Pueden tener pectorales marcados, cabellera envidiable, piel cuidada, buenos hábitos alimenticios, sentirse regios, carro de lujo y conducir a toda velocidad. Para ellos no solo las canas y una que otra línea de expresión son un sex appeal, sino que la experiencia, fama, poder y solvencia económica, los lleva a sentirse verdaderos “Cuchi Ken”.
Otros no tienen el carro último modelo ni la casa en Malibú, pero están convencidos que pueden “levantarse” a cualquier jovencita que deseen y que son los “matadores” en cuestión de conquista.
A veces por sentirse jóvenes hasta se compran una motocicleta deportiva gigante para poner a prueba su adrenalina y subir en ella a la chica con más curvas.
Sólo que este tipo de hombres no tiene 20, ni 30, incluso pasaron hace rato la década de los 40 y atraviesan los 50 o más, amarían el elixir de la eterna juventud si pudieran tenerlo y su objetivo es ir por la vida sintiéndose jóvenes, pero eso los hace cometer excesos, no solo en su forma de vestir, sino en sus actitudes.
Acepte lo que es
“Definitivamente se confunden el sentirse jóvenes con querer serlo. Todos debemos aceptar nuestra edad y apariencia. Podemos decir que solo un 10% logra verse más joven respecto a su edad, pero ese 90% no puede ocultar su edad biológica”, afirmó Carlos Alberto Salazar, terapeuta de pareja y familia.
Con respecto a aquellos que se aprovechan de tener poder para querer levantarse la que se le cruce sin tener en cuenta su edad, el especialista opinó que, “el ego es bueno, pero algunos lo sobrepasan y como todo, el abuso pasa a la ridiculez. El extra ego es dañino, porque esas personas se creen la película, se creen de 20 años y entran en un choque generacional. Los mismos amigos de su edad les hacen notar sus excesos, pero ellos siguen adelante con su propósito”.
“Los que cuidan su apariencia física y se ven más jóvenes de lo que son deben entender que es solo eso, apariencia, pero que su experiencia y su mente son de 50 años o más, por lo que deben aprender a actuar acorde con su edad”, agregó.
Señaló que estas personas suelen pecar con sus actitudes y uso del mismo lenguaje verbal y corporal, lo cual los ridiculiza.
No haga el ridículo
Cada quien con sus amigos. Muchos hombres que atraviesan la etapa de la andropausia terminan obsesionados por verse una década y hasta dos menos. Pero ese mal manejo de alternativas los puede dejar haciendo el ridículo. Nada de vestirse como su hijo, visitar las mismas discotecas, querer salir con los amigos de él y peor aún, terminar conociendo las mismas mujeres.
De llegar a suceder esto, su hijo se sentirá avergonzado al límite y terminará convirtiéndose, casi que de frente, en su enemigo. No pierda los estribos.
¿Qué es esa forma de hablar? Además de los excesos en cuestión de estética, muchos también lo cometen tras su forma de hablar. Les parece ‘cool’ utilizar la jerga de sus hijos adolescentes o universitarios. Por favor, usted puede sentirse joven, pero recuerde que los demás sí tienen claro la década que vive, así que evítese las carcajadas de otros. Seguro se escuchará hasta chistoso.
Papá, prohibido bailar reggaetón. Por favor, no le queda nada bien. No baile reggaetón. No hay cosa más chistosa que el “Cuchi Ken” que hace su máximo esfuerzo para coger el ritmo. Muchos no son capaces de coordinar un aplauso, las piernas hacen hasta lo imposible, pero no pueden luchar con ese tronco totalmente arrítmico. Tampoco saben muchas veces qué hacer con los brazos, así que por favor, absténgase. Mucho más en público. Y no importa para quienes sí pueden seguir el ritmo y se saben uno que otro paso. Se ven mejores bailando todas las salsas o merengues que quieran.
Cuidado con el look. Muchos pecan por querer lucir igual que sus hijos. Entonces acuden a usar los ‘crocks’ para salir los fines de semana y lucir las pantalonetas estilo surf. No, por favor, quizá sólo las podía lucir Charlie Sheen en su serie y él pasó de moda hace mucho tiempo. Así que tenga cuidado con el look que elije, y por favor no olvide su edad. Puede tener un cuerpo escultural, pero eso no lo autoriza ni le da carta blanca para hacer con su vestuario lo que quiera.
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