Cartagena


Luz Ángela Vanegas pide dinero en la calle para hacerse una cirugía

LEONEL QUINTANA MOUTHÓN

05 de noviembre de 2014 12:02 AM

Mis hermanos mayores me quemaron la cara con gasolina cuando yo tenía dos años. Ese día fueron a un circo, donde vieron a un payaso botando candela por la boca. De regreso a casa consiguieron un frasquito en los que vienen los rollos fotográficos, uno de ellos le echó gasolina y el otro lo prendió, eso botó candela, y el que lo tenía en las manos se asustó y lo lanzó hacia atrás, con tan mala suerte que me cayó a mí y me prendí. Mi otra hermana cogió una olla de agua sucia y me la echó encima, con eso me apagó, y ahí fue cuando comenzó mi historia.

Eso ocurrió en La Dorada (Caldas), donde nací hace 36 años, mi mamá luchó mucho para salir adelante con cada cirugía a las que me he sometido, ya llevo 19 intervenciones en la cara, pero también me separaron la barbilla del cuello, que me quedó pegada por el accidente. Sufrí quemaduras en el brazo y en la mitad del seno izquierdo. Cada operación significa una meta en mi vida, un trofeo más que he conseguido.

Llegué a Cartagena hace seis meses, estuve dos de seguido, pero me tocó regresar por problemas de hígado graso. Esta vez volví con mi hija de 19 años, que quería conocer el mar, nos estamos quedando en un hotel de la calle de La Media Luna, gracias a Dios una amiga me dejó la pieza bien barata.

Aquí lo más duro es el sol, me protejo con protector y una sombrilla, de hecho tengo prohibido exponerme tanto tiempo a él pero cómo hago, tengo que salir a las calles a pedir colaboración porque necesito hacerme una próxima cirugía, una reconstrucción del pabellón auricular izquierdo, porque me mandaron gafas y es muy difícil ponérmelas sin esa oreja que me falta.

Me preocupa que esté perdiendo cada vez más la vista, eso debe ser el sol. Quiero usar las gafas porque yo leo mucho, me encantan las novelas, estoy leyendo Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, aunque alterno con algo de Shakespeare.

Salgo del hotel a las 9, me hago en la sombrita por ahí hasta mediodía, descanso una horita y a las 2 de la tarde llego a la entrada de la Base Naval, o me voy por los lados del Castillo de San Felipe, o aquí, en la Avenida de El Lago.

ME DECÍAN CARIQUEMADA

La belleza es interna, en la calle hay personas que me dicen ‘¡uy, usted sí es fea!, recuerdo que en el colegio tuve muchos problemas por mi físico, la niñez fue muy dura, me hacían matoneo, Cariquemada es lo que más me decían. Una vez me agarraron a piedras desde el colegio hasta la casa porque no acepté hacerle las tareas a unos compañeros, es que siempre fui buena para la escritura y las manualidades. Terminé poniendo en práctica el consejo de mi mamá, que me decía: ‘A un bagazo poco caso, y a un bufón poca atención’.

Las cosas han cambiado, y más en Cartagena, aquí me han tratado muy bien, la gente es excelente, todos me dan ánimo, siempre están pendientes de mí, a donde quiera que voy son muy solidarios. Tengo que recoger muchísimo dinero, diría yo que unos 60 millones de pesos, incluyendo la alimentación y el arriendo.

Quisiera hacerme lo del pabellón auricular, la alineación de cejas, sé que es muy difícil, pero no pierdo la fe, Dios es muy grande y me pondrá a una o varias personas de buen corazón que me ayudarán. Yo podría estar escondida en un caparazón como el caracol, pero no, yo hago lo contrario, soy muy optimista, le sonrío a la vida así tenga mil problemas en mi cabeza, eso no me importa, para mí lo primordial es salir adelante con cada cirugía.

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