Cartagena


Pandillas: las fronteras invisibles de Cartagena

ADRIANA DE LA CRUZ PALLARES

17 de diciembre de 2012 09:35 AM

‘Roco’ sólo estudió hasta quinto de primaria. Un crimen fue el motivo para que no continuara sus estudios y empezara a vivir en la clandestinidad.De estatura media y tez morena, recuerda ese momento de su vida como si hubiera sido ayer, a pesar de que de eso ya hace 9 años. ‘Roco’ contaba 12 años de edad y estaba a un paso de terminar la primaria en la Institución Educativa Playas de Acapulco en el barrio El Líbano, sin embargo, el acoso de varios jóvenes del sector lo apartaron del camino.
“Fue en un acto de rabia porque me maltrataban y me tiraban piedra cuando me veían y eso no me gustaba. Me esperaban para pegarme y yo no les había hecho nada. Una noche cuando vi a Jorge Armando le disparé. Me fui escondido para San Fernando donde unas tías y les conté y ellas por miedo me mandaron para un pueblo”, relata.
Cinco meses duró ‘Roco’ sin poder regresar a su casa en el barrio Bostón donde vivía con la mamá, el padrastro y cinco hermanos. Volvió porque la mamá del difunto decidió dejar las cosas así y no acusarlo por el homicidio. Pero el menor, no pudo volver al colegio, ya no lo aceptaron de vuelta y ya comenzaba a crear fama de bandido en el sector, junto con la pandilla de ‘Los Panelas’.
La historia de Roco
‘Roco’ decidió contar su historia porque dice que ya es algo superado. No le teme a nada y habla de sus víctimas y sus heridas de guerra sin ninguna preocupación. “A mi me han tirado a matar muchas veces. Me han dado siete balas en tres oportunidades”, dice mostrando las cicatrices en la cabeza, el pecho del lado derecho, el lado izquierdo de la espalda y ambos brazos.
Su vida ha sido tormentosa, pero decidió dejar el peligro y refugiarse en su hogar para aumentar su expectativa de vida. “Tengo siete homicidios, varios intentos y desfiguración de rostro. Las culebras y los tombos me buscaban, pero no buscaba una patrulla, a mi me buscaban 10 motos, dos camiones, decían que yo era el que les saboteaba los turnos. Yo robaba y cuando les avisaban me les rodaba de calle. Me imaginaban más grande porque yo era el que hacía de todo y nunca me podían coger”
‘Roco’ asegura que en su hogar nunca le faltó nada, pues dentro de las posibilidades y las necesidades siempre tuvo lo que requería, pero fue la rabia y la violencia lo que lo condujo a más violencia y a límites extremos. “Yo era el que me salía de las manos a mi mamá. Ella lloraba me preguntaba por qué  había hecho eso. Decía que a las otras madres también les duele . Siempre me da buenos consejos yo soy el que me le salgo de las manos. Yo le digo que no se preocupe que el que está arriba es el que manda. Yo hago eso porque no tengo un apoyo de trabajo y es mas fácil robando, peleando y consumiendo por no tener nada más qué hacer”
Nuestro personaje, estuvo al borde de la muerte más de una vez, pero la que más recuerda fue cuando debió ingresar a cirugía y pensó que no saldría con vida. “Ese día yo estaba robando en otra zona en la mañana y a ellos no les gustó y yo los desafié con un arma, uno me dijo que yo era faltón. A las seis de la tarde vino con un arma y me dio tres disparos, dos en la cabeza y otro en un pulmón. Yo me paré, reaccioné y me vine caminando. De ahí me llevaron al (Hospital) Universitario. Cuando salí de ahí lo acuchillé, ahora él está preso”, dice.
‘Roco’ también estuvo cautivo varias veces. Mientras fue menor de edad y mientras no pudieron demostrar lo contrario, porque no cargaba documentos y se quitaba la edad cuando era capturado, ingresó en 25 ocasiones a Asomenores, en Turbaco de donde se escapó muchas veces. Dice que su tiempo máximo de reclusión fue de un mes y siempre decía que era menor de edad para evitar ser llevado a la Cárcel de Ternera por sus múltiples delitos.
Las drogas hicieron parte de su diario vivir, las consumía según él porque necesitaba estar activo y alerta ante el ataque de todos los que buscaban a ‘Roco’ para cobrarle alguna cuenta o para capturarlo.
La ley de ‘Los Panelas’
‘Los Panelas’, quienes operaban en Boston y Líbano, eran los autores de hasta 5 atracos al día. Las busetas eran su blanco cuando llovía. Aseguran que no habían mandos, todos hacían lo que querían y se reunían en pequeños grupos para los atracos y llegaban a ser entre 20 y 30 cuando peleaban con otras pandillas, especialmente las de El Tancón y El Pueblito.
Las razones para pelearse eran simples para ellos “odios que se crean” y el territorio para robar. ‘Los panelas’ atracaban buses, taxis, motos y transeúntes en la Avenida Pedro Romero desde los Cuatro Vientos hasta Boston.
En su territorio hay personas encargadas de comprar los teléfonos que robaban y las joyas eran empeñadas en compraventas cercanas. De ahí sacaban el dinero para comprar droga en los expendios del sector y las armas. En el Mercado de Bazurto podían conseguir revólveres en $500 mil y un changón en $100 mil, si la marca es buena. En ese mismo lugar compraban dagas y navajas, mientras que las champetas y cuchillos de poca monta los encontraban en las casas o con los vendedores ambulantes.
De esta manera vivían en la ley de la calle, jóvenes desde los 13 años entrando a los otros sectores a robar y evitando que las otras pandillas roben en sus territorios. 
La vida nueva
Hacen dos años del último homicidio que cometió ‘Roco’ el hecho lo describe como un duelo, pues él y  su contrincante estaban armados “era él o yo”, aunque sabe que ese nuevo paso hacia la muerte, le dio la oportunidad de salir del mundo de las pandillas y la violencia.
“No podía estar en la calle, no cabía con la gente. Estaba listo para la pelea. Después de ese homicidio me mandaron a capturar y de ahí iba para la cárcel enseguida, pero me dieron una nueva oportunidad y yo di mi palabra y la palabra es la que vale. Me dijeron que podía vivir tranquilo y así es. Porque de qué vale decir cambié y por debajo haciendo las cosas. Yo me arrepiento de haberme metido en esos líos porque ellos siempre me van a ver como el malo”
