Vecinos de San Pedro están mal vendiendo sus casas

Antes de que se solucione el problema de las inundaciones en la Urbanización San Pedro, más de la mitad de los habitan-tes habrá mal vendido sus casas para librarse de las angustias y las zozobras. Durante el aguacero del domingo pasado, que apenas duró una hora, aproximadamente, los moradores de las orillas del Canal Ricaurte, revivieron las angustias de la primera gran inundación que sufrió el barrio en noviembre de 2004. Las calles y las terrazas volvieron a llenarse del agua que sobresale del caño, pero ahí estaban los vecinos armados de esco-bas y colocando talanqueras a los pies de las puertas para que las aguas no pasaran de las terrazas. Jaime Hoyos, un habitante de la manzana 27, dice que desde el 2004 más de 40 familias han mal vendido sus casas, teme-rosos de que las inundaciones terminen tomando “el tinte trágico antes que Dios no ha permitido hasta el momento.” “Lo que en realidad nos tiene fregados —agrega— es que el Gobierno distrital cree que nosotros somos ricos. Por eso no se preocupa por solucionarnos esta molestia. Desde que estoy viviendo aquí, he visto inundaciones y escuchado sobre pro-yectos para erradicarlas, pero todo sigue igual”. Manuel Madero, uno de los fundadores de la urbanización, afirma recordar que hace 25 años el Distrito inició una plan de ampliación de toda la trayectoria de la cuneta, desde que comienza en el vecino barrio El Socorro hasta su desembocadura en la Ciénaga de la Virgen. “Pero eso quedó en nada —agrega—. Cuando se estaba construyendo el ‘Almacén Éxito’, pensamos que se solucionaría el cuello de botella en el tramo del canal que corresponde a Los Alpes, pero siguió igual, y hasta peor. Con el agravante de que esa parte está sin pavimentar”. Otro de los escépticos, en cuanto a los posibles remedios que se le puedan aplicar al caño, es Marcial Ripoll, quien hace un tiempo fuera presidente de la Junta de Acción Comunal. Cuenta Ripoll que hace más de 30 años, cuando se puso en marcha la construcción de la cuneta, estaba previsto que la misma serviría para la evacuación de aguas pluviales de 55 hectáreas, “pero lo que en realidad está recibiendo son las aguas de 550 hectáreas, una cantidad de barrios nuevos que se han construido en la Zona Suroccidental sin ninguna previsión y sin la planeación precisa respecto a la arremetida de los inviernos”, manifiesta. Dice Mariela Álvarez, habitante de una de las esquinas de la manzana 27, que en cada inundación, tanto niños como adultos exponen su salud a los elementos que arrastran las aguas del caño. “Cuando pasan esas cosas —explica—, lo primero que hacemos es subirnos al segundo piso, le ponemos tapones a las puertas y esperamos a que acabe la lluvia. Entonces cogemos las escobas, las mangueras y las botellas de cloro para desinfectar las casas, porque es pura agua puerca, que trae animales muertos (y vivos también) que podrían infectarlo a uno. La tarea no es tan difícil cuando el aguacero es de día, pero cuando es de noche, como en el 2004, a uno le dan ganas de llorar”.