Los aires de progreso que, en los últimos años, viene experimentado la Zona Suroccidental de Cartagena se han convertido, para los habitantes del barrio Tacarigua, en motivo de mal vivencia. Desde que en sus alrededores comenzaron a surgir los centros comerciales, las discotecas y las zonas bancarias, que constituyen el auge actual de las Avenidas Pedro de Heredia, El Con-sulado y la Transversal 54, las molestias para los moradores vienen creciendo de manera an-gustiante. La primera preocupación tiene que ver con la vía principal de Tacarigua, que comunica a la Avenida El Consulado con la Transversal 54. Por su condición de vía de evacuación, se ha convertido en el corredor de los fleteros, los sicarios y los atracadores, personajes siniestros que están unidos por dos elementos en común: la moto y la pistola. Los vecinos de Tacarigua ya han perdido la cuenta de la cantidad de atracos cometidos entre El Consulado, la vía principal y el sector de La Bonga, pero sí han aprendido a conocer en ciertos rostros, estrategias y movimientos a los forajidos que tienen al barrio como corre-dor de sus fechorías. Los asesinatos perpetrados en contra de usuarios de bancos que se resistieron a entregar lo que habían retirado, también hacen parte del paisaje constituido alrededor del barrio, como un panorama de tragedia que parece no tener intenciones de desdibujarse. Los centros comerciales Los Ejecutivos y La Plazuela, a no dudarlo, valorizaron a los sec-tores circunvecinos y hasta le dieron más presencia a Tacarigua, aunque ya la tenía, pues se trata de uno de los barrios mejor urbanizados de la Zona Suroccidental. Está repartido como Tacarigua 1, 2 y 3; y el diseño de sus viviendas es elegante y atracti-vo, pero en los últimos tiempos los habitantes han optado por enrejarlas y permanecer ence-rrados, para evitar que una bala, una persecución en moto o en carro se lleven por delante la vida de un algún niño o adulto. Asimismo, creen que la ayuda de la Policía Metropolitana ha sido plausible, pero afirman que se necesita más, pues en alguna ocasión les proporcionaron un CAI Movil que funciona-ba en el sector La Bonga, y su presencia produjo resultados visibles: la incidencia de los faci-nerosos se redujo, pero el centro policial fue trasladado hacia el barrio Olaya Herrera con la idea de que sólo sería por 15 días, de lo cual ya han pasado más de tres años y la gente de Ta-carigua lo sigue esperando. Dicen que, además de la vía principal, el callejón de la Manzana 9 ya se convirtió en otra preocupación, puesto que, a parte de que no está muy bien iluminado, permanece solo y se presta para las incursiones delincuenciales. Tanto es así, que ya son varios los moradores heridos y atracados descaradamente, entre esos un policía retirado, quien por poco pierde la vida a manos de un grupo de asaltantes. Por tal razón, consideran que la presencia policial debería ser permanente y no en moto, sino a pie por todas las calles peatonales, dado que los delincuentes no sólo detienen a sus víctimas en las calles, sino que también irrumpen en tiendas y residencias, amordazan a los propietarios y los despojan de todo cuanto puedan llevarse. El miedo y la desconfianza son una presencia permanente. Otros problemas Después de la inseguridad, los habitantes de Tacarigua sienten que la ocupación ilegal del espacio público es su segundo gran problema. A orillas de la Avenida El Consulado hay un kiosco que se había instalado para venta de comidas y gaseosa, pero sólo abre los fines de semana para vender cervezas y programar músi-ca a todo volumen. En el sector El Bosquecito algunos vecinos han pavimentado los frentes de sus casas, sin permiso alguno, sólo para levantar negocios o estacionar vehículos. La Manzana 1, con el auge comercial de la zona, no tiene ninguna casa familiar sino negocios de todos los tipos. En la manzana que hace frente con la Transversal 54 hay un taller de motos que no permite la libre circulación de vehículos ni de personas. Frente a la Manzana 1, el espacio está invadido por las ambulancias de una clínica que funciona en ese barrio. Entre las manzanas 4, 5, 6, 7 y el barrio Villa Sandra 2, hay una zona verde en donde la JAC de Tacarigua intentó construir su sede comunal, pero los vecinos del otro sector lo im-piden, alegando que es esa la única zona verde que tienen para sí. En la