Hoy, Roco tiene 21 años y tres hijos. Vive con su novia, de 17 años, con la que tiene a Kevin, de dos años. El amor de su familia moldeó el carácter del expandillero.
“Desde que estoy con mi mujer ha sido un cambio general. Le dedico el tiempo porque la quiero en pilas. Me levanto a las 6 de la mañana y en vez de irme para la calle me acuesto otra vez. Me entretengo en la casa haciendo el aseo y tratando de ser lo mejor. Le agradezco mucho, con ella me tranquilizo”, expresa.
Ahora, espera que su pequeño ingrese al colegio y pueda terminar todos sus estudios. “Uno siempre quiere las cosas buenas para su hijo. También tengo mis sentimientos y quiero que él esté bien preparado. Si hay oportunidades hay cambio y si yo cambió los otros también pueden”.
Lo que marcó la salida de Roco y de los otros ‘Panelas’ de las peleas y las calles fue el apoyo incondicional del abogado penalista Álvaro Barros, un hombre que ha sido víctima de varios atentados por su trabajo contra las bandas delincuenciales.
Barros, les ha brindado la oportunidad de trabajo como lavadores de carros y motos a estos muchachos, les ha asegurado un sueldo y algunos hasta un lugar donde vivir. “En lugar de hoy estar atracando, ellos devuelven los robos que los otros hacen. Sólo hay que dedicarse a ellos y darles amor atacándo directamente la realidad y que los resultados se sientan en que las estadísticas cambien en este sector”
Álvaro y su esposa están dedicados totalmente a estos jóvenes y se han ganado su confianza y respeto. Con ellos comparten sus problemas y dificultades y le dan prioridad al trabajo con ellos pues saben que con los expandilleros es un trabajo de tiempo completo.
“El eje de los delitos son las pandillas. De ahí salen los robos, los homicidios, daños en bien ajeno y lo que vale es la fuerza de voluntad pero deben tener un apoyo constante. Ya varios de ellos han estudiado lo que necesitan es un trabajo, experiencia. Pero ya en esta època lo que dice el gobierno es que no hay presupuesto y esto no da espera”, dice.
Barros dice que si algún comerciante les regala así sea un jabón o un par de zapatos colabora en que los jóvenes no vuelvan a delinquir. El jurista y su esposa se han unido con un el sargento Blanquicett en una fundación que ayuda a estos muchachos para que dejen definitivamente la calle y las peleas y se vuelva productivos para su sector. “Gracias al doctor que siempre me apoya ya no necesito pelear, él me dio una oportunidad y yo le di mi palabra y lo estoy cumpliendo”, concluye ‘Roco’
En Olaya sector central
Alirio comenzó a pelear a los 13 años en la pandilla de “Los Marmoteros”, hoy tiene 20 y un niño que este 21 de diciembre cumplirá dos años de edad. Esa es ahora su razón de ser, por él trabaja y ha dejado por completo la ley de las Pandillas.
El joven recuerda que debió dejar el colegio cuando cursaba séptimo grado, dice que las peleas ya habían comenzado a ser parte de su vida y sus enemigos le hacían la cacería en el colegio de día y en la noche cuando se pasó a estudiar a la jornada nocturna.
“Desde el 2009 no sé lo que es coger una piedra dejé eso porque hacía sufrir a mi mamá y a mi papá. Me daba pesar verlos cuando a mi me herían, pero cuando me sentía mejor quería era vengarme. Me saqué una muchachita y comencé a ajuiciarme”, cuenta Alirio.
Y es que su vida era un infierno, encerrado en su propio territorio y teniendo que huir muchas veces, al ser enemigo de los jóvenes de El Campamento y Las Maravillas. Alirio tiene en su cuerpo un disparo, un changonazo y cortadas con machete, como la que le dieron en la cabeza y lo dejó inconsciente en Las Maravillas.
“Yo no podía salir para ninguna parte, porque me cazaban. Amenazaban con una granada mi casa y decían que le iban a dar a mi mamá para que yo saliera y poder darme. Me fui para un pueblo y se intentaron meter en mi casa, hicieron tiros partieron las ventanas”, relata.
Sin embargo, el trabajo de la líder comunitaria Leomis Marimón que logró atraer el apoyo de la Policía Comunitaria, ha significado una oportunidad de cambio en la vida de decenas de muchachos en este sector.
“Firmamos un acuerdo de paz y ellos pasaban para acá a jugar con nosotros billar, hacíamos integraciones, una vez festejamos amor y amistad. Tomaron licor y no pasó nada. Pero después hubo una fiesta en El Campamento y nosotros fuimos y también fueron los de Playa Blanca y atracaron a uno de nosotros porque no nos conocían así que peleamos con ellos y los de El Campamento los defendieron a ellos y se dañó la paz”
Con la nueva guerra El Campamento se metía al sector Central varias veces, hasta personas ajenas al conflicto eran agredidas y las casas sufrían ante la guerra de piedras y balas, pero los ánimos se fueron calmando y llegó el cese definitivo de peleas entre ellos.
“Hubo la firma de un pacto con la Alcaldía en el Jaime Morón, ahí entregamos una granada y una papabomba. La granada yo estuve a punto de tirarla una vez para El Campamento, pero después pensé que allá habían inocentes y muchos niños”, confiesa Alirio.
“Hace 8 años trabajo con estos muchachos con el apoyo de la Policía Comunitaria. Mi trabajo lo hago porque yo sé lo que es ser juzgada y maltratada. Yo viví los conflictos familiares y me refugiaba en la calle cuando era menor. En esos grupos yo encontraba lo que en mi casa no tenía. Por eso ellos confían en mi y todos los problemas que tienen los hablan conmigo, estoy pendiente de ellos y les pego cuando se portan mal”, relata Leomis.
Ahora, estos jóvenes han estudiado con el SENA albañilería y pintura, mampostería y productos químicos. La madre de Alirio estudió con ellos y ahora vende estos productos para ganarse la vida.
Con la Policía Comunitaria realizan un campeonato de fútbol en el que participan alrededor de 300 jóvenes organizados en 12 equipos en los que participan sectores como El Tancón, José Antonio Galán, Palestina, Las Marmotas, Boston, 20 de Julio y Nelson Mandela.

