Matanza de burros tiene asustados a nativos de Púa II

Este territorio es jurisdicción del corregimiento de Arroyo de Piedra, en la Zona Norte de Cartagena, y es también un asentamiento afrodescendiente compuesto mayoritariamente por campesinos desplazados por la violencia.
Los denunciantes, quienes pidieron las reservas de sus nombres, dicen que hace unos 15 días encontraron dos burros muertos a bala, uno de ellos con cinco impactos en diferentes partes del  cuerpo.
Posteriormente, en los días que siguieron, fueron hallando otros cuerpos hasta sumar ocho, los cuales pertenecían a campesinos propietarios o trabajadores de las parcelas que componen la vereda.
Vale destacar que la vereda Púa II no está conformado por casas y calles organizadas en un solo sitio, sino por diferentes parcelas dispersas entre sí, aunque cuentan con un recinto que funciona como la “Institución Educativa Arroyo de Piedra Sede Púa II”.
La razón para que se haya denominado Púa II radica en que en el mismo territorio de Arroyo de Piedra existe otra vereda que años atrás fue fundada con el nombre de Púa, pero cuando llegaron los desplazados y utilizaron ese mismo nombre para designar su asentamiento, hubo le necesidad de diferenciarlos mediante números.
La  vereda Púa II dista de Arroyo de Piedras unos 15 minutos en vehículo, el cual debe desviarse a la altura del Kilómetro 24 y entrar por una trocha que, en épocas de invierno, se muestra poco menos que imposible de transitar.
Los nativos también relataron que, después de la matanza de los burros, se perdieron 11 vacas, que fueron robadas en pequeños grupos y en diferentes ocasiones.

El miedo paraliza
Las personas que perpetraron la matanza y el robo de los animales aprovecharon que el asentamiento carece de energía eléctrica, pero, según los  nativos, habitantes de la vereda Arroyo de la Canoas, jurisdicción del corregimiento Arroyo Grande, les aseguraron haber visto una camioneta negra y una moto ingresando a ambas poblaciones en los mismos días en que ocurrió el siniestro.
Los agredidos, quienes explicaron claramente que por miedo no han denunciado ante las autoridades, creen que la intervención de los desconocidos obedece a una campaña de intimidación encaminada a que abandonen la vereda.
“Este es un territorio en donde se están cocinando grandes megaproyectos y, por ser la nuestra una comunidad afro, deben tenerse ciertas consideraciones que nos les convienen a los inversionistas. Por eso creemos que lo que pretenden es que salgamos de estas tierras”, afirmaron.
Algunos de los cadáveres de los burros fueron enterrados en el mismo territorio o quemados, cuando se presentaban dificultadas para la sepultura.
Aprovecharon para informar que la escuela recibe a 60 niños, quienes, en épocas de invierno, deben cruzar arroyos y pozos para asistir a las clases, pero que el Distrito aún no ha realizado unas adecuaciones que se anunciaron años atrás.
“No obstante —contaron—, en la Secretaría de Educación está registrado que ya todo se hizo, que la escuela cuenta con salones, comedor infantil, cocina bien dotada, cancha deportiva y zona de recreo, cuando le verdad es que los niños tienen que recibir clases hasta en la pequeña cocina que hemos habilitado para ellos”.
La escuela es atendida por dos maestras de Cartagena, quienes llegan en la mañana y se marchan en el mediodía, “pero son las únicas que han aguantado esta situación. Los otros maestros se han aburrido ante tantas dificultadas para trabajar”, relatan los campesinos.
Además de una escuela digna, la vereda no cuenta con ningún servicio público, hospital, ni una verdadera vía que los transporte hacia el progreso.