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“Crimen contra los sacerdotes no quedará en la impunidad”: General Palomino

COLPRENSA

29 de septiembre de 2013 05:04 PM

El general Rodolfo Palomino, director de la Policía Nacional, dijo este domingo que lamentaba, en nombre de Presidente de la República, la gran pérdida de los dos sacerdotes de la iglesia San Sebastián, en Roldanillo, norte del Valle del Cauca. 

El oficial habló durante el cortejo fúnebre de los padres Bernardo Echeverry y Héctor Cabrera, quienes fueron asesinados el pasado viernes por dos personas que se escondieron en el templo tras la última misa de ese día. 

“Estamos unidos en estos momentos de tragedia de vergüenza; no podemos bajo ninguna circunstancia admisible, que a un pueblo que ha sido capaz de decirle no a la violencia, surja esta irracionalidad, arrebatándole la vida a quienes como lideres espirituales, siempre se identificaron como los primeros protectores de la vida", dijo el general. 

Luego de una ceremonia religiosa, el general Palomino y los comandantes de la Policía del Valle del Cauca y el Cuarto Distrito, y el alcalde de Roldanillo, Julián Cabrera, se reunieron en un consejo de seguridad, donde se tomaron medidas como el apoyo de más personal para inteligencia y más uniformados para el municipio. 

"Queremos decirle que el crimen no va quedar en la impunidad. No podemos permitir que una sociedad se le arrebate, lo que es más sagrado: Sus guías espirituales. Buscamos la solidaridad para que estos delincuentes, estén cuanto antes en la cárcel pagando su crimen. No cesaremos en las investigaciones y en los operativos para dar con los criminales, porque esto es un compromiso ante Dios y ante ustedes”, concluyó el Director de la Policía Nacional. 

Por su parte, Monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, obispo de Cartago, dijo que sus dos sacerdotes los asesinaron con sevicia, con una crueldad sin comparación. 

“Es una vergüenza lo que ha pasado en Roldanillo. A mis sacerdotes los mataron con sevicia. Eso no es de humanos. El dolor me agobia, soy el pastor, soy el papá. A ambos sacerdotes los recuerdo con gran cariño y amor”, añadió el jerarca de la iglesia católica de Cartago. 

El alcalde de Roldanillo Julián Cabrera, informó que se continúa ofreciendo la recompensa de 35 millones de pesos, para que quien dé información sobre los criminales que asesinaron a los sacerdotes. 

Asimismo, la Policía informó que se han dispuesto unas líneas celulares para que se brinde información que permita la captura de los criminales. Estas son: 3207753356- 3143617841 y 3203034158. 

La noche del pasado sábado, el obispo José Alejandro Castaño Arbeláez, con lágrimas en los ojos, lamentó y condenó el asesinato de los clérigos de la iglesia de San Sebastián. 

"Un sentimiento muy grande de dolor nos invade en estos momentos por la muerte de estos dos hermanos nuestros que fueron asesinados y sobre todo de esta manera tan cruel e inhumana como lo hicieron. La expresión del cariño de la comunidad ha sido el testimonio de que clase de sacerdotes hemos perdido en esta diócesis. Por eso, mis lágrimas y mi dolor", expresó monseñor Castaño. 

Asimismo, el obispo afirmó que espera que, "con la ayuda de las autoridades, quienes cometieron este delito sean capturados y castigados como la ley ordena en caso tan terrible". 

"Que nuestra justicia no vuelva a flaquear. Que nos sirva de lección para una sociedad que ha perdido el rumbo y el norte, que cree que unos viles pesos, que además sin serles propios les harán felices", anotó el religioso, al puntualizar en la necesidad de volver a enseñar los valores para no "ir al caos más profundo". 

Hacia las 9:40 de la noche, los feligreses, grupos pastorales, autoridades, sacerdotes, seminaristas y comunidad en general pudieron ver, desde la puerta principal del templo hasta el altar, donde los esperaba el obispo de la diócesis de Cartago, monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, los ataúdes donde estaban los dos sacerdotes. 

La gente, de forma espontánea, levantaba banderas blancas y velas encendidas. El silencio era impresionante, pese que fácilmente en el templo habría unas 3000 personas y otras 2000 en el parque principal. 

Pero, cuando los féretros descansaron cerca al presbiterio del templo, la gente gritó indignada: “¡Justicia, justicia!”. Los gritos se confundían con el llanto de las miles de personas que estaban esperando ver, por última vez, a sus sacerdotes, así fuera en unos ataúdes. 

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