Colombia


“En el escondite de ‘Cano’ hay minas que desfiguran el rostro”

AP

27 de febrero de 2011 11:53 AM

¿Miedo? Sí, siempre lo sentimos. Está allí y nos chuza como si tuviéramos alfileres en todo el cuerpo. Pero perseguir a ‘Alfonso Cano’ es eso. Es un compromiso militar que requiere del miedo para alimentarse.
Es la oportunidad que todo soldado desea y por eso está dispuesto a soportar lo que sea. Hasta permanecer durante meses en el monte, a 4.200 metros de altura. Sin poder cerrar los ojos.
Luego de 19 años de servicio al Ejército Nacional me llegó la noticia. Estaba en el grupo de Fuerzas Especiales y me avisaron que a partir de abril del 2010 sería uno de los sargentos de la Fuerza de Tarea Sur del Tolima, que tiene la misión en la que están puestos los ojos de todo el país: capturar o dar de baja al ‘corazón’ de una guerrilla que por más de 50 años ha hecho daño.
Desde ese día siento que cargo un costal de piedras en mi espalda, que cada minuto me recuerda que tengo la obligación de dejarles a los colombianos una guerrilla derrotada, sin su líder, sin su ideólogo.
Cerca de 10.500 hombres del Ejército le cierran el cerco a ‘Cano’. Los encargados son los miembros del Comando Operativo No. 3, perteneciente al Comando Conjunto Pacífico y la Fuerza de Tarea del Sur del Tolima. En estas zonas otro de los objetivos del Ejército es el miembro del Secretariado ‘Pablo Catatumbo.
Antes de iniciar esta tarea recibimos un entrenamiento de seis meses, donde estudiamos el comportamiento del blanco a atacar (‘Cano’) y las estrategias para derrotarlo. Pero eso no se lo puedo decir.
Sólo le aseguro que estamos muy cerca. No deja de ser una presión el hecho de que el país también lo sepa. Pero es cierto, hemos entrado a su escondite y cada tres o cuatro días sostenemos combates con los miembros de sus anillos de seguridad. La idea es quitarle esos apoyos para que se vea obligado a moverse y los comandos de inteligencia puedan detectarlo.
Pero lo más difícil de perseguir a ‘Cano’ es saber que a cada centímetro tenemos otros enemigos, silenciosos, que nos esperan: las minas.
Si de miedo hablamos, hay que decir que esos artefactos son el mayor temor para todos los militares que participamos en esta persecución. Sobre todo, porque en el sur del Tolima las Farc han utilizado nuevas técnicas para los campos minados.
Antes las enterraban en los caminos, pero ahora, ante el asedio militar, han decidido colgarlas en las ramas de los árboles para que cuando pasemos por allí nos exploten en la cabeza o en el rostro.
Las Farc instalan estas minas con una cuerda que va al piso y que no es detectada a primera vista porque está cubierta con hojas. Apenas un soldado pisa esa cuerda, inmediatamente explota y le desfigura el rostro. Así lo explica un reciente informe de la Corporación Nuevo Arco Iris, que también revela que la utilización de estas minas provocó la pérdida de la vista y la desfiguración total del rostro de cerca de una docena de militares en el 2010. Dicha modalidad también se ha encontrado en Guaviare, Meta y en el sur de Bolívar.
Otro peligro que enfrentamos es el clima. Estamos a 4.200 metros de altura y eso cada vez se hace más duro. Pero sabemos que estamos preparados para eso y si estamos aquí es porque somos capaces de soportalo. Aunque el temor de llegar a morir de hipotermia nos persigue.
En estos días de alta tensión, cuando sentimos que estamos más cerca del objetivo no podemos dormir. A veces tropas de hasta 80 soldados nos partimos en la mitad, para que 40 puedan cerrar los ojos unos minutos y luego los otros 40.
Pero no podemos cerrarlos mucho porque no sabemos a quién nos enfrentamos. En los municipios de Planadas y Chaparral, Tolima, las Farc atacan de civil.
Sólo puedo prometer y esperar que este año llegue la caída de ‘Cano’ y cuando eso pase, ese mismo día me graduaré del Ejército. Ese día le habré cumplido al país.

ESCONDITE DE ‘CANO’
Fuentes de inteligencia, tanto militares como de la Policía, coinciden en que ‘Cano’ se esconde entre la zona rural de Planadas y sectores de las poblaciones de Ríochiquito, Río Blanco y el río Ato.
Su corredor de movilidad llega hasta los límites entre Valle, Tolima y Cauca. A ‘Alfonso Cano’ lo cuidan once estructuras, que tienen 285 hombres en armas, sin contar a los milicianos.
 

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