Residentes del conjunto residencial Los Girasoles, uno de los que rodean al cementerio de Manga, se quejaron de los malos olores que, según ellos, emanan de ese camposanto.
Afirmaron que la semana pasada, en varios apartamentos, se percibían los hedores, pero creyeron que se trataba de algún roedor muerto o de algún reptil o ave que habían fallecido sobre alguno de los techos, pero revisaron por todas partes y no se encontró la fuente de las vaharadas que decían percibir.
En consecuencia, asumieron que la molestia provenía del cementerio, dato que comunicaron a los sepultureros y a este medio.
Ayer, El Universal, en compañía del vicepresidente de la Asociación de Vecinos de Manga (Asomanga), César Fuentes Henao, visitó el cementerio y, después de un recorrido, no se percibió ningún mal olor.
Rigoberto Pino Zúñiga, uno de los sepultureros, aseguró que el viernes, el sábado y el domingo pasados recibieron la visita de funcionarios del Dadis con quienes detectaron varias bodegas que tenían pequeñas fisuras, debido a su antigüedad.
Esas bóvedas fisuradas pudieron, en algún momento, haber tenido filtraciones que generaron las quejas del vecindario, por lo cual se procedió a resanarlas.
También se determinó no volver a utilizar las bóvedas que están pegadas a la pared que limita con Los Girasoles, conjunto habitacional a orillas de la Calle California.
Jorge Morelos Muñoz, director del despacho de Ambiente y Salud del Dadis, comentó que en realidad semanas atrás se había establecido que de ese lado no se seguirían efectuando inhumaciones, pero, al parecer, un grupo de sepultureros recién empleados no tenían la información y siguieron haciéndolo.
El funcionario les recordó la prohibición, pero también ordenó cerrar algunas bóvedas vacías que a lo peor estaban recibiendo los gases de las que sí están ocupadas.
Una vez cerradas las bóvedas se aplicó un producto inhibidor de olores, además de fumigaciones contra ratas y mosquitos.
El funcionario añadió que estas visitas se hacen cuatro veces al año, como medida de control respecto al chikunguña y al zika, aunque también se aprovecha para revisar condiciones higiénico-sanitarias del recinto.
César Fuentes, por su parte, aseguró que desde hace unos cuatro años la comunidad no había vuelto a quejarse del cementerio, como cuando se necesitó la ayuda de la Policía, para controlar el orden público durante los sepelios de pandilleros muertos en combates.
“Y no era cuestión de discriminación ni mucho menos, sino que algunas de las personas que venían acompañando el féretro aprovechaban para atracar a los transeúntes o para hacer daños en los establecimientos comerciales que encontraban a su paso”, explicó el líder comunal.
Otra queja se activaba en épocas de invierno, cuando la entrada del camposanto se inundaba por el taponamiento de las cañerías pluviales.
Además, según él, la asociación ha insistido para que el Gobierno Distrital invierta en convertir el cementerio en una especie de atracción turística, dotada de un osario para los restos de difuntos cremados.
Fuentes Henao llamó la atención respecto a que muchas tumbas y mausoleos, que en su momento fueron adornados con mármol italiano y esculturas de mucho valor artístico, se están destrozando debido a su antigüedad y también por acción de los vándalos.
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