Colombia


“Es ahora o nunca": Yesid Arteta

COLPRENSA

16 de octubre de 2012 11:46 AM


La tardanza de los equipos negociadores del gobierno de Colombia y las Farc, que el martes a mediodía todavía no habían llegado a Oslo, permitió que la atención se enfocara en los actores del proceso que de otra manera habrían sido eclipsados por los grandes protagonistas.
Con motivo de la realización del simposio ‘Juntos por la Paz en Colombia’, convocado por un colectivo de ONG de la capital noruega, varios de ellos se reunieron bajo un mismo techo en la Casa de la Paz de esta ciudad.
Colprensa aprovechó la ocasión para conversar a profundidad con el ex integrante de las Farc, Yesid Arteta, quién luego de purgar una condena por rebelión en las prisiones de Colombia se radicó en Barcelona, desde donde se dedica a estudiar el conflicto armado.
Respecto del proceso de paz que iniciará formalmente esta semana, el barranquillero de 53 años afirma categóricamente: "Es ahora o nunca, eso lo tengo clarísimo". Para Arteta, difícilmente se puede reeditar un escenario como el de ahora, en el que las condiciones nacionales e internacionales conspiran a favor de una negociación.
"Un proceso de paz es la conjugación de dos variantes: una variante nacional y una variante internacional. En la variante nacional, como vemos, el proceso cuenta con el apoyo de los sectores fácticos del país. Es decir: las Fuerzas Armadas, los empresarios, los industriales, las fuerzas motrices del movimiento social. Y, en el plano internacional, el proceso cuenta con el apoyo de organizaciones como la Unión Europea, que hasta hace poco le tenía las puertas cerradas a esa posibilidad, o de los mismos Estados Unidos, que han afirmado su disposición a apoyar las gestiones del presidente Santos. Pero además también me refiero a los nuevos espacios regionales que han surgido, como Unasur y la Celac, y, ya en el plano más cercano, el papel de Cuba y Venezuela. Yo creo que si esto llega a buen puerto, Colombia tendrá mucho que agradecer a estos dos países”, dice.
Para Arteta, tanto las Farc como el Gobierno tienen sobre sus hombros una responsabilidad histórica, que no tiene antecedentes. Y, si bien, la frase “ahora o nunca” tiene un componente de fatalismo, también indica que se abre una posibilidad real y presente de resolver el conflicto en el que Colombia lleva inmersa décadas. Un conflicto del qué él hizo parte, y que ahora puede mirar con esa perspectiva única que le da el haber integrado las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc.
"Entre la guerrilla y la cárcel, pasé más de 25 años de mi vida por fuera de la vida civil", relata Arteta, quien se vinculó al grupo guerrillero luego de iniciarse en el activismo político como líder estudiantil. "Fue un período, entre finales de los 70 y principios de los 80, donde las agrupaciones guerrilleras –estoy hablando de cinco en ese entonces (ELN, Farc, M19, EPL, Quintín Lame)– tenían un nivel de reconocimiento, de aceptación, muy importante en la sociedad colombiana."
En aquel entonces, el panorama político en América Latina era muy diferente al actual. En 1979, en Nicaragua, el Frente Sandinista derrocaba a la dictadura de Anastasio Somoza, cuya familia llevaba más de cuarenta años en el poder. El Cono Sur estaba plagado de regímenes dictatoriales: Augusto Pinochet en Chile, Alfredo Stroessner en Paraguay, Juan Manuel Bordaberry en Uruguay y la Junta Militar en Argentina.
En Colombia, el presidente Julio César Turbay gobernaba a través de un Estatuto de Seguridad que pretendía controlar la disidencia política aun a costa del menoscabo de los derechos humanos.
Arteta, quien hoy tiene 53 años, se había iniciado en el activismo político como líder estudiantil en la Universidad Libre de Barranquilla, donde fue representante estudiantil al Consejo Directivo, y "compañero de lucha" de José Antequera.
Paradójicamente, de los dos dirigentes estudiantiles, el que sobrevivió fue el que optó por la vía de las armas, mientras que Antequera, dirigente de la Unión Patriótica, fue asesinado en 1989 en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, en un atentado en el que resultaría herido Ernesto Samper.
"Fue una permanencia en la lucha guerrillera de unos trece años, en el occidente de Colombia, en el Cauca, en Nariño, luego en el Caquetá", explica el barranquillero, quien respondía al nombre de guerra de Joaquín Posada y llegó a ser comandante del Frente 29 de la organización guerrillera.
"Es decir, buena parte de la retaguardia estratégica de las Farc, zonas que hoy en día son el escenario de la ofensiva militar de las Fuerzas Armadas. Mucha de esa geografía yo la recorrí, como por ejemplo el piedemonte de la cordillera occidental, donde prácticamente no hay ni siquiera presencia humana."
Eventualmente, 'Joaquín Posada' sería capturado y enviado a la Cárcel Modelo de Bogotá, y posteriormente a Cómbita, en donde cuenta que coincidió con Ricardo Ovidio Palmera, alias ‘Simón Trinidad’, antes de que este fuera extraditado a los Estados Unidos. De su paso por Cómbita, el ex guerrillero rescata una experiencia que podría aplicarse al proceso de paz que está comenzando.
"En algún momento las autoridades penitenciarias decidieron enviarnos a un solo patio a paramilitares y guerrilleros. Es decir, enemigos a muerte en el terreno de la confrontación. Y, claro, al principio hubo una situación muy tensa en el patio, que parecía que de un momento a otro iba a resultar en violencia. Hasta que poco a poco empezamos entendernos, y nos sentamos a ver cómo íbamos a convivir en ese patio. Me acuerdo que incluso organizamos un partido de microfútol entre guerrilleros y paramilitares…; Vimos que había reivindicaciones de tipo común, que tenían que ver con el régimen de visitas, de los programas de educación, de asistencia sanitaria. Y empezamos a trabajar sobre plataformas conjuntas. La necesidad nos fue conllevando a construir un escenario común, a ponernos de acuerdo, y decir, bueno, la guerra está en otro lado, y aquí no vamos a reproducir el escenario de la guerra.
En ese sentido, Arteta, quien está radicado en Barcelona y trabaja como investigador en la Escuela de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, sugiere que, en una mesa de negociación, luego de la tensión inicial, la interacción entre las partes termina generando vínculos de confianza.
Y añade que el hecho de que las conversaciones se desarrollen lejos de Colombia es un factor que puede contribuir a que se desarrollen esos vínculos, algo que es más sencillo "en unas condiciones de tranquilidad, de reposo, donde las partes puedan mirar un poco esa realidad de la guerra desde la lejanía".
(Lea más sobre diálogos de paz con las Farc)

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