Colombia


Las Farc muestran su "mejor rostro" en su última conferencia

AFP

23 de septiembre de 2016 12:18 PM

¿Quiere vivir los últimos días de la guerrilla más antigua de América?

A punto de poner fin a 52 años de conflicto armado en Colombia, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia están expectantes ante lo que será su regreso a la vida civil y muestran su "mejor rostro".

"Queremos darle la imagen a todo el pueblo de que nosotros no somos los monstruos que dicen, que somos seres humanos", dice 'Patricia', una guerrillera, de 32 años, que lleva once en filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Un chancho y unas gallinas pasan junto a esta joven que viste camiseta del 'Che Guevara', en uno de los campamentos de las FARC en el lugar donde la Décima Conferencia Nacional Guerrillera sesiona para ratificar el acuerdo de paz, logrado tras casi cuatro años de negociaciones en Cuba.

Esta será su última conferencia antes de convertirse en un movimiento político legal, cuando el acuerdo de paz quede refrendado en un plebiscito el 2 de octubre.

Allí, en cambuches de madera en medio de la selva, se alojan gratuitamente también los periodistas, investigadores e integrantes de ONG que asisten a la cita en un aislado paraje en los verdes Llanos del Yarí.

Los que allí pernoctan disponen de un colchón, sábanas, una colcha y el fundamental mosquitero. Los periodistas también recibieron el kit de la conferencia: bolso, camiseta y música.

En otro campamento, Camila Suárez, estudiante de trabajo social de 22 años, prepara la cena para agradecer a los rebeldes su hospitalidad. El menú: pasta, plátano maduro y salchichón cervecero, todo elaborado con ingredientes aportados por los huéspedes.

"Es importante conocer de primera mano a los actores del conflicto, afirma cortando cebolla. "Ha sido una experiencia de vida", asegura a su lado Sebastián Arias, un abogado de 25 años, mientras en una inmensa olla sobre el fogón a leña se hierven los fideos.
   

"Esto es muy histórico"

Avanzando por un estrecho camino entre la frondosa vegetación, está 'Esenobel', de 19 años, quie acaba de salir de la "bañadera", un curso de agua que los guerrilleros acondicionaron para el aseo y que refresca a los visitantes.

"Trabajamos para armar todo esto", cuenta este muchacho que tiene tres años en filas de las Farc, acomodándose la pañoleta de tela camuflada.

'Mario', de 36 años, muestra su sonrisa ancha de dientes brillantes al contar que participó en el tendido de agua potable que abastece al predio.

En poco más de un mes, medio millar de guerrilleros trabajaron en dos turnos de 24 horas para construir las instalaciones de la conferencia, explica el comandante Bayron Yepes, encargado de la logística.

Aparte de los campamentos guerrilleros en la selva, el predio de 60 hectáreas en la finca El Diamante, donde se desarrolla la conferencia, incluye las edificaciones levantadas para las reuniones a puertas cerradas de los delegados de las Farc.

Instaladas bajo grandes carpas blancas hay una zona de prensa, una de camping con baños químicos y duchas portátiles, y otra con un restaurante bufé con propuestas de entre tres y cinco dólares.

"Me gusta la experiencia de hacer la comida para este evento. Esto es muy histórico, que la guerrilla y el gobierno se pongan de acuerdo por el bien del país", comenta Édgar González, un chef, de 34 años, que nunca pensó en cocinar en una conferencia guerrillera.
   
Fútbol y fiestas

En los breves encuentros con periodistas cada jornada, los jefes rebeldes siempre agradecen a los visitantes su presencia. Y también se disculpan por no ofrecer un servicio de internet de la calidad deseada.

Antes de la caída del sol, cerca de uno de los campamentos guerrilleros y visitantes juegan fútbol. "Todos vemos los partidos de la selección", dice 'Adalberto', de 34 años, que controla el tiempo del juego.

Por las noches, la parafernalia revolucionaria aflora en espectáculos musicales montados en un escenario con tres pantallas gigantes donde los rebeldes en vez de empuñar las armas, bailan salsa, reggae o música popular en una bulla más propia de un Woodstock tropical.

"En Japón teníamos imágenes de los guerrilleros muy inhumanos, crueles. Pero fueron muy simpáticos, amables", asevera Psuyoshi Tamura, periodista del diario Asahishimbun. "Compartí tanto con ellos que debo cuidarme ahora de no ser parcial", agrega entre risas.

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