Cartagena


Luis Cueto: sin pies ni manos, pero con ganas de vivir

Hasta hace 4 meses Luis Liceme Cueto Vivero se ganaba la vida lavando carros y motos. Era un joven inquieto, activo y enérgico, pero, de un momento a otro, por una inesperada enfermedad todo le cambió.

Y le cambió hasta tal punto que hoy, aunque debe permanecer en su casa, sentado en una silla de ruedas, sin sus manos y sus pies, se ha convertido en un admirable ejemplo de superación para quienes prefieren desfallecer y no hacerle frente a los reveses que a veces la vida trae.

“Casi me mata”

Con una enorme sonrisa, Luis cuenta lo que para él es el milagro de saberse con una oportunidad más para estar cerca de sus seres queridos.

En septiembre del año pasado, cualquier día, mientras cortaba la maleza que tenía en el patio de la casa de sus padres, en el barrio El Libertador, al sur de la ciudad, asegura haber adquirido la peligrosa infección que produce una bacteria en el orín de las ratas: leptospirosis.

“Esa enfermedad estuvo a punto de matarme. Los médicos tenían su dictamen y le decían a mis familiares que solo un milagro era lo que me salvaría. Pero siempre tuve fuerza en Dios y él fue quien me salvó”, cuenta el alegre muchacho de 25 años de edad.

La enfermedad provocó que sus riñones, el hígado y algunos otros órganos vitales colapsaran. Fue así como transcurrió un mes hasta que, en octubre, los médicos del Hospital Universitario del Caribe, donde lo trataban, le dieron el diagnóstico que los estremeció a él y su familia.

“Los vasos sanguíneos de las extremidades dejaron de funcionar, y ahí fue que las manos y los pies se me comenzaron a dañar, hasta el punto que me estaba dando gangrena y los médicos me dijeron que para seguir con vida debían hacerme la amputación”, cuenta con una naturalidad que sorprende, pero que deja ver la gran fortaleza que tiene.

La compleja operación fue en noviembre y, antes de acceder a ella, varias psicólogas lo ayudaron para comenzar a asimilar lo que se venía.

“Hay que tener fe”

“En ese punto se siente que las cosas jamás van a ser las mismas; quieres desfallecer pero yo sabía que eso no me podía pasar a mí. La operación me la hicieron y al principio fue duro, muy, muy duro. Me ponía triste y adentro de mi mente yo hacía mis oraciones, pero lloraba cuando me veía que no tenía mis manos y mis piernas. Pero entonces hacía otra oración y así se me quitaba todo”, sigue contando Luis, quien cada día da gracias al ser divino en que tiene fe, porque puede seguir pendiente de Stella, su mujer, y de Sara y Yoselin, sus dos pequeñas hijas.

De igual manera Luis agradece a los profesionales que lo atendieron, de quienes tiene también gratos recuerdos en su paso por el HUC.

“Me dieron de alta el 14 de diciembre, y aquí estoy en la casa recuperándome satisfactoriamente. Dios actuó a través de los médicos, y en la clínica me la gocé gracias a ellos. Ya me habían hecho la operación y recuerdo que los demás pacientes me veían y lloraban, pero entonces yo me ponía a bailar en la camilla El Serrucho, la champeta y entonces todos se echaban a reír y me daban más ganas de reponerme”, finaliza él.

Sueña con una prótesis

Hoy día, Luis asegura que su recuperación se está dando progresivamente y sin inconvenientes. Cuenta con el respaldo de sus padres, de sus tíos, hermanos y, en especial, de su esposa y sus hijas. Después de todo lo que le ha sucedido, lo único que desea es poder conseguir las prótesis que le permitan mejorar la calidad de vida. Según afirma, el apoyo para ello también lo tiene, pues su EPS le ha garantizado que le entregará las de las piernas y que algunos médicos y amigos que hizo en el Hospital Universitario del Caribe tienen la intención de ayudarlo con las de los brazos.

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