En la localidad de Punta Arena (isla Tierrabomba) hay un sector que se llama “Señora Ubaldina”, donde vive Ubaldina Carrillo, una mujer de casi cien años, quien ya perdió la cuenta de las veces que su casa ha sido agredida por los mordiscos del mar.
Unas cuatro viviendas antes vive Ismenia Pérez Ramos, casi centenaria como Ubaldina, quien en la pasada arremetida del mar estaba, como siempre, sentada en su silla de ruedas, observando en la terraza el vaivén de sus paisanos y devolviéndoles los saludos.
De pronto empezó la bronca del mar contra las casas, pero Ismenia se quedó inmóvil y no permitió que sus hijos y nietos rodaran la silla hasta el patio de la casa, “porque lo quiero es que el mar me lleve y me mate, para ver si así se les conmueve el corazón a los de la Alcaldía y vienen a ponernos el espolón”.
Como cualquiera de los barrios pobres de Cartagena, Punta Arena tiene un cúmulo de necesidades por resolver, pero el asunto que más parece preocupar a la comunidad es el de la erosión costera, que ya se comió una calle e inutilizó tres viviendas.
En una de ellas vivía Ubaldina Carrillo. Ahora está en otra a la cual también se le notan por todas partes las huellas de los huracanes y la intromisión del agua salada en las recámaras, el patio, la cocina, el baño y la sala, donde hay dos neveras montadas en ladrillos para que las olas no las saquen de servicio.
Ana Díaz Martínez, delegada de la Junta de Acción Comunal, afirma que la erosión no solamente amenaza las viviendas, las calles y los postes del alumbrado público. También afecta la estabilidad laboral de los nativos, la mayoría de los cuales vive del turismo y la pesca.
Agrega que, pese a la gravedad que muestran las incursiones marinas, el pueblo recibe poca ayuda del Gobierno Distrital, ya sea para la construcción de una protección costera o para la reconstrucción de viviendas o reubicación de familias, si es lo pertinente.
“Algunos de los muros que medio protegen el pueblo, los construimos nosotros. Pero, con el tiempo, el mar también los ha ido desmoronando. Después, apoyamos a los compañeros de Tierrabomba con todas las protestas que hicieron, y el Distrito nos incluyó en un proyecto macro, con el cual se empezó a construir un espolón que de pronto se paralizó”, relata Díaz Martínez.
Dice, además, que sin importar lo que ellos llaman “falta de interés del Distrito”, siguen enviando solicitudes a las autoridades, “pero siempre nos responden que no hay dinero para construir esas protecciones y que nos toca esperar un poco más”.
Según las señoras Ubaldina e Ismenia, en tiempos pretéritos las subidas de la marea siempre se esperaban en enero, “pero ahora ocurren en el cualquier momento”, comentan; y Ana Díaz les explica que se trata del cambio climático, para el cual el pueblo tampoco estaba preparado.
Como se ve, si a los puntareneros se les pregunta por sus necesidades de más urgente solución, parecería que todos se pusieran de acuerdo para decir la construcción de una protección costera que reduzca los embates del mar.
Pero, al mismo tiempo, debe reconocerse que pese al panorama de destrucción que se nota en el sector Señora Ubaldina, en términos generales Punta Arena es un pueblo de aspecto agradable, donde no existen el alcantarillado ni las calles pavimentadas, pero tampoco se ven barriales dejados por el invierno ni los malos olores de las aguas servidas que sí se perciben en otros barrios donde no hay saneamiento básico.
La energía eléctrica, llevada por el cableado submarino hace casi veinte años, fluctúa de vez en cuando, mientras que el servicio de gas domiciliario no ha sido instalado, pero los nativos más antiguos suelen afirmar que el “pueblo está mucho mejor que hace cuarenta años y mejor que algunos corregimientos de Cartagena”.
“Lo malo es que prácticamente no tenemos puesto de salud”, advierte Ana Díaz Martínez, quien explica que anteriormente los nativos contaban con un pequeño local donde se recibía buena atención médica, pero en 2015 aparecieron los funcionarios del Dadis diciendo que demolerían el local para levantar unas instalaciones más cómodas y modernas.
“Entretanto, abrieron una casa como sitio de contingencia, mientras hacían el nuevo puesto de salud, pero todavía estamos esperando”.
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