Colombia vivió uno de los capítulos más trágicos de su historia a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa a causa de la guerra del Estado con los grupos narcotraficantes, en especial con el Cartel de Medellín y su jefe supremo, Pablo Escobar.
Con asesinatos de figuras públicas, secuestros, bombas, el país se sumió en una manta de terror y sufrimiento que forzaron el devenir de la nación hasta hoy.
Entre los años más marcados por esa época está 1989, en el que entre otros hechos de violencia, como el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán o el del árbitro cartagenero Álvaro Ortega que obligó a suspender el fútbol en el país, se recuerda el avión de Avianca que explotó en el aire con 107 personas a bordo, el 27 de noviembre.
Las investigaciones de la época concluyeron que se trató de una bomba que se accionó en el interior del avión y que buscaba asesinar a César Gaviria, candidato y luego presidente, por orden de Pablo Escobar.
Esas conclusiones fueron ratificadas después por ex integrantes del Cartel de Medellín como Jhon Jairo Velásquez Vázquez, alias Popeye, y Carlos Mario Alzate Urquijo, alias Arete. Y así permanecieron en el imaginario colombiano por 27 años hasta que este lunes 28 de noviembre el diario El Espectador presentó la primera entrega de un trabajo investigativo llamado 'Avianca 203, la historia que nunca nos contaron', que pone en duda la versión oficial de lo que ocurrió.
Titulado como 'Una grieta en la historia oficial', el primer capítulo del trabajo detalla los últimos minutos de vida de varios de los tripulantes del avión, presenta las hipótesis de la teoría del atentado y los daños que sufrió la aeronave tras la explosión, y revela inconsistencias en la investigación del agente especial del FBI, Richard Hahn, que concluyó que la explosión se originó por una bomba.
“Tras recorrer el lugar de los hechos, entrevistarse con las autoridades colombianas, embalar una serie de piezas y enviarlas a los laboratorios del FBI en Washington para ser analizadas, concluyó tajantemente, sin recibir aún los resultados de las pruebas, que aquello había sido una bomba. Para él eran evidentes las marcas de la explosión en un trozo del fuselaje y los metales floreados aledaños a la silla 15F. Aseguró que su experiencia con explosivos era suficiente para extraer esa conclusión a simple vista. Los investigadores colombianos creyeron ciegamente en cada una de sus palabras”, sostiene el artículo.
“Lo que casi nadie conoce es que seis años más tarde, la vida profesional del agente Hahn se complicó con un episodio que puso en tela de juicio sus conclusiones. En 1995, Richard Hahn se convirtió en uno de los protagonistas del escándalo que sacudió la reputación del laboratorio del FBI. La unidad a la que pertenecía fue acusada de mala conducta y prácticas inadecuadas. La Oficina del Inspector General del Departamento de Justicia (OIG) asumió la investigación. Acorralado por sus examinadores tras 18 meses de investigación, Hahn admitió que se había extralimitado en sus análisis sobre el caso del avión de Avianca”, añade.
REVISAR LA HISTORIA DE LOS 80
A Pablo Correa, editor de ciencia en El Espectador, la historia -que cree que podría cambiar la forma en que se mira el pasado violento en Colombia- lo buscó. Un abogado estadounidense llamado Thomas Hoffman lo contactó hace un año para comentarle que tenía una teoría distinta sobre los hechos del avión de Avianca. Un día, en una escala en Colombia del abogado, se encontraron en el aeropuerto El Dorado de Bogotá y decidieron trabajar en ese nuevo enfoque de lo que sucedió. A ellos se sumó el periodista Sergio Silva.
Para Correa esta historia puede cambiar las nociones con las que se analizan los acontecimientos de violencia en el pasado del país.
“Hablaba con Jorge Cardona, editor del periódico, que fue periodista judicial por 30 años y que se conoce la historia reciente del país con mucho detalle, y me decía que no solo por este caso sino por lo que pasó con Maza Márquez esta semana, y por otras informaciones que han salido en los últimos meses, que la historia de los años 80 en Colombia hay que revisarla muy bien y quizás reescribirla porque está fundada principalmente en declaraciones de criminales”, apunta.
“Lo importante de esta historia es que 27 años después de que ocurrió nos ofrece una perspectiva distinta, algunos protagonistas murieron, el país políticamente cambió, han ido emergiendo verdades y cuando uno repasa esa historia puede reacomodar hechos con muchas más libertades que a los que les tocó hacerlo en ese momento”, agrega.
Dice que en las próximas entregas se ofrecerán indicios de un posible engaño, protagonistas de esas historias, nuevos testimonios y pruebas, que permitirán a los lectores procesar la información y hacer una evaluación de lo que ocurrió ese día.
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