Cartagena


La otra cara de la mendicidad

Sandra Ballestas Jiménez, estudiante de Artes Plásticas de la Institución Universitaria Bellas Artes y Ciencias de Bolívar, dejó la comodidad de su casa para irse a la calle a vivir de la caridad. A sus 28 años de edad y con un próspero futuro por delante, decidió vivir en carne propia lo que es pedir monedas en las calles de su natal Cartagena. Pero ¿Qué tuvo que haber vivido o dejado de vivir un ser humano como Sandra, para terminar en la mendicidad? Ella afirma que no está mendigando limosna porque esté atravesando una mala situación económica. Asegura que lo hace como parte de su tesis de grado, con la cual pretende demostrar que la mendicidad es una estrategia de negocio. Fue así como un buen día se le ocurrió cambiar su aspecto de joven universitaria, por una mujer con una vestimenta sucia y maloliente, similar a la de un indigente. “Todo esto hace parte de mi proyecto de grado, con el que analizo la mendicidad como estrategia de negocio. Es por eso que decidí hacer la simulación de mendiga para probar que este es un mercado que apela a la lástima para obtener dividendos generosos”, manifiesta la estudiante. La joven lleva varios días recorriendo las calles del centro de la ciudad pidiendo dinero. Cuenta que con todos los ejercicios que viene haciendo, se ha dado cuenta que pedir limosna es realmente un negocio buenísimo. “Es tan rentable que a los mendigos les alcanza para satisfacer sus necesidades diarias y para aportar a su seguridad social”, sostiene. Pese a que Sandra ha tenido que soportar toda clase de comentarios en la calle y hasta de sus propios vecinos que la ven salir como una indigente, se mantiene firme en su proyecto y seguirá adelante con su trabajo para intentar demostrar que detrás de la limosna lo que hay es un negocio. Dice que poco o nada le importa lo que se diga de ella en la calle, donde la han tratado de loca, floja y viciosa. “Al principio yo le comenté a mi papá la situación y me apoyó porque él también es artista. Sin embargo, cuando me vio pidiendo limosna en la calle se sorprendió y quedó muy conmovido”, comenta. Agrega que en la calle se ha encontrado con conocidos que apenas la ven se espantan, porque no conocen en qué anda, pero apenas les explica todo su proceso de cambio, enseguida empiezan a entenderla y a tenderle la mano. La “mendiga infiltrada” pide dinero y a cambio entrega una moneda de cuero que lleva esta frase estampada: “Más falso que una moneda de cuero”. La moneda de cuero – precisa Sandra – es un instrumento que utiliza para recrear la falsedad y el engaño que tiene la mendicidad como estrategia de negocio.

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