Sucesos


Su furia acabó con la vida de una abuela y su nieta

EL UNIVERSAL

19 de julio de 2010 12:01 AM

Adalberto no apareció de la nada. Sentado en un palo, frente al mar, duró más de 30 minutos esperando que sus víctimas quedaran solas. Cuando por fin se dio lo que quería, desató su furia contra una abuela y sus dos nietas. Ana Elvira López Franco, de 65 años; y las hermanas Diana Elvira y Lina María Ortega Castellanos, de 5 y 15 años, respectivamente, terminaron pagando la supuesta infidelidad que existía contra Adalberto Marrugo Narváez. Según testigos, el ebanista, de 31 años y residente en Da-niel Lemaitre, atacó a cuchilladas y con un pico a las tres mujeres indefensas. Ana Elvira recibió 25 puñaladas y murió en un solar contiguo a su casa. A la niña, de 5 años, también la atacó con un cuchillo y la dejó sin vida en la habitación donde veía televisión. Lina María fue agredida en la cabeza con un pico que el asesino agarró en la puerta. La adolescente lucha por su vida en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Naval. Los médicos dicen que tiene trauma craneoencefálico severo con pronostico reservado. Una hermana de Diana y Lina, de 8 años, se salvó porque compraba bicarbonato en la tienda. Fue ella quien descubrió el sábado, a las 8:45 de la noche, la tragedia que enluta al corregimiento de La Boquilla. Vivió con ellas Adalberto vivió en casa de sus víctimas más de una se-mana. Allí comió, jugó y hasta durmió. En el sector Boquillita, en lo último de La Boquilla, sus habitantes aseguran que llegó hace unos 15 días en busca de su novia, Erica, quien lo abandonó para irse a ese corregimiento. Erica es amiga de Rocío Castellano, quien es hija de Ana Elvira y madre de Diana y Lina. En vista por lo que le pasaba, Rocío resolvió darle hospedaje. Hace una semana, Adalberto se presentó a esa vivienda. Al no poder convencer a su novia de regresar, se quedó viviendo en casa de Ana Elvira tras recibir su consentimiento. La pareja se fue de La Boquilla hace unos días y no volvieron a saber de ellos. A las 8:30 p.m. del sábado, Iván Ortega y su mujer Rocío salieron a hacer un mandado en la moto que éste utilizaba para trabajar. En casa dejaron a Ana Elvira con sus nietas. Adalberto los vio salir. Óscar Ayala, un vecino de Ana Elvira, pasó cerca de él y se dio cuenta quien era, pero no le prestó atención. Él dice que no sospechó nada raro, pues a la larga muchos saben que vivió en esa casa. Óscar siguió su camino. Adalberto aprovechó que no estaban Rocío e Iván para lle-gar a la casa. No le fue difícil entrar. Saludó a Ana Elvira y le dio mil pesos a la niña, de 8 años, para que le comprara bicarbonato. Enseguida preguntó por Erica. En vista que no le daban razón de ella, se enfureció y cobró su rabia con quien no debía. No se sabe a quién atacó primero. Ana Elvira y su nieta, de 15 años, estaban en esos momentos en la sala, viendo un programa de concurso por televisión. La niña que estaba en la tienda regresó a los 5 minutos. Gritó al ver al asesino con un pico en sus manos y a su hermana agonizando en la sala. Dos jóvenes pasaban en esos momentos por el frente de la casa. El agresor salió corriendo. Los vecinos de las víctimas se acercaron a la vivienda y al descubrir los cuerpos se fueron a perseguir al sospechoso. Óscar Ayala también escuchó a la niña. “Me devolví y vi primero a la señora Ana en el callejón de la casa. El tipo la sacó arrastrando de la vivienda. A Lina la vi en la sala, como aún estaba con vida corrí con ella al puesto de salud. Otros se dedicaron a perseguir al tipo”, cuenta. En la sala, dice Óscar, halló el bicarbonato y los 800 pesos en cuatro de 200 que la niña tiró al entrar. Iván Ortega se enteró de lo ocurrido en su casa unos 20 minutos después, al regresar por algo que dejó olvidado. “Fue algo macabro lo que vi”, recuerda. “Me están robando” Adalberto cruzó La Boquilla a pie. Llegó a la Vía del Mar y se metió en un edificio de los nuevos. Al vigilante le dijo que la gente que lo perseguía lo quería atracar. El portero le creyó y le dio protección. La Policía se hizo presente, pero ya para entonces se sabía que pasó en Boquillita. Los vecinos y amigos de la víctima quedaron enfurecidos. “A este tipo no tenían porque protegerlo. No es boquillero, pero si fuera, también lo hubiéramos cogido a palo. No hay razón que su rabia porque lo dejaron la haya cogido con tres mujeres que no saben que sucedía”, manifiesta un allegado de Ana Elvira. Marrugo Narváez fue trasladado en una patrulla de La Boquilla al Comando de la Policía. Luego, quedó a disposición de la fiscalía. Ayer, un Juez de Control de Garantías decidía su situación jurídica en audiencia de legalización de captura e imputación de cargos. El coronel Hugo Casas, subcomandante de la Policía, dice que el sospechoso de homicidio tenía una relación desde hacía meses con la mujer que fue a buscar. “Se enfureció al no encontrarla en la casa y arremete contra las víctimas”, precisa. En La Boquilla hay rabia y dolor. Ana Elvira y Diana Ortega serán sepultadas hoy en el cementerio de esa localidad.

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