vía principal, en un declive, el alcantarillado se desborda cuando llueve, debido a que muchos vecinos conectaron su tubería pluvial, de manera que durante un aguacero la ca-lle se satura de aguas negras. Los lavaderos de carros de la Avenida El Consulado producen contaminación ambien-tal y auditiva a cualquier hora, perjudicando a los habitantes de los bloques. Pandilleros de barrios circunvecinos tienen las calles de Tacarigua como escenarios de sus enfrentamientos. La EPS es la reina En Tacarigua parecen no preocuparse por la carencia de un centro de salud, toda vez que casi la totalidad de los habitantes están afiliados a EPS privadas. La mayoría, por ser pensionados o familiares de pensionados de la Policía o de las Fuerzas Militares, son atendidos por entes de salud de estas instituciones. Sin embargo, aclaran que el centro de salud más cercano, y al cual deberían ir los habi-tantes, es el San Vicente de Paul, en el barrio Escallón Villa; y los otros a los que pueden acudir están en los barrios Las Gaviotas y Los Cerros. Aunque no está entre sus necesidades urgentes, señalan algunos residentes que el barrio tiene terrenos disponibles para la construcción de un puesto de salud, si el Distrito así lo con-sidera. En educación El barrio sólo posee instituciones de preescolar, pero en zonas aledañas quedan institucio-nes tanto oficiales como privadas, de las cuales se sirven niños y jóvenes de Tacarigua. Espacio para el alma Una cancha múltiple, cuyo lote tiene las dimensiones de 84 x 22 metros, es el único esce-nario para la recreación y el deporte que posee el barrio. La JAC pide a gritos que a esta cancha se le haga un encerramiento para darle un correcto uso, con el fin de que no se siga destruyendo, tal cual como está en estos momentos. Uno de los mayores dolientes es Augusto Zapata, quien hace parte de la JAC y es el fun-dador, hace 30 años, del Club de Fútbol de Tacarigua, de donde, según dice, salieron figuras que están en el fútbol profesional colombiano, tales como Agustín Julio y Frank Pacheco. “Hacemos un llamado al Ider para que venga y revise el estado de esta cancha; y que, por favor, le hagan el encerramiento, pues sólo así podremos darle un uso adecuado y cuidarla. Promoviendo el deporte entre la juventud, es la única forma de prevenir la delincuencia y la drogadicción”, dijo Zapata. Otro de los problemas que presenta el sector es un parquecito llamado “El Bosquecito”, que por las noches se torna muy oscuro y permite que indigentes o extraños hagan sus nece-sidades fisiológicas allí, perjudicando al vecindario, como lo denunció la señora Mónica Pa-dilla. El sector cuenta también otras zonas verdes (incluido un parque para niños), algunas de las cuales han sido utilizadas como parqueaderos de carros, lo que le quita espacio a los de-portistas. Don Reinaldo, líder sin ínfulas La apariencia bonachona de Reinaldo Mendoza le ha permitido llegar a sus vecinos para convertirse en un líder innato de Tacarigua. Gracias a eso, ha adquirido experiencia para encabezar, en diferentes oportunidades, la Junta de Acción Comunal. Y es que vive constantemente preocupado por el bienestar de su comunidad, a tal punto que se convierte en un guardián celoso del espacio público, por ejemplo, el cual tiene claro es para uso y disfrute de toda la comunidad. Rodeado de historias y chistes con los que recrea las cosas que quiere comunicar, divide su tiempo entre su núcleo familiar en el hogar y el trabajo de liderar y participar en cada pro-yecto que signifique un avance para sus vecinos. Dueño de una memoria prodigiosa, pero también de unas condiciones físicas que ya envi-diaría cualquier joven, Don Reinaldo no tiene talanqueras a la hora de participar en cuanta actividad se organice en el barrio, en pos del mejoramiento del mismo. Por eso, sus vecinos no dudaron un solo instante en señalarlo como el personaje de Taca-rigua, designación que él recibió con cierta modestia, haciéndose el distraído, pero con aque-lla sonrisa de satisfacción que esconde y revela al mismo tiempo la tranquilidad que dan las cosas bien hechas. A estas alturas, Don Reinaldo no cree que las labores comunitarias sean ingratas. Opina que es todo lo contrario: entre más se sirve, más ganancias tendrá el corazón.
Cartagena
Tacarigua: en medio de la candela
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