Hace cuatro años los habitantes del barrio San Fernando enviaron cartas a los medios masivos de comunicación de Cartagena, con el fin de lograr que no los siguieran confundiendo con los sectores que los rodean.
Mucho más cuando en esos sectores que circundan la letra “U” que constituye el croquis de San Fernando ocurren casos de orden público que, tanto policías como periodistas no saben a ciencia cierta en dónde ocurrieron y las primeras palabras que se les viene a la mente son estas: “San Fernando”.
Para seguir intentando contrarrestar las confusiones, los nuevos líderes comunales no se cansan de explicar que San Fernando empieza en el inmueble donde funcionaba el llamado “Colegio Álcalis”, que está a orillas de la carretera Troncal de Occidente; toma la calle del Country Club San Sebastián (carrera 81), se encuentra con la avenida de la Electrificadora, da la vuelta por la entrada del barrio La Sierrita y se comunica nuevamente con la Troncal, en la antigua Hacienda El Socorro, frente a la entrada del barrio Ternera.
Comentan que el barrio tiene solo nueve calles: Bolívar, La Paz, Sucre, Santander, Los Jardines, La Bomba, El Encanto, Calle Segunda del Puente y Calle Central.
Como consecuencia de las imprecisiones que registran los medios de comunicación, los residentes que trabajan de noche se han visto en dificultades para que un taxi los lleve a sus casas, “porque el conductor cree que lo vamos a atracar o a matar”.
Las personas que necesitan vender o alquilar apartamentos también se sienten lesionadas, “porque apenas les decimos que es en San Fernando se nos cae el negocio”.
El barrio San Fernando tiene 55 años de fundado, pertenece a la Localidad 3 y al estrato 2. Tiene mil predios y aproximadamente cinco mil habitantes.
Colinda con barrios como Medellín, Simón Bolívar, César Flórez, La Florida, Jorge Eliécer Gaitán, Los Ciruelos y María Cano, que en no pocas oportunidades han sido clasificados erróneamente como sectores de San Fernando.
No obstante esas preocupaciones, los dirigentes comunales reconocen que, desde hace unos cinco años, en el barrio se ha desatado una ola delincuencial motorizada, cuyas principales víctimas son las mujeres; y los objetos más hurtados son los teléfonos celulares.
CRECIERON LOS ATRACOS
Osiris de la Cruz, una de las activistas cívicas, comenta que “la atracadera fue creciendo tanto que nos vimos obligados a encerrar nuestras terrazas con rejas de hierro. Pero con todo y eso los ladrones llegan, meten la mano armada por las rendijas y uno tiene que darles la plata o el celular para que no le disparen”.
Dicen no saber con precisión cuál es el factor que ha disparado la delincuencia motorizada en esa zona, pero creen que podría ser la cantidad de nuevos locales comerciales que están apareciendo y la facilidad que tienen los vehículos para evacuarse, ya que todas las calles están pavimentadas y con salidas hacia las vías principales.
Manuel Buendía, otro líder comunal, dice que el barrio cuenta con solo diez alarmas y carece de cámaras, “pero pensamos que en donde las autoridades deberían hacer más énfasis es en el engrosamiento del pie de fuerza, porque en el CAI lo que tenemos son dos patrulleros que no son suficientes para una población tan grande”.
Carlos Alberto Sánchez, presidente de la Junta de Acción Comunal, llamó la atención sobre el estado de la carrera 81, la vía principal del barrio, la cual está sumamente deteriorada en varios tramos, lo que ocasiona un promedio de dos accidentes, con saldos fatales, cada semana.
El más sonado de todos fue la muerte de un agente del Cuerpo de Bomberos del Distrito, quien, por culpa del desnivel del pavimento, cayó al suelo mientras conducía una moto y terminó atropellado por una camioneta que venía detrás. Cuatro horas después dejó de existir.
“Ese accidente fue muy comentado --anota Sánchez--, porque se trató de un funcionario del Distrito, pero la verdad es que aquí ocurren a cada rato; y la causa es el deterioro de las vías por el paso de los buses de Transcaribe y los camiones proveedores de los grandes locales comerciales. Le hemos pedido a la Secretaría de Infraestructura que repavimente la carrera 81 y la calle 83; y al DATT que les ponga mejores señalizaciones, pero la respuesta ha sido nula”.
Por esas mismas vías dejaron de transitar las busetas, pero entraron los buses de Transcaribe y hubo la necesidad de hacer una unión de juntas comunales de la zona para entutelar al Distrito con el fin de que permita el funcionamiento perpetuo de los microbuses, “pero con el compromiso de que la empresa Coointracar, que es la propietaria, los renueve cada cierto tiempo”, afirma Manuel Buendía, quien considera que sus vecinos poco se quejan del transporte público, pues lo tienen casi 24 horas, dado el horario de los microbuses y el crecimiento de las mototaxis.
OTROS PUNTOS
**El caño El Pilón (conocido como caño San Fernando) pasó de tener seis metros de profundidad y revestimiento en concreto, a tener un metro de hondura, debido a la presencia del sedimento y a las cantidades de basuras que algunos vecinos inconscientes le arrojan.
**La consecuencia de que El Pilón esté atiborrado de desechos se ve en las épocas de lluvias cuando se desborda y se mete en las viviendas. Otro caño agredido por los anticívicos es el fronterizo con el barrio Alameda La Victoria, el cual, según la JAC, se convirtió en basurero satélite de las comunidades de los alrededores.
**Dicen los líderes de San Fernando que esos procedimientos borran el honor del barrio que el año pasado fue nombrado como el mejor en recolección y organización de la basura.
**La Institución Educativa Jorge Eliécer Gaitán, al lado del caño de Alameda, se inunda en tiempos de lluvia.
**La I.E. San Fernando está quedando insuficiente para la población de estudiantes que ahora tiene. Los líderes dicen que se podría ampliar en el mismo terreno donde está, pero no ha habido buena voluntad de parte del Distrito.
**El sentido de pertenencia de los habitantes es nulo.
**Hay dos espacios recreativos: un pequeño parque y el estadio de fútbol. El primero está siendo tomado como basurero y refugio de consumidores de alucinógenos; mientras que el segundo se convirtió en parqueadero de motos.
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