Colombia


Vuelve la esperanza a San Vicente del Caguán

COLPRENSA

23 de febrero de 2012 12:01 AM

En 1905 fue fundado San Vicente del Caguán, un pequeño caserío productor de caucho, que ha vivido la misma dinámica económica y social de casi todos los municipios del sur de Colombia. Cuando comenzaron a llegar los primeros colonos, principalmente desde el Huila, se asentó una economía ganadera que impulsó el crecimiento del municipio en la primera mitad del siglo XX.
Sin embargo, la violencia partidista en 1948 inició otro flujo de colonización, esta vez desde regiones aún más remotas del país, quienes iban llegando a la zona en busca de nuevas formas de sobrevivir. Fue en esta búsqueda precisamente que llegaron los cultivos de marihuana y cocaína en los años 60’s y 70’s, y con ellos el narcotráfico.
Hacia esta misma época, la presencia permanente de las Farc, que llegaron de la mano con el narcotráfico, comenzó a alterar la tranquilidad del municipio. El Caguán se había vuelto un corredor estratégico para el transporte de los cultivos ilícitos desde el Guaviare hacia el Océano Pacífico.
“Por aquí venían esos señores, pasaban y se iban, no se metían con uno para bien ni para mal”, es el testimonio de Francisco Barreto oriundo de San Vicente del Caguán y actual director de la Defensa Civil en ese municipio.
Sin embargo, todo fue cambiando a principios de los 90’s, luego del bombardeo al campamento de Casa Verde, en el municipio de Uribe, Meta, que más tarde hizo parte de la ‘zona de distensión’. Desde ese momento la violencia se encrudeció en la región.
“Cuando sacaron a esos señores (Farc) de allá (Casa Verde), se vinieron para acá (Caguán), y como el Ejército los tenía azotados, entonces comenzaron los problemas para nosotros”, comentó Barreto.
En ese momento la violencia se incrementó en el municipio ya que no solo había presencia de la guerrilla sino que además llegaron las Autodefensas, desatando así un enfrentamiento casi constante con la Fuerza Pública, lo que generó un desplazamiento masivo de los habitantes a otras regiones del país.
“Uno sacaba un cargamento de quesos para Neiva y no lo podía llevar porque ponían bombas en el camino”, narró Luis José Velásquez, un campesino de 57 años que ha dedicado la mayor parte de su vida a la producción de quesos.
La situación se calmó un poco cuando empezó la ‘zona de distensión’. La salida de la Fuerza Pública hizo pensar a los habitantes que iban a quedar abandonados en medio de la violencia. “Durante el despeje la cosa aquí era más bien tranquila pero uno vivía con susto”, explicó Luis José.
Este campesino recordó que “si uno iba a salir para Florencia o para Neiva, ellos lo paraban a uno y lo esculcaban todo” y agregó que “uno podía transitar por aquí tranquilo, pero el peligro era más para las mujeres y los jóvenes. Para los unos porque los intentaban reclutar y para las otras porque a veces se aprovechaban”.
La violencia volvió a despertar al final del despeje, cuando volvió el Ejército y empezaron otra vez los enfrentamientos. “Esa época fue otra vez muy triste porque le tocaba a uno quedarse en la casa, y había muchos inocentes heridos”, contó el director de la Defensa Civil del municipio, quien para esa época era bombero.
Para algunos habitantes, a pesar del regreso de las instituciones del Estado, fue cuando empezó la época más difícil. Muchas personas se habían desplazado por la violencia, y otros habían dejado su ganado y sus cultivos por los cultivos ilícitos. “Eso se volvió un problema porque ya la Policía no dejaba que la gente tuviera de eso”, el voluntario.
Agregó que “al principio, eso era negocio para muchos, pero ahora no le sirve a nadie, mejor dicho uno no puede arriesgar la vida para ganarse tan poquita plata”.
Hoy, diez años después del fin del despeje, el panorama es de desolación, tierras infértiles, miedo, abandono y pobreza. “En el municipio no hay empleo, por lo que acá no hay muchas empresas, acá el trabajo es en el campo y eso es lo que necesita la gente para recuperarse”, contó Barreto.
Pasó mucho tiempo para que el Gobierno volviera a poner los ojos en San Vicente del Caguán, una población que pide a gritos educación, cultura, salud, seguridad, infraestructura y empleo. Ahora los habitantes de esta región esperan que el Gobierno cumpla sus promesas y mejoren su calidad de vida.
“Necesitamos tierras para trabajar y vías para poder vender las cosas”, exigió Luis José Velásquez. Por eso agregó que es “muy bueno que nos visite el Presidente y todo pero ojalá se cumplan las promesas”, manifestó Luis José, el campesino productor de quesos.

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