El metro cuadrado en el Centro Histórico de Cartagena puede alcanzar hasta los 17 millones de pesos y una propiedad puede oscilar entre los $1.000 millones y los $5.000 millones.
El incalculable valor histórico que posee esta área de la ciudad ha disparado el precio inmobiliario. En las 100 hectáreas que la conforman existen aproximadamente 1.700 casas, además de 4.500 metros cuadrados de murallas, sin contar zonas verdes y calles.
Calcular el precio de la ciudad antigua de Cartagena es especulativo, pero el planteamiento que hace el director de Patrimonio, del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC), 
Alfonso Cabrera; da una idea de cuánto puede perder no sólo la ciudad sino el país si no se toman los correctivos a tiempo para detener la amenaza que la elevación del nivel del mar representa contra uno de los “patrimonios históricos de la humanidad”.
En concordancia con el crecimiento que ha tenido Cartagena, desde su fundación, el asedio del mar se extiende hacia Bocagrande, El Laguito, Marbella, La Boquilla y toda el área en construcción hacia la Vía del Mar, así como las zonas contiguas a la Bahía y la Ciénaga de la Virgen, lo que agranda la cifra en riesgo.
“La amenaza es seria, pero falta tomar mucha consciencia sobre ello. Se siguen construyendo edificaciones muy cerca de la línea de costa y aun la cuidad no comienza a ejecutar un plan de defensa contra las eventuales inclemencias de la naturaleza originadas por el cambio climático que ya vive el planeta. El problema no es sólo de las administraciones, es de todos”, precisa Cabrera, arquitecto restaurador, quién habla de la posibilidad de abrir un debate para crear un impuesto especial para la prevención de los efectos del cambio climático.
La teoría de Cabrera, quien lleva años trabajando en una investigación sobre la defensa costera de la ciudad, precisa que en comparación con la cifra total de lo que cuesta el Centro Histórico y las demás zonas amenazadas, el precio de ejecutar una solución es alto, pero ínfimo, a la vez.
“¿Cuánto están dispuestos a invertir o a perder los propietarios de los condominios, hoteles, centros comerciales y demás inmuebles situados en las áreas en riesgo”, expone.
UNA SOLUCIÓN "HISTÓRICA" CON TECNOLOGÍA MODERNA
Históricamente Cartagena ha estado sitiada por el mar.
Documentos oficiales de la época de la colonia precisan que en 1669, el ingeniero Juan Betín fue contratado por la corona española para restaurar el tramo de la muralla frente al mar destruido por un violento mar de leva.
Las murallas, edificadas por etapas entre los siglos 16 y 18, fueron objeto de continuos embates marinos. El último y más feroz ocurrió en 1761 cuando un temporal abrió un gran boquete en la mole de piedra, en inmediaciones del baluarte de Santa Cruz, por donde penetró el mar inundando varias calles de la ciudad antigua.
El desastre originó que el virrey ordenara al ingeniero militar y matemático Antonio de Arévalo encontrar una solución definitiva al problema. El resultado fue la Escollera de la Marina, una muralla alterna subacuática que logró alejar el mar 70 metros de la ciudad, creando una playa de sedimentos sobre la que años más tarde se levantaría la avenida Santander.
El 11 de noviembre de 1771 quedó concluida la escollera, después de seis años de trabajo. Hoy, 243 años después, esta obra de ingeniería colonial, a la que nunca se le ha hecho un mantenimiento, es la que sigue protegiendo a Cartagena de la embestida del Mar Caribe, afirma el arquitecto y restaurador Alfonso Cabrera, director de Patrimonio, en el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (Ipcc).
Dos siglos después, la amenaza del mar se cierne nuevamente contra Cartagena con severidad. Los efectos pronosticados del cambio climático urgen un plan de defensa y protección costera para la ciudad.
