Política


Trinidad: la silla vacía de los diálogos de paz

AP

13 de noviembre de 2012 05:27 PM

Esa silla está reservada para un economista de 62 años, amigo de adolescencia de quien sería un futuro presidente e hijo de un senador que hoy está preso en una cárcel de máxima seguridad en las Montañas Rocallosas, donde Estados Unidos mantiene encarcelados a sus terroristas convictos más notorios.
La travesía de Ricardo Palmera desde los más altos círculos sociales de Colombia a los selváticos campos de batalla y, por último, a una prisión en Estados Unidos, refleja la complejidad tanto del conflicto colombiano, como del papel clave de Estados Unidos en el proceso.
Palmera afirma que su compromiso para cambiar una sociedad con enormes inequidades y desigualdades en un momento en que escuadrones de paramilitares de extrema derecha estaban asesinado activistas, y su deseo de no irse del país como "un perro", lo llevó a unirse a una fuerza rebelde que ha secuestrado, extorsionado, ha reclutado niños y los ha convertido en combatientes y ha traficado cocaína para financiar sus actividades. Es un grupo considerado terrorista tanto por Estados Unidos como por la Unión Europea.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, conocidas por todos como las Farc, lo designó como su quinto negociador pese a que está consciente de que su participación es altamente improbable. Lo llaman por su nombre como combatiente "Simón Trinidad" y valoran su capacidad intelectual.
Palmera ahora pasa sus días prácticamente en un estado de aislamiento junto con otros 440 reclusos en una cárcel federal ultra-segura llamada "Supermax" en Florence, Colorado. Allí también están el "Unabomber" Ted Kaczynski, el llamado "terrorista del zapato" Richard Reid y miembros de Al-Qaida.
Palmera cumpliría su sentencia en 2056, a la edad de 106 años. Su más reciente e inusual aparición fue en un vídeo de YouTube, de noviembre de 2010, que lo muestra en una sala de conferencias del penal luciendo un overol amarillo mientras hablaba a través de una conexión de vídeo con un juez colombiano.
Se ve calvo y fornido. Unas cadenas mantienen sus muñecas atadas así como sus tobillos. Dice que unas baterías, atadas a una de sus piernas, permiten a los guardias de la prisión propinarle una descarga eléctrica desde la distancia.
"Tengo más que cinco años en total y completo aislamiento sin poder ni intercambiar conversaciones con nadie porque no hablo el idioma. Ni me han permitido ni estudiar el idioma", dice. "Entonces la tortura psicológica que no deja huellas visibles es peor que la tortura física", afirma.
A Palmera le permiten el contacto directo únicamente con su abogado, un defensor público, y su familia inmediata. Tiene 45 minutos de llamadas al mes, que usa para hablar con su hermano Jaime, con su madre de 92 años de edad y su hijo de 38, Manuel, que no había visto a su padre durante dos décadas antes de que se encontraran en una corte de Washington hace seis años.
Otra hija, Alix María, murió en 2010 junto con su madre, una guerrillera, cuando aviones del gobierno atacaron un campamento de las Farc. La adolescente estaba de visita durante unas vacaciones escolares.
Palmera fue capturado en 2004 en Quito mientras intentaba negociar la libertad de rebeldes presos a cambio de tres contratistas estadounidenses que las Farc habían tomado como cautivos. Los estadounidenses fueron rescatados cuatro años más tarde, junto con la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt.
Palmera fue extraditado a Estados Unidos y un jurado en Washington lo declaró culpable de conspiración. Fue sentenciado a 60 años de prisión, aunque los fiscales no presentaron ninguna prueba de que estuviera involucrado directamente en la captura de los hombres o su privación de la libertad. Las Farc lo consideran un prisionero de guerra.
Muchos colombianos creen que el proceso penal contra Palmera fue, ante todo, un gesto de Estados Unidos de apoyo político al entonces presidente Álvaro Uribe, que ha debilitado enormemente a los rebeldes con más de 7.000 millones de dólares en ayuda desde 2000 y una estrecha coordinación militar.
"El gobierno de los Estados Unidos haría un gran aporte a la reconciliación de la familia colombiana facilitando la participación de Simón (Trinidad) de cuerpo presente en esta mesa", dijo el principal negociador de las Farc, Iván Márquez, en la inauguración de las conversaciones el 18 de octubre en Noruega.
El gobierno de Colombia aún no ha hecho ninguna solicitud, por lo que se trata de "una pregunta hipotética", dijo William Brownfield, el asistente de la secretaria de Estado norteamericana para el cumplimiento de la ley y la lucha contra el narcotráfico, quien fue embajador en Bogotá entre 2007 y 2010.
"Nos sentimos muy cómodos sobre dónde está en este momento", dijo Brownfield a The Associated Press.
