"Colombia, todo lo que tengo te lo debo a vos”, se lee en una de las innumerables placas del restaurante de Gustavo Marzola en el Centro Histórico. Es argentino, pero tricolor de corazón. Llegó a Cartagena cinco años atrás, en Colombia tiene más de 35 y desea pasar aquí, en La Heroica, el resto de su vida. La fachada de su negocio de comida argentina – como el mismo lo dice- es una de las más fotografiadas del sector amurallado.
El sitio, con paredes forradas por cientos de tapas de refrescos y decenas de cuadros, fotos, lámparas, es casi una obra de arte y puedes deleitarte con cada pieza. Gustavo con su marcado acento gaucho explica su inefable afición por la ciudad. “Tengo corazón argentino pintado de amarillo, azul y rojo, y bien pintando (...) No solamente tengo los negocios acá, disfruto del lugar, de la gente, de su magia, es un lugar fuera de contexto y fuera de competencia Cartagena”.
“La alegría de la gente, la felicidad, me siento en casa, por eso vivo acá. Nadie es profeta en su tierra, esta es mi tierra, este es mi lugar, uno elige dónde quiere vivir y yo elegí Cartagena de Indias”, afirma el colombo-argentino de 52 años.
SE ENAMORÓ Y SE QUEDÓ
Enamorase de Cartagena es fácil, basta solo con ver su arquitectura colonial, pero enamorarse en Cartagena puede ser para siempre. Así lo describe Salvo Basile. Conserva en las paredes de su casa en el Corralito de Piedra decenas de fotografías de momentos de su agitada vida artística en La Heroica y en Colombia. Entre esos de La Quemada, la célebre película que trajo a Salvo a la ciudad, como asistente de dirección y actor, junto a Marlon Brando y el director Gillo Pontecorvo.
“Trabajando me enamoré de Cartagena, de la gente y sobretodo conocí a mi mujer, una cartagenera Lemaitre que me casó, ella me casó a mí. Nos conocimos en noviembre y nos casamos en mayo. Son 46 años que vivo con ella, tengo dos hijos y seguimos juntos”, recuerda.
“Ser cartagenero es vivir en una ciudad que por su misma arquitectura y su misma historia es una ciudad única en Colombia y en el Caribe (...) Tú por qué crees que la llaman La Heroica, porque hermano ¡no han podido con ella! ni los cartageneros, ni los cachacos ni los políticos corruptos, ni los alcaldes que sirven para nada, la ciudad sigue funcionando”, sostiene.
CON SABORES CARIBE
Son muchos los extranjeros como Salvo y Gustavo que embelesados con la bella Cartagena decidieron quedarse y convertirse en sus hijos adoptivos, en cartageneros. “Pasé por aquí y me encantó me pareció una ciudad en la que me hubiera querido quedar y de hecho me vine”, relata la politóloga venezolana María Nevett Gimón.
Ya tiene 6 años en la ciudad, en principio pensó alternar su vida entre su natal Caracas y La Heroica, pero se radicó completamente aquí para dedicarse de lleno a su Gelatería Paradiso, un colorido lugar donde se puede encontrar una variedad de sabores de frutas del Caribe colombiano. “Estuve viendo qué cosas no habían y creé esta heladería que es la heladería artesanal más antigua de aquí de Cartagena”, relata. “Me encantó que era una ciudad de otra época pero además era actual, que tenía vida propia”, sostiene.
FORMANDO ARTISTAS
Vista desde ojos europeos la ciudad tiene, durante todo el año, el cálido clima y el ambiente caribeño que asocian a las vacaciones. “No me hubiera podido establecer en una ciudad que no me hubiera gustado, hay cosas difíciles como el clima, pero hay algo de la vida en Cartagena y de la gente que ahora cuando yo regreso a Francia después de dos semanas me hace falta”, dice Marie-France Delieuvin, coodirectora y cofundadora del Colegio del Cuerpo y de la Compañía Cuerpo de Indias.
Pisó suelo cartagenero hace 20 años, era directora de estudios del Centro Nacional de Danzas Contemporáneas en Francia y tras una misión de intercambio cultural entre ese país y Colombia, aceptó la invitación para crear la institución de danzas en Cartagena.
Se instaló de lleno después de una década de ir y venir entre los dos países. “Estoy hace cinco años de tiempo completo en la ciudad trabajando con los jóvenes y los niños de Cartagena. Hace 20 años la ciudad no era igual, descubrí algo que no podía imaginar, esta ciudad colonial, algo que nosotros en Europa asociamos a las vacaciones, el mar, las palmeras, todo eso. Me impresionó la posibilidad de trabajar en una ciudad que normalmente está asociada a las vacaciones. (…) Desde el inicio me encantó la ciudad, la gente, la manera de vivir, su riqueza. Ahora yo lo vivo de otra manera, con más conocimientos”, explica.
EL EMBRUJO QUE LO ATRAPÓ
Germano Panicheli, después de casi 20 años, no sabe por qué decidió quedarse en Cartagena. Llegó procedente de Italia en el 1997, invitado por unos amigos para introducir la pizza romana en la ciudad y desde entonces vive aquí.
Actualmente es copropietario de La Piccola, un sitio de pizzas en el Portal de los Dulces y de Nano otro negocio del mismo tipo en Bocagrande. “Lo que me hizo quedar… sigo preguntándome, no lo sé, pero como se dice me embrujó, Cartagena me embrujó. De Cartagena he aprendido muchísimas cosas, a ser tranquilo, relajado, cosa que en Italia eso ya casi es imposible, he aprendido a vivir más y a pensar más”, afirma entre risas.
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