Cartagena


Mujeres, golpe tras golpe

ERICA OTERO BRITO

29 de junio de 2013 12:01 AM

Hace un año Cartagena se escandalizó y se lamentó por la muerte trágica de la joven Angélica Gutiérrez, atacada por su ex novio a machete y fuego en una vivienda del barrio El Socorro.
El agresor, identificado como John Jairo Echenique, de quien las autoridades informaron que había sido integrante del 37 frente de las Farc y desmovilizado en 2007, finalmente se ahorcó en los calabozos de la Fiscalía Seccional de Cartagena, once horas después de su captura.
La brutalidad del hecho originó la movilización de toda la ciudad para rechazar la violencia contra las mujeres y el nacimiento de la campaña institucional “Ni una más”, promovida por la Gobernación de Bolívar y la Alcaldía de Cartagena.
La muerte de la joven sigue en la memoria de los cartageneros y tan penoso como el dolor que su ausencia todavía ocasiona a sus familiares y amigos; y el estupor que el recuento de los hechos causa en la ciudadanía; es la realidad de que aún persista en la sociedad la razón por la que esta joven fue atacada: una cultura que replica con conductas históricas y repetitivas una infundada creencia de que las mujeres son propiedad de sus novios o maridos.
El repudio mediático a este homicidio no ha logrado contener los puños, las puñaladas, las palabras soeces y todo tipo de violencia con la que muchos hombres siguen ensañándose contra sus mujeres o ex mujeres.
Medicina Legal, en Cartagena, reporta que del primero de enero al 26 de junio de este año (2013) ha atendido 393 casos de mujeres heridas por su pareja o ex pareja sentimental.
De ese total, 362 hechos han sido en Cartagena y el resto de víctimas son de Turbaco (10 casos), Santa Rosa de Lima (8), Arjona, Calamar, Clemencia, Santa Catalina, Turbana, Soplaviento y Villanueva.
Así mismo, informa que ha recibido los cadáveres de Kimberly Herrera Morales, de 20 años, asesinada por su novio, en el barrio San Isidro, el 21 de marzo; y de Gina Paola Sánchez, de 28 años, muerta de una cuchillada en la espalda por su ex marido, el 27 de abril, en el barrio El Líbano.
Por su parte, la Policía Metropolitana de Cartagena precisa que del 30 de junio de 2012 hasta el 27 de junio de este año (2013), ha capturado a 265 hombres por violencia intrafamiliar.
RAZONES HISTÓRICAS
“La situación de violencia contra las mujeres es preocupante, altamente alarmante. Todavía hay mujeres que no denuncian”, asegura Yurika Lorett, sicóloga de la Oficina de la Mujer, de la Secretaría de Participación Ciudadana del Distrito, a la que han llegado en este 2013, 12 mujeres desesperadas pidiendo orientación para ser protegidas de sus parejas o ex parejas.
“Aunque suene fuerte y repudiable estos casos continuarán, pues las raíces profundas que los sustentan están intactas”, sentenció Rubiela Valderrama Hoyos, magister en estudios de género, mujer y desarrollo, en el artículo titulado “Las raíces profundas de violencia contra las mujeres”, publicado en El Universal el 8 de junio de 2012.
Valderrama explica allí que vivimos en una cultura patriarcal y machista reproducida en todas las esferas de la vida, que recrea y mantiene las relaciones de poder que hacen creer todavía hoy a los varones que ellos son superiores a las mujeres. Sostiene, además, que el reconocido filósofo griego Aristóteles desarrolló una peligrosa y dañina doctrina para la sociedad, denominada “el poder procreador masculino”, desde la cual intenta demostrar erróneamente la inferioridad femenina.
“Lo peligroso y dañino de esta doctrina fue que Aristóteles las convirtió en conceptualizaciones y categorías políticas,  a su vez en una visión jerarquizada y dicotómica de la vida y el pensamiento”, afirma Valderrama en el documento.     
Aristóteles vivió desde el año 384 AC hasta el 322 AC. En otras palabras han sido más de dos milenios en los que sus ideas han ejercido una influencia enorme en la evolución histórica de la sociedad, en la cual las mujeres han sido sistemáticamente disminuidas por los varones. Sólo hasta hace dos siglos empezó un reconocimiento de género, cuando los médicos forenses empezaron a estudiar los órganos reproductivos masculinos y femeninos e hicieron pública las diferencias.
“Antes de eso había el concepto errado de que las mujeres eran hombres invertidos, hombres que no habían alcanzado su máximo desarrollo”, comenta el historiador y magister en estudio de género, profesor de la Universidad de Cartagena, Germán Betancourth Morales.
VIOLENCIA EN CARTAGENA
La violencia que victimiza a muchas mujeres en Cartagena de Indias es global. Localmente se recrea en manifestaciones culturales que reproducen un imaginario social de poder masculino.
“En el Caribe, muchos temas musicales reproducen estos patrones misóginos o de violencia contra la mujer. Hay una canción de Diomedes Díaz, por ejemplo, que dice que si la mujer es infiel, sí se le nota, pero al hombre no. Hay expresiones como: ‘ella se lo buscó’, ‘en pelea de marido y mujer nadie se debe meter’, ‘es que yo hice tal cosa, por eso él reaccionó así’, ‘es que él es muy celoso’. Son metáforas que legitiman la violencia contra las mujeres”, comenta Betancourth.