La subida del nivel del mar, que ya va por 50 centímetros, en comparación con la cota que revelan mapas que datan de más de un siglo es un campanaso de alerta para que las autoridades no sólo distritales sino nacionales posen sus ojos sobre Cartagena, considerada la ciudad protocolaria de Colombia.
La solución, según, la investigación realizada por el Director de Patrimonio de Cartagena, es alejar el mar, tal como lo hicieron los españoles en su momento. Esta vez la propuesta es distanciarlo 200 metros, creando una playa de defensa. El sistema de protección deberá incluir la construcción de una nueva escollera y un articulado de diques y exclusas que permitan un drenaje rápido del exceso de aguas.
“Tenemos los antecedentes de lo que hicieron los españoles, contamos con tecnología de punta y también con profesionales que saben del tema. La ciudad no necesita ornamentos sino verdaderas defensas. El diseño estructural de la obra debe ser realizado con la Academia para disminuir costos”, precisa, Alfonso Cabrera.
LOS DAÑOS ACTUALES
Sin que se tenga certeza de cuánto tiempo pasará antes de que los efectos del cambio climático puedan ser devastadores, los residentes de Cartagena ya sufren algunos de ellos: inundaciones en numerosas áreas y erosión en otras, así como épocas de gran sequía como la que ha caracterizado los primeros meses de este 2014.
Algunos bienes de interés cultural sobre los que se soportó parte de la declaración ilustre que tiene la ciudad de Patrimonio Histórico de la Humanidad, ya están deteriorados. Del Áljive del Tejar de San Bernabé de los Jesúitas, en la Isla de Tierra Bomba, ya no queda nada que rescatar y los pozos contiguos a éste, también, están por desaparecer. Y es que Tierra Bomba es el “cristal” a través del cual se puede ver el futuro de Cartagena si no se toman los correctivos a tiempo.
La Isla, que a mediados del siglo 18 estuvo unida a la península de Bocagrande a través de un istmo y que hoy está a casi dos kilómetros de distancia de Cartagena, se la está tragando el mar. El océano le ha robado más de 30 hectáreas de tierras, en las que han desaparecido tres calles enteras que estaban pobladas (la de El Barrio, la de El Pozo y La Principal) y el número de casas destruidas sobrepasa las 100.
La situación de los fuertes de San José y el Castillo San Fernando de Bocachica, (en inmediaciones de la Isla) construidos sobre bajamares, también es preocupante. El nivel del mar ya alcanzó sus superficies.
Estudios científicos realizados por Invemar entre el 2003 y 2008 precisan que Cartagena ha perdido aproximadamente un 30% de la línea costera debido a la elevación del nivel del mar y a la desaparición de grandes praderas de fanerógamas que fungen como retenedoras de arenas sumergidas. La investigación advierte, que a Cartagena sólo le queda un 10% de este protector natural, en comparación con lo que había hace 50 años. Otro elemento influyente en la degradación del litoral lo constituyen las acciones antrópicas realizadas a los ecosistemas de manglares.
La suma de estos elementos está generando que la línea costera se esté desplazando y todo lo que se encuentre en la línea de costa actual quede en inminente peligro. Esto significa que las millonarias inversiones en hoteles, edificios residenciales que están en La Boquilla, Bocagrande y El Laguito e incluso el Centro Histórico, puedan perderse si no se toma a tiempo una decisión política que ponga en marcha una férrea defensa de la ciudad contra la naturaleza.
La amenaza se extiende a los barrios pobres situados a la orilla de la Ciénaga de la Virgen, a las fábricas y puertos ubicados en el litoral de la Bahía y aun a las áreas céntricas debido al frágil sistema de drenaje que tiene la ciudad.
El diálogo sobre la critica situación que para Cartagena representa el cambio climático merece ser llevado al Congreso de la República en busca de una concientización nacional que lime el centralismo que tradicionalmente ha pesado sobre las decisiones políticas que se requieren para que la provincia crezca con ritmo progresista.
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