Quieren una cancha
Sin embargo, estos jóvenes esperan oportunidades de trabajo que les represente una estabilidad y un sustento. Además, tienen sus esperanzas puestas en la construcción de una cancha en la calle El Socorro del sector central de Olaya.
La comunidad cedió un lote, justo frente a la casa de Alirio, allí sueñan con tener su cancha, tal como lo prometió el alcalde Campo Elías Terán, cuando llegó hasta ese sector en julio de este año en compañía del general Rodolfo Palomino, director nacional de la Policía Comunitaria y de Convivencia Ciudadana.
Por su parte, la coronel Lilia Amparo Garzón, directora de la Policía Comunitaria en la Metropolitana de Cartagena, indicó que trabajan jóvenes dentro del pandillismo con el programa “Jóvenes a lo bien”, en el marco del cual se han realizado varias actividades este año, como integraciones, charlas de valores y proyecto de vida, salidas recreativas, encuentros deportivos y la cena navideña que se realizará en los próximos días.

¿Y los programas?
Con el cambio de gobierno en 2012 desapareció el programa “Los Vales del Almirante Padilla” que funcionaba desde el año 2008 bajo la dirección de la Escuela de Gobierno y Liderazgo de la Alcaldía, con el objetivo de trabajar temáticas relacionadas con la cultura ciudadana y aportar a la inclusión socioeconómica de cartageneros en condiciones de riesgo.
'Vales del Peatón' y 'La Buena Pa' Ti' eran las campañas  del programa de cultura ciudadana con la que jóvenes afectados por el pandillismo educaban a los cartageneros de manera recreativa sobre el comportamiento ciudadano.
En la actualidad, la alcaldía opera otros programas pero la falta de continuidad de la administración ha sido irregular, lo que también ha afectado la atención a los jóvenes en situación de pandillas.
‘Roco’ y Alirio solo buscan oportunidades, alguien que les permita poner en práctica los conocimientos que han adquirido en estos programas y poder llevar de comer a sus familias sin tener que pensar en una vida de armas y violencia.

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