Algunos estadounidenses con seguridad se opondrán a cualquier intento de liberarlo. "Él ha sido condenado por un delito y tiene que pagar su condena", dijo Marc Gonsalves, uno de tres secuestrados que se convirtieron en peones dentro de un complejo ajedrez que buscaba intercambiar prisioneros de las Farc por los secuestrados.
Los estadounidenses fueron capturados en febrero de 2003 cuando su avión de vigilancia sufrió una falla mecánica y se estrelló en territorio rebelde. Ellos dicen que estaban en una misión antinarcóticos. Las Farc dice que estaban espiando.
"Cuando yo era un rehén mi familia y mis amigos trataron de enviarme correspondencia", dijo Gonsalves. "Intentaron enviarme cartas, trataron de enviarme cosas para ayudarme a sobrevivir en la selva. Trataron de averiguar si estaba aún vivo o muerto. Pero las Farc, entre ellos Simón Trinidad, no nos permitían recibir ninguna palabra del mundo exterior. Por el contrario, me mantuvieron aislado. Me pusieron una cadena alrededor del cuello. Me apuntaron con un fusil a la espalda".
Dos procesos por tráfico de cocaína terminaron en votaciones divididas y no concluyentes de parte de los jurados y una corte de apelaciones encontró irregularidades judiciales en un segundo caso por ser coautor del secuestro de tres contratistas estadounidenses, y por el cual fue condenado a 60 años.
Esa es la máxima pena que podría haber recibido de acuerdo con el tratado de extradición suscrito entre Colombia y Estados Unidos.
Pese a ello, una petición para un nuevo juicio fue rechazada con el argumento de que no había ninguna duda de que Trinidad había conspirado "para detener a varios ciudadanos estadounidenses a fin de ser utilizados como moneda de cambio".
El ex presidente colombiano Andrés Pastrana recuerda a un Trinidad muy distinto. Los dos hombres compartían el mismo círculo de amigos cuando eran estudiantes universitarios en la década de los 70 en Bogotá.
"Simón siempre se caracterizaba por ser el mejor, por ser el más pilo (brillante)", dijo Pastrana a la AP. "Era el mejor vestido. Salía con las niñas más lindas", dijo Pastrana. "Era el que mejor estaba de todos nosotros. Él era el único que tenía una tarjeta de crédito en ese momento".
El padre de Pastrana, Misael, era presidente de Colombia en aquellos años. Después de la universidad Trinidad regresó a su ciudad natal, Valledupar, a una sociedad semi-feudal en la que los campesinos tienen poco o ningún acceso a la propiedad de la tierra o a servicios de salud.
En 1979, el sentimiento de indignación de Palmera se agitó cuando los soldados lo detuvieron durante cinco días y lo acusaban de ser guerrillero. La familia movió los hilos del poder para conseguir su liberación. Otros tres hombres atrapados en la misma redada fueron asesinados más tarde.
Palmera supervisó la finca ganadera de su familia así como sus cultivos de algodón. El y su esposa, Margarita Russo, fueron gerentes de banco mientras él enseñaba en la universidad pública local.
La pareja se involucró en la política para respaldar a Luis Carlos Galán, político liberal que más tarde sería asesinado por orden del capo de la cocaína, Pablo Escobar.
A mediados de la década de 1980, las Farc llegaron a una tregua con el gobierno y formaron un partido que era su brazo político. Lo llamaron la Unión Patriótica. El círculo político en el que Palmera estaba activo, Causa Común, decidió unirse a él.
Esta fue una decisión que marcaría su futuro. A lo largo y ancho de Colombia, escuadrones de la muerte comenzaron la masacre sistemática de, al menos, 3.000 activistas de la Unión Patriótica.
Después de que dos de sus allegados fueron asesinados a mediados de 1987, "llegaron las amenazas a todos nosotros, a mí, a mi esposa, a mis hijos. `O se van o se mueren hijos de putas comunistas, guerrilleros"', dijo Palmera en el vídeo de YouTube.
Entonces envió a su esposa y sus dos hijos a México, pero él decidió quedarse. Hizo una cita para reunirse en Bogotá con Jaime Pardo Leal, candidato presidencial de la Unión Patriótica. Pero en la víspera de la reunión, el 11 de octubre de 1987, Pardo Leal fue asesinado.
Así que le escribió a un contacto que tenía en las Farc, Adán Izquierdo, preguntándole qué hacer. "Yo no me voy del país como un perro con el rabo entre sus piernas", le dijo.
Izquierdo lo invitó a la selva para conocer a los máximos líderes y cofundadores de las Farc, Manuel Marulanda y Jacobo Arenas.
Arenas intentó persuadirlo de que, a los 37 años y con sus credenciales, él era más útil como un activista civil que como combatiente.
Luego llegó la noticia de una nueva masacre de seis jóvenes activistas en Medellín. Palmera decidió quedarse y combatir, y adoptó parte del nombre del prócer de la independencia de países suramericanos del imperio español en el siglo XIX: Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte y Blanco.
"Si uno es realmente un revolucionario, un bolivariano, uno no dura ni un día echando discurso en una plaza pública", dijo. "Por eso soy guerrillero".

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