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Kate y Guillermo: historia con boda real

REDACCIÓN MUNDO

30 de abril de 2011 12:01 AM

Aunque sabían que eran vistos por miles de millones de personas, la pareja pareció lograr, por momentos, estar en su propio mundo privado, tanto en la Abadía de Westminster como en el balcón del Palacio de Buckingham. 
Guillermo le habló en susurros a Kate, quien irradiaba alegría, cuando se comprometieron a una vida en común en la iglesia, luego de un sencillo “sí quiero”. 
Tras un paseo ceremonial por Londres, se dieron no sólo uno sino dos besos, dulces y un tanto tímidos, cuando aparecieron en el balcón del palacio. Guillermo se sonrojó un poco en antesala al esperado momento. Poco después, una fila de aviones antiguos y modernos de la Fuerza Aérea británica sobrevoló la multitud. 
“Ha sido un evento impresionante, impactante, muy emotivo. Una ceremonia bien plameada y ejecutada a la perfección. El Reino Unido tuvo su cuento de hadas hecho realidad”, dijo a The Associated Press Mauricio Rodríguez, embajador de Colombia en el Reino Unido, uno de los 1.900 privilegiados que asistieron al evento en Westminster. 
“La boda ha sido una combinación muy buena entre las tradiciones del pasado y el homenaje a la historia y un toque de modernidad de dos jóvenes (Guillermo y Kate), universitarios y sencillos”, añadió. 

LA SONRISA DE KATE
Para gran parte del mundo, la boda fue una espectacular introducción al carisma cautivador de Middleton. A pesar de la presión, la chica de 29 años se desenvolvió con una sonrisa relajada y un sentido de decoro apropiado para la ocasión. 
Luego de la ceremonia, le hizo reverencia con soltura a su nueva abuela, la reina Isabel II, compartiendo con naturalidad el escenario con una mujer que ha reinado desde 1952. Para muchos británicos, fue la primera vez que presenciaron a una novia tan serena y hermosa desde la juventud de la reina. 
El vestido de Middleton, el secreto mejor guardado de la boda, despertó exclamaciones de admiración cuando salió del Rolls-Royce en el que llegó con su padre a la abadía. En contra de los pronósticos, el sol iluminó el día a través de las nubes grises, justo en ese momento. 
El vestido de novia color marfil con encajes fue diseñado por Sarah Burton de la casa Alexander McQueen, y Kate llevaba el pelo parcialmente recogido con una tiara. Lucía, asimismo, unos impactantes zarcillos de diamantes que fueron un regalo de sus padres. Guillermo vestía el uniforme escarlata de la Guardia Irlandesa, una señal de apoyo a las fuerzas armadas y un refuerzo para su imagen de militar de carrera. 

TÍTULOS
El primer regalo de la realeza provino de la reina: los títulos de duque y duquesa de Cambridge. 
La policía metropolitana calcula que un millón de entusiastas se congregó en las calles para saludar a los novios, con cerca de medio millón reunido cerca de las calles centrales de Londres intentando ver el primer beso de casados de Guillermo y Kate. 
“Hemos visto a millones celebrar sin distingo de edades, todos conmemorando esta enlace”, explicó Rodríguez. “Ha sido un homenaje a esta gran nación, a la historia, a las tradiciones del Reino Unido y al mismo tiempo un excelente mensaje de unión en torno a la monarquía”. 
La madrina Pippa Middleton llevaba un vestido y peinado sencillos, en tanto el padrino, el príncipe Enrique, vestía uniforme militar de parada. Las niñas del cortejo estaban ataviadas con vestidos color crema y flores en el cabello. 
Los novios recitaron sus votos sin titubear ante el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams. 
La abadía fue decorada con árboles de arce y carpes en el camino hacia el altar, mientras la luz se filtraba por los ventanales arqueados del icónico recinto. 
“Ha sido una boda muy sobria y muy bien organizada, pero quizá un poco fría”, señaló el español Ricardo Mateos, experto en la realeza europea. “Desde luego, el perfil de la boda ha sido bajo, ajustado al lugar que Guillermo ocupa en la sucesión al trono, que es el segundo, por detrás de su padre el príncipe Carlos”. 
“Me ha sorprendido la cantidad de personas congregadas en las calles y la decoración con los árboles en Westminster, en la que estoy seguro que Carlos, gran amante de la naturaleza, ha tenido mucho que ver”, agregó. 
El palacio planeaba dos fiestas, una ofrecida por la reina para 650 invitados y otra con música bailable, para unas 300 personas cercanas a la pareja. 
Entretanto, se realizaban cientos de fiestas callejeras, en las que los británicos celebraban la monarquía y extranjeros se deleitaban con sus tradiciones. Las festividades reflejaron el apego que los británicos aún tienen por la realeza, que sigue siendo un símbolo de unidad y orgullo. 
“Es muy emocionante”, dijo el primer ministro David Cameron. “Anoche me encontré con gente durmiendo en las calles. Hay un ambiente de entusiasmo que es difícil describir... es una oportunidad para celebrar”. 
Otros, sin embargo, no están de acuerdo. 
John Deery, un residente del oeste de Londres de 45 años, dijo que la familia real era “injustificable” en estos tiempos. 
“Lo que quiero es una alternativa democrática a la monarquía”, señaló. 
La realeza tiene la gran esperanza de que un final feliz en la unión entre Guillermo y Kate borre los tormentosos episodios del matrimonio del príncipe Carlos y Lady D.  

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