El 4 de febrero de 2003, en la Clínica de Maternidad Rafael Calvo, Ada Luz Ricardo dio a luz a su quinto y último hijo, Gabriel Fernández.
Sin embargo, la alegría de la familia se vio opacada cuando el médico informó que el recién nacido no tenía brazos, pues no se desarrollaron en el vientre materno.
“A mi esposa en un principio le dio muy duro, pero supimos que él era una bendición y que debíamos darle gracias a Dios por tenerlo”, relata Gabriel Fernández, su padre.
Al crecer, el primer inconveniente que tuvo el niño fue cuando intentó caminar. “Como no tenía mucho equilibrio se caía mucho y le dio miedo se-guir intentándolo. Nosotros le hicimos un pantalón que tenía unas pesas a los lados, y con eso tomó confianza y caminó casi a los dos años”, relata.
Además de este episodio, Gabriel no ha tenido dificultad para vivir como un niño de su edad.
“Él se baña, se viste, monta en bicicleta, en patineta, sabe escribir, mejor dicho hace todo lo de un niño de su edad”, dice su papá.
Gabriel estudia 3º grado de primaria en el Colegio El Redentor, del barrio Nelson Mandela, donde vive con su familia.
“Él es un niño muy aplicado, hace sus tareas, es disciplinado y muy atento con todos sus compañeros”, dice Magali Gutiérrez, directora de la Institución.
Grandes sueños
A sus ocho años, Gabriel Fernández Ricardo tiene muchos sueños que aspira realizar.
“Yo quiero estudiar medicina y jugar fútbol”, dice.
La medicina le gusta, pues quiere ayudar a otras personas a sanar sus enfermedades, “a los que no tienen piernas o están enfermos”, dice.
El fútbol es una pasión que desarrolla con sus amigos de barrio, y que ha sido reconocida por sus padres y profesores.
También quiere tener un computador, pues en su colegio está aprendiendo a usarlo y sueña con tener uno propio.
Gabriel Fernández es un ejemplo de que no existe limitaciones cuando hay ganas de vivir, superarse y salir adelante.
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