Sucesos


Le chocaron la moto y por eso mató a vigilante

EL UNIVERSAL

21 de junio de 2010 12:01 AM

Fue un simple choque, sin lesionados. Ninguna de las dos motos resultó con daños visibles, ni siquiera con rayones, pero la intolerancia cobró la vida del vigilante Jorge Luis Cabarcas Cassiani aquella tarde del 28 de agosto del 2005. Ese día, a las 6, Cabarcas regresaba a su casa, en el barrio Líbano, acompañado de su amigo Édgar Machacón Imitola, cuando un leve accidente se convirtió en una absurda tragedia. “Ese accidente no daba para tanto, pero este es el país en que vivimos, sin tolerancia no se puede vivir”, recuerda el principal testigo de lo ocurrió esa tarde en la Avenida Pedro Romero. Casi cinco años después, los testimonios, las pruebas y la decisión del Juez Primero Penal del Circuito de Cartagena han evitado que este crimen quede en la impunidad. Los asesinos de Jorge Luis han sido condenados a 25 años y 6 meses de cárcel por los delitos de homicidio agravado, y porte o fabricación de armas de fuego o municiones. Davinson Guerrero León y Rolando Arévalo Garvia también tendrán que pagar a favor de la familia del difunto 50 salarios mínimos legales mensuales vigentes por los perjuicios morales que les causaron. Davinson cumple la pena en la Penitenciaría de Ternera. Rolando aún huye. El crimen Cabarcas Cassiani trabajaba como vigilante en una empresa privada. Ese domingo descansaba. La moto que conducía, una FZ-50, se la prestó a un amigo. A las 5 p.m. buscó en su casa a Édgar y se fueron a Olaya Herrera. Una hora después ya estaban de regresa. “Veníamos de visitar a unos amigos en Olaya Herrera. Nosotros íbamos en nuestro carril. Ya llegando al barrio había un bus que estaba a un lado de la vía en sentido contrario y en eso nos salió de frente otra moto. Nos tropezamos y todos nos caíamos al suelo. A las motos no les pasó nada, tampoco a los cuatro, nadie resultó golpeado. “Discutimos unos momentos con los sujetos pero nos fuimos enseguida. Los tipos nos siguieron y más adelante nos alcanzaron. Otra vez comenzamos a discutir y nos fuimos a los ‘puños’. Las cosas se calmaron después de diez minutos. Pensamos que las cosas se habían arreglado, pero no fue así...”,. Jorge y Édgar siguieron su recorrido y se sentaron después en un andén que separa los barrios República del Líbano con Olaya Herrera. Allí, dice el testigo, se quedaron unos minutos mientras esperaban a unos amigos que ellos habían llamado por celular para que los ayudaran con lo que había pasado. Para ese entonces ya la Policía conocía del caso de riña que se había presentado y se le había ordenado a una patrulla que se trasladaron al sitio en mención. Quienes llegaron primero a ese sitio fueron los dos hombres involucrados en el per-cance sucedido minutos antes. Esta vez no hubo discusión ni pelea a ‘puños’. “Los tipos llegaron disparando. A Jorge le dieron un tiro en la pierna y otros dos en la espalda. No sé cómo no me dieron a mí ni a los niños que estaban cerca”, relata el testigo. Cabarcas Cassini murió mientras era trasladado a una clínica. A uno de los asesinos lo capturó la Policía en una persecución que se extendió al barrio Chiquinquirá. Davinson fue sorprendido cuando pretendía esconderse en su vivienda. El arma homicida se la llevó su compinche, pero le inmovilizaron la moto Yamaha, de placa YGR-20. “No fui yo” A Rolando Arévalo lo procesaron como persona ausente. Davinson dijo durante el juicio que el no fue quien disparó. Asegura que desconocía que Arévalo Garvia estaba armado y que éste lo amenazó con dispararle si no encendía la moto y huían del lugar. Eso mismo sostuvo su defensor en audiencia pública. Davinson también alegó que nunca fue capturado, que por el contrario él se entregó a la Policía. Los uni-formados que lo retuvieron refutaron esa versión. “Resulta increíble su versión, por cuanto desde el primer altercado que tuvieron víctima y victimarios, éstos últimos deciden marcharse del barrio, atendiendo qué, obviamente, sus contrincantes eran numéricamente mayor, pues sus amigos residen en ese barrio. “Entonces, no iba a regresar a un sitio donde sabía que lo esperaban varios hombres, sin la ayuda de un arma, y mucho menos, sólo porque Rolando Arévalo se lo haya pedido. Davinson trata de mostrarse alejado de la riña inicial, cuando se sabe que fue a él a quien golpeó el difunto cuando colisionaron las motos”, relata el juez en su fallo.

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