Las palabras de este académico podrían explicar por qué Dennis del Carmen Botet Flórez sostuvo diez años tormentosos de amoríos con Enrique Meza Hernández, hasta que el 6 de mayo de este año (2013) el hombre le arrojó ácido en los ojos, afectándole su visión.
“Él es viudo y yo separada. Nos conocimos en Bazurto. Fue una relación libre, él siempre estuvo en su casa y yo en la mía. No puedo negar que fue un hombre que tuvo cosas buenas conmigo y con mis hijos, por eso nunca pensé que fuera a ser capaz de hacer algo como lo que me hizo. Tuvimos muchas peleas en las que me ofendía con palabras y yo le respondía por aquello que uno dice que palabras sacan palabras. En dos ocasiones me pegó dos cachetadas. Eso y los continuos insultos hicieron que yo me aburriera y le terminara varias veces, pero él nuevamente me compraba con sus palabras. La verdad es que yo no me identificaba como una mujer maltratada. Sí sé que no está bien que un hombre le pegue a una mujer, ni que nadie le pegue a nadie; pero yo lo veía, no como algo normal, pero sí algo que se puede dar entre las parejas; y bueno, me decía para mis adentros, que para qué cambiar de pareja, si mejor es malo conocido que bueno por conocer”, expresa Dennis Botet.
El día de la agresión, Enrique Meza estaba borracho y llegó a la casa de Dennis a insistirle en una reconciliación, y ante la negativa de ésta, regresó en una segunda ocasión a reclamarle el uso de un dinero que él le había dado a ella para pagar unas deudas y en medio de la discusión le espichó con dirección a los ojos, un gotero que contenía un ácido.
“Fue un dinero que él me dio para pagar y en eso lo usé, pero él necesitaba un pretexto para pelear y utilizó ese. Ese gotero él siempre lo llevaba consigo porque es joyero y con ese ácido prueba las prendas de oro que le llevan los clientes”, explica Dennis, quien todavía está en etapa crítica de recuperación y luchando con la EPS Mutual Ser para que le dé las medicinas recetadas por el médico, las cuales no están contempladas en el POS en primera instancia.
Enrique fue capturado minutos después de lo sucedido, pero un juez lo dejó libre a los tres días porque no había denuncia en su contra. Casi dos meses después, Dennis dice que no le va a poner una denuncia por consideración a su ex suegra, que es una señora bastante enferma y a la que le tiene mucho cariño.
“No quiero ser yo la causante de que esa señora se vaya a morir de pena moral. Se lo dejo mejor a Dios. No hay justicia más bonita que la divina”, expresa resignada.
Como el caso de Dennis, hay muchos que lamentablemente quedan en la impunidad, otros son enjuiciados; pero en ambas circunstancias los efectos sicológicos y aún físicos de la acción hecha por el atacante son permanentes.
María Teresa Geles Niño, de 21 años, por ejemplo, deberá vivir por el resto de su vida sin su mano izquierda porque su ex marido, Frankie Gómez, se la cercenó de un machetazo en medio de una pelea por celos, acontecida el 29 de enero de este año (2013), en el barrio Olaya Herrera.
LA EDUCACIÓN, ÚNICA SALIDA
“La violencia contra las mujeres no es una enfermedad, no es que la llevemos los hombres en los genes, no es característica de un estrato social o económico; es una cuestión de evolución cultural, pero como en todo proceso de evolución, la educación es el único otro proceso conciliatorio capaz de inhibir conductas culturales intrínsecas. A estas alturas de la evolución humana ya es inadmisible la violencia contra las mujeres. Es necesario que en los colegios y universidades haya una cátedra de estudio de género para promover un cambio radical en la presente y futuras generaciones”, afirma Germán Betancourth.
Desde la Secretaría de Participación Ciudadana del Distrito, la sicóloga Yurika Lorett comenta que se trabaja en la “Escuela de Formación para Mujeres”, un programa de promoción de la Ley 1257 de Violencia contra la mujer, la cual es llevada a través de charlas a los colegios, universidades y Juntas de Acción Comunal que la solicitan.
En ese espacio se divulga la ruta de atención a las mujeres maltratadas, la cual empieza en la Fiscalía o comisarías de familia; el derecho que tienen a una atención sicosocial y una orientación jurídica; se concientiza acerca de los derechos humanos, sexuales y reproductivos, se habla de la política pública de equidad de género, del derecho a una vida libre de violencia, de cómo hacerle el quite a la cultura machista, de la autonomía económica y la importancia de un proyecto de vida.
“La cultura machista es una cultura adaptada para el imaginario masculino, en una sociedad pensada para los hombres y debido a la misma condición histórica que tiene hay mujeres que optan por ella inconscientemente convencidas de que es el único panorama posible”, sostiene Germán Betancourt.
Para este historiador, el punto de inicio para un cambio está en el reconocimiento de la mujer, no sólo legal, como sujeto de derecho, que ya existe, sino también como un sujeto social en igualdad de condiciones.
Es un comienzo que demanda prioridad para que los casos citados y el de tantas otras mujeres no queden en el simple espectro del repudio colectivo, sino en la lista de horrores de un pasado transformado en una nueva sociedad verdaderamente equitativa, consciente y proactiva, del papel preponderante de la mujer en la vida humana.

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