve, pues deben que-darse en las aulas. Los esfuerzos de directivos de la JAC parecen ser en vano. Han sido varias las peticiones y las respuestas no aparecen. La sede Luis Carlos Galán es el único plantel oficial que existe en el barrio, la cual fue so-metida a reparación y se ampliaron sus aulas, cinco de las cuales aún permanecen inconclu-sas, pero así son utilizadas. Sin embargo, gozan de sillas nuevas y no sufren de hacinamiento. En el campo educativo, a juicio de Érika Peña, miembro de la JAC, son las disputas entre pandillas con estudiantes de colegios como el Inem y otras sedes de planteles oficiales de ba-rrios vecinos como Nuevo Bosque, las cuales, en ocasiones, van a terminar en La Campiña. Pese a esos inconvenientes, la JAC se preocupa por mantener el programa de alfabetiza-ción de adultos y jóvenes, quienes no han culminado sus estudios de primaria y secundaria. La salud, un suplicio Los habitantes de La Campiña suplican que se ponga en funcionamiento un puesto de salud en el barrio. Están cansados de caminar largas cuadras para llegar a los existentes en barrios vecinos. Su situación tiende a complicarse, según Érika Peña, de la JAC, quien afirma que el Cen-tro de Salud más cercano era el del Nuevo Bosque, pero éste está siendo sometido a repara-ción, por lo que deben dirigirse a otros sectores. Incluso, son enviados a servicios de salud en del barrio Olaya Herrera. A su juicio, en La Campiña hay varios lotes donde se puede construir un puesto de salud y así evitar que habitantes del sector tengan que ir a recibir servicios médicos en barrios como Blas de Lezo, pese a tener de vecino al Hospital San Juan de Dios. También consideran que faltan campañas de vacunación y especialmente de fumigación, toda vez que existe un caño, el cual se ha convertido en un criadero de mosquitos y generador de enfermedades. Manifiestan que en el barrio varios son los niños que han padecido de dengue y, pese a ello, no ha habido solución a uno de los focos generadores. Cuna de deportistas El barrio La Campiña se ha caracterizado por tener como moradores a grandes deportis-tas que han dejado en alto el nombre de Bolívar. Entre esos deportistas están a Frank Pacheco, quien se coronó el año pasado campeón con el Junior; Arley Alcázar, futbolista profesional; Alejandro Harris, atleta senior master; Carlos Díaz, atleta veterano; y el boxeador Víctor Polo. El comité de deportes está bajo la coordinación de Rafael Gutiérrez, quien lidera un pro-yecto cultural y deportivo para involucrar a la comunidad para que haga deporte y se recree sanamente. La Campiña tiene también una cancha de golito de arena, pero ha sido utilizada por los vecinos del sector como botadero de basuras. El proyecto bandera es la refacción de la cancha de microfútbol, que está totalmente des-truida, puesto que este barrio necesita de un escenario digno. “Hemos enviado cartas al Ider para solicitar el arreglo de la cancha, pero aún no nos han respondido”, dijo Guerrero. También explicó que actualmente está trabajando para organizar un torneo de microfútbol con los jóvenes de la comunidad. Aseguró que ya gestionó los tro-feos. La cultura es parte importante de este comité. Por tal motivo, este año organizó una gran fiesta por los 35 años del barrio. En la mañana hubo una alborada, después una misa y ter-minó con un desfile. Según Guerrero, el comportamiento del público fue excelente. Kevin Flórez, a otro nivel “A otro nivel”. Así dice sentirse Kevin Flórez, el cantante cartagenero que interpreta los géneros hip hop y dance hall; y quien está preparando su nueva producción musical. Flórez es un hijo ilustre de La Campiña donde nació y desde muy niño los vecinos vieron crecer a esta estrella de la juventud cartagenera. “Me siento muy orgulloso de haber nacido en este barrio. La gente me quiere mucho, me han apoyado en mi carrera. Es gente muy humilde”, dice Kevin Flórez, quien gentilmente nos atendió en su residencia. La casa donde reside siempre está llena de niños que admiran y bailan su música. Por eso, Kevin afirma con seguridad que su casa es como el “azúcar”, porque llama a los chiquillos. Sobre su nuevo álbum “Otro nivel”, el artista indicó que está trabajando fuertemente para que éste sea todo un éxito. Dijo que seguirá con a la línea del hip hop, dance dall y el re-ggaetown. El año pasado cuando creyó que ya había alcanzado su madurez musical, Kevin Flórez se radicó en Bogotá para expandir su carrera musical. Sin embargo, aclara que no olvida a su Cartagena donde siempre está a menudo. Estará en las fiestas de noviembre ofreciendo conciertos y a la vez apoyando a la candidata de La Cam-piña. Asegura que su música gusta mucho a la juventud porque está cargada de buen ritmo y letras con mensajes positivos que van en contra de las drogas. “Dios le manda a los jóvenes un talento especial. Por eso, les aconsejo que se preparen, que busquen un buen futuro, que las drogas y la delincuencia no traen nada bueno”, afirma. Kevin Flórez se ha hecho famoso con canciones como “Invasión costeña”, “Dame tu amor” y “Latió mi corazón”. Con su nuevo álbum viene cargado de energía y con la firme intensión de poner a bailar a todos sus seguidores.