Por fin arreglan La boca del diablo en Blas de Lezo

La maquinaria llegó con las primeras luces del día a una de las calles más deteriorada del barrio Blas de Lezo, una línea angosta y ondulada que cruza entre las manzanas 45 y 44 de la cuarta etapa.
Desde tiempos inmemoriales se le conoce como “La boca del diablo”, pero no por lo lamentable de sus condiciones físicas —en cuyo caso el apodo no le caería tan mal—, sino por las cruentas peleas que se armaban entre los mismos vecinos de aquellas calendas.
Con el paso del tiempo, el sobrenombre se fue quedando sin justificación, tal vez porque las nuevas generaciones encontraron otras maneras de asumir los conflictos, sobre todo cuando de gestiones cívicas se trata.
Y una de esas principales gestiones cívicas tuvo que ver con la pavimentación de la calle, cruzada que comenzó casi durante la misma fundación del barrio, de acuerdo con lo que cuentan los viejos lugareños. (LEA: por amor a una reina, piden pavimentación de una calle)
Según ellos, en 1967 el Gobierno Municipal les propuso el mejoramiento del barrio mediante la participación comunitaria, lo que redundó en que cada sector se dispusiera a pavimentar sus propias calles, pero sin las especificaciones técnicas ni los estandares de calidad que exigen las obras de infraestructura.
Como consecuencia, y a lo largo de la década del 70, la imagen más recordable del barrio Blas de Lezo era un montón de calles con placas fragmentadas y llenas del agua y del barro que la lluvia iba dejando en cada  temporada invernal.
En los años subsiguientes, algunas juntas de acción comunal intentaron encabezar la empresa de una repavimentación, pero que esta vez fuera asumida en su totalidad por el Municipio, cosa que se demoró más de 40 años.
Pero, antes de que transcurriera ese cuasi medio siglo, los moradores se dedicaron a rellenar la calle con escombros y a recortarle la maleza que surgía entre la rendijas de las antiguas placas rotas, pero nunca impidieron que las mujeres rompieran sus tacones, que los hombres se descompusieran los tobillos o que a los enfermos hubiera que cargarlos en sillas o mecedoras, porque ningún taxi ni ambulancia querían entrar  hasta esos adentros.
Mary Vivas, una de las antiguas moradoras de la calle, resaltó que aún con las cantidades de escombros que recibía el terreno, la naturaleza se empeñaba en ser cruel, empezando por los torrentes de lluvia que regaban los pedazos de bloques y calados y los devolvían a las terrazas de quienes se afanaban por curar la vía a como diera lugar.
Ahora están alegres. El día los sorprendió sonriendo ante los picotazos que la retroexcavadora la iba dando a los fragmentos de terreno que pronto serán 70 metros lineales de pavimento en los que se invertirán 50 millones de pesos, pertenecientes al Fondo de Desarrollo Local, según lo informó el edil de la Localidad 3, Julio César Carrillo Castro, quien anunció que el próximo año se conseguirán más recursos para completar el mejoramiento.
La otrora llamada “boca del diablo” (que tendrá parte de su pavimento antes de esta navidad) es una de las primeras calles que recibirán la bendición del concreto, dado que Carrillo Castro explicó que se trata de una gestión que lleva casi once meses, mediante la cual se pretende que ni una sola calle de Blas de Lezo se quede destapada.
Los habitantes de La boca del diablo no esconden que durante un buen tiempo hubo negligencia y falta de voluntad de parte de la dirigencia cívica y del Gobierno Distrital, pero también dicen sentirse agradecidos con el suspendido alcalde de Cartagena, Campo Elías Terán Dix, “porque no permitió que le redujeran el presupuesto al Fondo de Desarrollo Local; si no, quién sabe cuándo se hubiera arreglado esta calle”.
El entusiasmo se les nota cada vez que la retroexcavadora hunde sus garras sobre el terreno como curándole las muelas cariadas a La boca del diablo.