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Amanece el gran día de la boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton

AFP

29 de abril de 2011 12:01 AM

Londres amaneció este viernes engalanada para celebrar la largamente esperada boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton en la abadía de Westminster, ante una audiencia planetaria estimada de 2.000 millones de telespectadores. 

Unos 1.900 invitados asistirán a este enlace que ha sido ensayado y reensayado para que todo salga a la perfección, pero que sigue a la merced de la lluvia en una ciudad repleta de banderas y de fotos de los novios. 
Desafiando los pronósticos del tiempo y las frescas temperaturas, miles de admiradores del hijo de la princesa Diana y de su prometida acamparon o pasaron la noche a la intemperie en las inmediaciones de la Abadía y a lo largo de la ruta que los flamantes esposos recorrerán antes y después del enlace. 
Mientras tanto, Guillermo y Kate pasaron su última noche de soltería -y de nervios- arropados por sus familias respectivas, él en Clarence House, la residencia de su padre, el príncipe Carlos, ella en un elegante hotel. 
La policía, que debe desplegar 5.000 agentes por toda la ciudad, cerró al tráfico las calles del centro de la capital antes del comienzo de la ceremonia anglicana, programada a las 11H00 de la mañana (10H00 GMT), aunque los invitados de menor rango están convocados más de dos horas antes. 
A esa hora llegará la futura princesa Catalina, de 29 años, para revelar al mundo su secreto mejor guardado, el vestido de novia, tras meses de especulaciones apuntan cada vez más claramente a que fue diseñado por la sucesora del desaparecido Alexander McQueen, Sarah Burton. 
Ataviado con el unifome de coronel de la Guardia Irlandesa del ejército británico -guerrera roja, pantalón negro y gorra de plato-, Guillermo, de 28 años, llevará 45 minutos esperándola en una iglesia transformada en un jardín inglés, con miles de flores y árboles en el pasillo central que lleva al altar. 
En las primeras filas se sentará la familia real británica, encabezada por la reina Isabel II, que ve en esta boda una oportunidad de dar aires más modernos a la monarquía, 30 años después de la de Carlos y Diana. Esa unión dejó paso a un tortuoso matrimonio que terminó en divorcio un año antes de la muerte de la “princesa del pueblo” en un accidente de coche en 1997. 
Frente a la soberana y al príncipe Carlos, su heredero por delante de Guillermo, se sentarán los padres de Kate Middleton, Michael y Carole, ex empleados de British Airways reconvertidos en millonarios empresarios. 
La reina Sofía de España, los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, y los príncipes de Holanda, Guillermo y Máxima, también ocuparán lugares de honor en la iglesia, donde finalmente no estarán ni el príncipe de Bahréin, que renunció a asistir, ni el embajador de Siria, a quien el jueves se le retiró la invitación debido a la violenta represión de las manifestaciones en su país. 
Bajo la imponente nave gótica, la pareja se dará el “sí quiero” en el día de Santa Catalina de Siena. Kate no jurará obedecer a Guillermo en sus votos matrimoniales, sino “amarle, confortarle, honrarle y cuidarle”, pero recibirá alianza, contrariamente al príncipe, que optó por no llevar anillo. 
Tras firmar el registro en privado, lejos de las cámaras y de los cerca de  7.000 periodistas que cubren el evento más mediático del año, los recién casados saldrán a saludar a sus admiradores, quienes deberían descubrir en el programa oficial el mensaje de agradecimiento de la pareja. 
“El afecto que nos ha mostrado tanta gente desde nuestro compromiso ha sido increíblemente conmovedor y nos ha llegado hasta lo más profundo”, escribieron. 
Guillermo y Kate regresarán entonces en carroza -descubierta, si no llueve a cántaros- al palacio de Buckingham Palace, pasando por el Parlamento, Downing Street, Horse Guards Parade y el Mall, la gran avenida en la que el príncipe se acercó a saludar por sorpresa la noche del jueves a una muchedumbre que en las próximas horas podría alcanzar el medio millón de personas. 
El otro momento clave del día será la aparición de los posibles futuros reyes en el balcón del palacio, donde deberían sellar públicamente con un beso su matrimonio tras ocho años de relación y varios de vida en común. 
Mientras, 650 privilegiados disfrutarán de un almuerzo ofrecido por la reina, antes de la cena de gala organizada por la noche para los 300 familiares y amigos más cercanos, tras lo cual Buckingham se transformará en discoteca.
 

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