En su libro “El fracaso de la Nación”, Alfonso Múnera nos muestra a Pedro Romero como uno de los personajes principales del movimiento de Independencia de Cartagena. Era un artesano mulato, dirigente de las milicias de pardos que conformaban los Lanceros de Getsemaní.Sobre este protagonista del 11 de noviembre, dice Alfonso Múnera:
Hasta la asamblea constituyente de 1812, Romero fue uno de los dirigentes con mayor influencia sobre el pueblo cartagenero, pues pertenecía a la clase de respetables artesanos mulatos que, des-de finales del siglo XVIII, se había propuesto acortar las distancias que la separaban de los criollos.
Nacido en Matanzas (Cuba), desde muy temprano se estableció en Cartagena. En 1778, a la edad de 24 años, vivía en el barrio de Santa Catalina y se encontraba ejerciendo el oficio de he-rrero. Es probable que Romero haya sido uno de los artesanos que el ingeniero Arévalo se trajo de Cuba para los trabajos de fortificación.
En las vísperas de la revolución, el matancero, como se le llamaba por ser de Matanzas, debió de ser un hombre de posición respetable, hasta el punto de tener una gran influencia sobre los ha-bitantes de su barrio. Sabemos que en 1810 imploró al rey que le dispensara a su hijo mayor Mauricio la condición de mulato, para que pudiera estudiar leyes. Su hija María Teodora estaba casada con Ignacio Múnoz, un joven abogado de provincia, establecido en Cartagena. Múnoz se convertiría en uno de los líderes de la revolución. Muchos de estos artesanos mulatos eran dueños de esclavos. No sabemos si Pedro Romero lo era, pero su hija y su yerno, el abogado Múñoz, poseían al menos una esclava en 1835.
En 1810 Romero se desempeñaba como herrajero del arsenal de la ciudad. En el mismo lugar trabajaba Pedro Medrano, el otro artesano que al final de la lucha llegaría a tener muchísimo po-der sobre las filas del pueblo.
Gustavo Tatis Guerra se refiere a la historia desdibujada de Romero, así:
Hace muchos años emprendí la tarea solitaria de indagar sobre Romero y hallé también algu-nas sorpresas en tres viajes a Cuba. Entré en la Parroquia San Carlos de Borromeo, de Matanzas, erigida en 1692, y busqué entre los viejos legajos de hace más de dos siglos, los orígenes de Pedro Romero. Leí en las páginas envejecidas de los libros de bautismos de blancos y negros, del Siglo XVIII. Ningún rastro de su nombre. En verdad, el Libro Número 4 de bautismos que posee el ar-chivo data de 1773, y no existe uno de la década del cincuenta, fecha en que se supone nació Ro-mero.
En el libro de bautismos de 1773 encontré los siguientes apellidos: los Pedro Josef Tapane, Pe-dro Villamizar, Pedro Josef del Valle, Pedro García, Pedro María Hurtado, Pablo Julio Bosa, Pablo Josef Bosa. Los apellidos comunes en Matanzas en el Siglo XVIII eran los García, Hurtado, Acosta, Cueves, Pomares, Noto, Bosa, Villamizar, Pérez, Reyes, Tapane, Ruiz, Rangel, Rivas, Del Valle, Nabia, Benítez, Díaz, Campi, Guerra, Matos, Galindo, Montañez, Pereira, Serrano, Soto. Curioso: No había uno solo de apellido Romero.
De Pedro Romero, no se precisa la fecha de nacimiento porque las partidas de bautismo de la Parroquia de Matanzas, parten de 1773. Donaldo Bosta Herazo anduvo buscando también la partida de bautista de Pedro Romero, y encomendó a varios emisarios en esa misión, pero fue en vano. La primera vez fue en 1955, siendo Embajador de Colombia en La Habana, el cartagenero Juan A. Calvo. “Se encargó de ello el primero de los genealogistas cubanos, don Rafael Nieto y Cortadellas, unido al Embajador Calvo y al señor Obispo de Matanzas por estrechos lazos de amistad. Puso el prelado especial empeño en complacer a Nieto, pero parece que concretó la inves-tigación al Curato de la Investigación, encargando al Párroco del asunto, desafortunadamente sin ningún resultado”.
Aporta Rafael Ballestas a esta información sobre el origen, apelando al Diccionario Nobilario Español de Julio Atiensa, en donde se precisa que el apellido Romero es natural del reino de Ara-gón, y sugiere que Pedro Romero fuera hijo de un español aragonés con una mulata cubana.
Con Romero, Cartagena ha cometido infinidades de olvidos y negligencias inperdonables como el de creer que la estatua que siempre estuvo en la Plaza de la Trinidad correspondía a Romero. El pintor Alejandro Obregón sirvió de modelo para el rostro invisible de Romero. Cartagena recuerda a Romero cada noviembre de manera episódica y coyuntural y ha seguido desperdiciando la opor-tunidad de hacerlo visible en la ciudadanía, más allá de perpetuarlo en una avenida y más tarde en alguna de las estaciones del esperado y demorado Transcaribe o en algún folleto coyuntural.
En las reseñas históricas sobre hechos anteriores al 11 de noviembre, se menciona a Pedro Romero varias veces.
En junio de 1810, cuando el gobernador Francisco de Montes fue depuesto, apresado y luego deportado, se menciona a Juan José Solano y a Pedro Romero, como los encargados en el barrio de Getsemaní de atraerse un gran número de hombres de valor y de resolución que estuvieron prontos al primer llamado de García de Toledo, para que el Cabildo de Cartagena mantuviera sus facultades.
En agosto de ese mismo año, cuando se oficializó la creación de la Junta Suprema de Cartagena, esta procedió a la creación de los batallones voluntarios de patriotas, al mando del nuevo coronel Pedro Romero. Por primera vez en nuestra historia una persona no blanca te-nía mando militar de importancia.
Cartagena
Pedro Romero, un protagonista de la Independencia
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