Colombia


Mujer encontrada descuartizada era la esposa del coronel Joaquín Aldana Ortiz

EL UNIVERSAL

05 de octubre de 2009 12:01 AM

Gran consternación causó en Ibagué la noticia sobre la identidad de la mujer hallada descuartizada, quien resultó ser Erika Cecilia Yeneris Gutiérrez, esposa del coronel Joaquín Enrique Aldana Ortiz, de quien hoy se desconoce su paradero. La desaparición de Yeneris Ortiz nunca la denunció Joaquín Enrique Aldana Ortiz, según confirmó a El Nuevo Día el comandante encargado de la Policía del Tolima, coronel Israel Robayo. Los hechos inquietan a la comunidad de Ibagué y a las autoridades, pues Aldana, teniendo toda la Policía a su servicio y todos los mecanismos a su disposición nunca solicitó ayuda. Sin embargo, los familiares de la señora Erika Cecilia Yeneris Gutiérrez sí se lanzaron por toda Colombia tras su paradero, y llegaron a publicar avi-sos clasificados en internet, en los que pedían desesperados noticias sobre su ubicación; pese a esto su desaparición no fue ventilada jurídicamente ni en los medios de comunicación locales o nacionales. Según trascendió, Yeneris Gutiérrez fue vista por última en los primeros días de septiembre, en su casa ubicada en el barrio Hacienda Piedrapintada de Ibagué, pero en otro hecho inquietante nunca Aldana Ortiz se pronunció al respecto, pero hoy según el coronel Robayo, se encuentra de vacaciones para asistir al sepelio de su esposa. El Nuevo Día trató de ubicar telefónicamente al coronel Aldana, para que se pronunciara sobre el fallecimiento de su cónyuge, pero no contestó su celular. ¿Cómo apareció el cadáver? Desde el mismo momento en que aparecieron los primeros restos del cuerpo de Erika Cecilia Yeneris Gutiérrez, el pasado diez de septiembre, las autoridades se inclinaron por la hipótesis de un crimen pasional. Prácticamente este asesinato resultó ser un macabro rompecabezas, en el que poco a poco fueron encontrando las piezas para armarlo. La cabeza de Yeneris Gutierrez apareció en una bolsa plástica negra, en avanzado estado de descomposición, en el kilómetro Cinco, en la vía Ibagué-Alvarado, en inmediaciones de la hacienda San Isidro, Sector Molino, donde Jorge Edgar Perea, un trabajador del lugar, la encontró. Una vez se conoció el caso, el CTI se hizo cargo de la investigación. Logró establecer que la mujer fue asesinada entre el 7 y 8 de septiembre, dos días antes del primer hallazgo. Según explicaron expertos en su momento, “la cabeza y los brazos estaban en avanzado estado de descomposición, debido a las altas temperaturas registradas en los últimos días”. Luego, el viernes 11 de septiembre, una patrulla de la Policía encontró una bolsa extraña, tirada a orillas de la carretera y dentro de ella restos óseos que parecían la caja torácica de una persona, que encajaba con la cabeza hallada anteriormente. Estos restos, tal y como reseñó en su momento El Nuevo Día, estaban casi en los huesos porque los animales de carroña se comieron la mayor parte de la carne y demás órganos. Y como si la víctima quisiera que se hiciera justicia, ese mismo día encontraron la pierna izquierda, también en la vía Ibagué- Alvarado, que sería la ruta escogida por el asesino para desaparecer el cuerpo. Sin embargo, faltaban dos partes de la humanidad de Erika Cecilia Yeneris Gutiérrez para completar el impresionante hallazgo y una llamada alertó a las autoridades sobre otra bolsa, a dos kilómetros de distancia de donde fueron encontrados los primeros restos. Allí reposaban el muslo de la rodilla hasta el pie izquierdo y el muslo de la pierna derecha. Con las partes completas de la víctima, las autoridades enfilaron las investigaciones hacia las mujeres reportadas como desaparecidas en Colombia, cuya cifra ascendía a 33. Una a una fueron descartadas, sólo quedaba una opción la reconstrucción del rostro de la mujer, pues estaba completamente desfigurado y ordenaron el cotejo de las pruebas de ADN. Para los organismos de seguridad la ubicación secuencial de restos del cuerpo, daba a entender que que el descuartizador quería burlarse de las auto-ridades, que no rastrearan a su víctima y pudieran establecer rápidamente su identidad. Además, por los escasos datos ofrecidos por las autoridades se creería que fue de un manera premeditada y con alevosía como el responsable, luego de matarla, quiso frenar su identificación, cortando la yema de sus dedos. ¿Qué lleva a matar de esta manera? Un especialista consultado por EL NUEVO DÍA, explicó los detalles que rodean este tipo de hechos. La clase de asesinato como el ocurrido en Iba-gué, es atribuible a varios factores entre ellos a violencia, vista desde cualquiera de sus puntos, por motivaciones como venganza, celos, odio, violencia conyugal, e intrafamiliar ó situaciones coyunturales de nuestro país, como el narcotráfico, paramilitarismo, guerrilla, delincuencia común, entre otros. De este modo el agresor busca desde su dominio someter al otro hasta causarle la muerte. Desde el punto de vista psicológico obedecería a caracte-rísticas sociopáticas marcadas, en que el victimario, luego de asesinar, intenta borrar rastros y desviar la investigación. “Pero como en todo crimen, el asesino comete errores y siempre quedan en evidencia móviles sobre los cuales trabajan los cuerpos de investigación y llegan a la conclusión de los hechos”, señaló el experto.

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