La vida parece haberse ensañado con Magalis Madera González y los suyos. En el corregimiento de Montelíbano (Córdoba), la mujer de 53 años vivía con su esposo Rafael Mendoza Díaz.
Pese a la acción de grupos ilegales armados en la región, la pareja y sus seis hijos vivían felices. Trabajaban en una mina de oro y ello era un negocio de familia. Con la extracción del mineral tenían para suplir sus necesidades básicas, vivir dignamente y hasta les alcanzaba para pagar las “vacunas” que los grupos armados les exigían para poder desarrollar la minería.
Sin embargo, hace unos doce años la estabilidad que tenían quedó en la nada y su vida cambió para siempre. La familia fue desterrada, resquebrajada y obligada a salir de la tierra que paría el oro porque otros querían beneficiarse de esta a como diera lugar. Magalis prefirió dejar todas sus pertenencias y conservar su bien más preciado: la vida.
Por eso, la mujer de 62 años se vino a Cartagena con los suyos, que fueron llegando a retazos. “Yo mandé a buscar a todos mis hijos, porque algunos trabajaban en el monte y hasta se los llevaban a cultivar coca y eso era un peligro. Por eso me los traje”, recuerda tristemente Magalis.
Sin embargo, mientras la familia buscaba la felicidad y una mejor forma de vida en Cartagena, la tragedia acaeció sobre ellos. En un abrir y cerrar de ojos, Magalis perdió a cuatro miembros de su familia.
Murieron en el desplome del edificio Portales de Blas de Lezo II, tragedia que hoy cumple un mes y en la que murieron 21 obreros en total y otros 22 resultaron heridos.
Otros tres familiares de Magalis salieron heridos, entre ellos sus hijos mellizos Mario José Márquez Madero y Alex Enrique Madero González, de 31 años. También su nieto Óscar Bracamonte Díaz, quien pese a ser un menor de 15 años, laboraba en el edificio en construcción. Los familiares a los que perdió fueron su esposo, sus hijos de crianza Over Doney Pastrana Yánez y José David Pastrana Yánez, de 21 y 18 años; y su yerno Wilmar Tirado Paternina, quien tenía 33 años.
“La vida nos cambió, es un dolor terrible”
Magalis recuerda que cuando su esposo se vino a Cartagena estaba enfermo, pero luego se repuso y empezó a trabajar en construcciones de Wilfran Quiroz Ruiz, responsable de la obra del edificio Portales de Blas de Lezo II. El 23 de abril, Rafael Mendoza empezó a trabajar allí como obrero. “Dos días antes, ya mi nieto de 15 años había empezado a laborar en esa construcción. También estaban mis dos hijos mellizos, mis dos hijos de crianza y mi yerno”, aseveró Magalis.
Sin embargo, el jueves 27 de abril, a las 10:30 de la mañana, el edificio se desplomó. Antes de ello, obreros temían que pasara tal cosa, pues notaron rajas en la parte baja de la edificación y algunas paredes húmedas. Sin embargo, siguieron trabajando.
El Portales de Blas de Lezo II se desplomó y en ese momento el menor Óscar Bracamonte estaba en la parte de arriba del edificio. Contó a los suyos que sintió cuando el piso se inclinaba hacia un lado y de repente en crujido estrepitoso que quedó envuelto en una nube de humo y escombros que saltaban.
El menor quedó atrapado entre los escombros y sufrió fracturas en la pelvis y una pierna, pero solo una hora después lo rescataron. Así mismo, fueron rescatados sus hijos mellizos Alex y Mario. Sin embargo, quienes no contaron con la misma suerte fueron su marido Rafael, su yerno Wilmar y sus hijos de crianza, José y Over, quienes murieron.
“Mi marido quedó atrapado entre los escombros. Se dio un golpe en la cabeza, pero eso no fue lo que le causó la muerte. En el lugar donde estaba quedó sin oxígeno y se asfixió, dicen los médicos. A mis hijos y mi yerno los encontraron después, sus cuerpos estaban descompuestos y no los pudimos ver. A todos los llevamos a Planeta Rica, allá los enterramos”, recordó Magalis.
Le desvalijan la casa
Pero no solo esa fue su cruz. Dice que mientras dejó su casa sola en Nelson Mandela, para ir a atender a sus parientes heridos y a enterrar a los fallecidos, ladrones se metieron y se robaron casi todo.
Lo poco que encontró al regresar lo guardó donde vecinos y luego, poco a poco, los ladrones desvalijaron la casa que su marido había construido con tanto esfuerzo.
Ahora, la mujer de 52 años vive en casa de una hija en El Nazareno junto a los familiares que sobrevivieron. Todos los días sale a atender a los heridos: Alex, que aún sigue internado en el Hospital Universitario por una fractura de cadera. A su nieto Óscar le dieron de alta el miércoles pasado.
“Con los muertos nos tocó más fácil porque los enterraron y nos quedó el dolor. Pero con los heridos quedó más. Quedó el dolor que uno ve a sus caminando como no es. Mas que mi hijo Alex tiene cuatro hijos y ahora no puede hacer nada por la fractura en la cadera. Tuvo que sacar a los hijos de la casa y mandarlos al pueblo porque no tienen cómo mantenerlos, y allá no sabemos ni con qué comen. Los Quiroz no se han reportado con nada. Yo le pedía Dios que sacara de esos montes a donde se llevaban a mis hijos a cultivar coca, porque esa era plata sucia. Yo le pedía que me los trajera conmigo y me cumplió, pero mire lo que pasó. No sé por qué nos ha pasado esto. La vida nos cambió, es un dolor terrible y necesitamos que nos ayuden”, concluyó con los ojos inundados de lágrimas Magali, una mujer que sufre, pero con talante para asumir la tremenda prueba que le ha puesto la vida.
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