El proceso de paz con las Farc está estancado por el punto más complejo y definitivo para la firma del acuerdo final: el Fin del Conflicto. Asunto sobre el cual definir las zonas de concentración y el proceso de dejación de armas, más la preocupación por el denunciado auge del paramilitarismo, son los obstáculos más grandes que las dos partes tendrán que dirimir.
El Fin del Conflicto fue definido como el tercer punto de la agenda, pero por mutuo acuerdo se decidió que sería el último a discutir. Desde el inicio se incluyeron estos aspectos: el cese el fuego y de hostilidades definitivo, sobre el que se ha dicho que ya hay uno de facto; la dejación de armas y la reincorporación de las FARC a la vida civil; la revisión de las personas procesadas o condenadas por colaborar o pertenecer al grupo insurgente; la protección por parte del Gobierno a defensores de Derechos Humanos y las garantías de seguridad para los desmovilizados.
Pero tras tres años de diálogos, se sumó el esclarecimiento del accionar del paramilitarismo, sobre el que las FARC siguen haciendo un llamado para que se luche contra los nuevos grupos. “Es claro que los mismos intereses económicos y políticos que engendraron el monstruo paramilitar continúan actuando hoy libres e impunes", afirmó la delegación de las FARC el pasado miércoles.
Mientras tanto, el Gobierno ha dicho que no existe nuevamente ese fenómeno. Así lo afirmó en los últimos días el ministro del Interior Juan Fernando Cristo: “Paramilitarismo no hay en Colombia, hay unas bandas criminales, algunas de ellas sucesoras de los paramilitares, crimen organizado, narcotráfico, minería ilegal, que están generando mucho daño en las regiones de Colombia”.
Lo cierto es que por paramilitarismo o no, las amenazas tienen que ver directamente con la seguridad de los desmovilizados, lo que crea un contexto complejo a la hora de acordar un proceso de desmovilización.
EL DESARME
Para Heidi Abuchaibe, investigadora, docente y experta en justicia transicional, la discusión que estancó la mesa de negociaciones tiene que ver con el alcance de la dejación de armas y la forma y el lugar en donde se podría hacer: “Hasta el momento no es claro que las FARC hayan aceptado el proyecto legislativo que el Gobierno viene adelantando con la reforma a la Ley 418, para permitir las zonas de ubicación, o los aspectos efectivos para ese proceso y cómo esto se va comprometer con las medidas que se han venido acordando en otros puntos, digamos que en este momento hay mucho que todavía no se ha acordado”.
Abuchaibe asegura que también el tema de dejación o entrega de armas sigue siendo un punto de discusión y que va mucho más allá de lo dicho por parte del jefe de la delegación del Gobierno, Humberto de la Calle, que la ha calificado como una discusión semántica. Dejación, entendida como un proceso voluntario que no requiere obligatoriamente de verificación, o un proceso formal de entrega de todos los instrumentos armamentistas.
“Pueden existir hechos, por ejemplo como lo de ETA en España, en el que nunca se hizo un proceso de entrega de armas y ellos deciden dejarlas como un mecanismo de reivindicación política a sus acciones”, explica.
La pregunta ronda entonces alrededor de la misión solicitada al Consejo de Seguridad de la ONU, en comunicado conjunto las FARC y el Gobierno: “Respecto a la dejación de las armas, el mismo componente internacional la verificará en los términos y con las debidas garantías que se establecerán en los protocolos del acuerdo”.
Pero Abuchaibe, así como el experto en negociaciones de Paz, Federic Massé, señalan que en la resolución de la ONU no se ha especificado realmente cómo se verificaría la dejación, pues tal como lo pidieron las partes los protocolos serán acordados.
“La verificación que se busca por parte del Consejo de seguridad es sobre el cumplimiento de los acuerdos por las partes; es más de carácter general, no se ha llegado a un punto de acuerdo exclusivo en el tema de dejación”, afirma Abuchaibe.
Así pues, en este punto la mesa seguiría estableciendo ese protocolo para la dejación, por lo que permanecen las dudas sobre qué se hará con las armas del grupo insurgente, que también podría optar por entregarlas a un tercero, como se hizo en El Salvador.
EL CASO DE EL SALVADOR
En ese país de Centroamérica se firmó la paz entre el Gobierno y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en 1992, y se logró terminar con doce años de guerra civil. Colombia, España, México y Venezuela apoyaron el proceso, y la ONU, fue la encargada de hacer la verificación de los acuerdos.
La metodología para las armas fue entregarlas a un tercero, que también fue la Organización de Naciones Unidas. Esta las ubicó en contenedores y algunas fueron convertidas en estructuras y piezas simbólicas, según cuenta el profesor de la Universidad Externado, Federic Massé.
Afirma que, como en ese caso, seguramente acá en Colombia no se dejará el 100 % de las armas: “Siempre las guerrillas van a guardar en buzones, como garantía en caso de que nos les funcione el proceso. En El Salvador hubo una crisis después de la firma cuando encontraron buzones en Nicaragua y en El Salvador mismo, porque el FMLN tuvo que explicar por qué se había quedado con algunas armas”.
Para él, las FARC harán lo mismo: "El punto es qué podemos hacer para que esta guerrilla, no tenga la voluntad de reutilizarlas después. Las FARC no están muy de acuerdo con la entrega de armas y si llega a hacerlo será más bien en forma progresiva, es decir, primero dejan las armas, no las van a utilizar, y luego, cuando se cumpla poco a poco la implementación de los acuerdos, pueden entregarlas”.
LAS ZONAS DE CONCENTRACIÓN
Massé también explica que es sui géneris el planteamiento de las FARC sobre las zonas de concentración, en donde quieren permanecer y no que sea un lugar transitorio, como lo ha propuesto el Gobierno, por lo que hoy continúan las diferencias.
De hecho, si se vuelve a comparar este proceso con el de El Salvador, allá se establecieron las zonas de concentración como lugares transitorios y progresivos: primero fueron 50, luego 30, luego 10, hasta lograr la reinserción completa de los insurgentes.
Pero afirma el profesor que hay una diferencia entre el FMLN y las FARC que no permitirían la repetición de ese modelo: “Las zonas de concentración tienen un papel más global. La mayor preocupación de las FARC es sobrevivir. Obviamente necesitan protección física, pero lo que más buscan es sobrevivir en la política y para eso necesitan estar presentes en las zonas donde han tenido influencia, sobre todo cuando sabemos que en esas zonas esa influencia ya no es tan evidente”.
SE NECESITA VOLUNTAD POLÍTICA
Óscar Ortiz, vicepresidente de El Salvador, ha dicho que la etapa en la que está la negociación en Colombia es normal y asegura que todo buen acuerdo termina apartando las armas de la política. Él también es desmovilizado del FMLN y dio esta semana un fuerte mensaje para que continúe el proceso y dijo que todo depende de la voluntad política.
“Lo que se necesita es la voluntad de los actores. La paz siempre es superior a la guerra y la guerra siempre tiene un momento en el que tiene que terminar, no hay enemigos eternos, solo enemigos relativos en el tiempo. Hoy estamos trabajando como contrapartes, hoy somos partidos políticos distintos, pero teniendo como centro el país”, dice.
Para finalizar el análisis comparativo con el caso de El Salvador, es importante señalar que analistas como Heidi Abuchaibe alertan que “si bien se puso todo el énfasis en el proceso político y de dejación, después se rearmaron organizaciones y ese proceso terminó mutando en otro tipo de violencia”.
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