“Las balas escribieron nuestro pasado y la educación escribirá nuestro futuro”, le dijo el presidente Juan Manuel Santos a “Timochenko” al entregarle un balígrafo, que sirvió como símbolo de la nueva historia que podrá construir el país a partir de los acuerdos que firmaron ayer en La Habana.
El primero correspondió al cese el fuego bilateral y definitivo y la dejación de armas, el segundo a las garantías de seguridad y la lucha contra las organizaciones criminales, y el tercero sobre la refrendación.
Ambas partes dispusieron, según leyó Rodolfo Benítez, representante de Cuba en los diálogos, que una vez llegue el acuerdo final, Día D, habrá un cese el fuego bilateral y definitivo que facilitará el debate civilizado y las garantías de no repetición.
Al respecto, Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, Cerac, recordó que actualmente el conflicto armado tiene un bajo nivel de intensidad: “los niveles máximos que tuvo el conflicto fueron desde 1997 y hasta el 2002 y solamente durante el proceso de desescalamiento bilateral bajó sustancialmente a niveles nunca vistos”.
Un rápido desarme
El desarme se llevará a cabo en un plazo máximo de 150 días a partir del Día D, para ello los guerrilleros de las Farc estarán ubicados en 23 zonas veredales de normalización y en 8 campamentos, “todas estas zonas territoriales serán temporales y transitorias del tamaño de una vereda con una extensión razonable que permita el monitoreo”, que será integrado por una comisión del Consejo de Seguridad de la ONU con miembros de países de la Celac, dice el comunicado conjunto.
Este anuncio sorprendió a los analistas. Alejo Vargas, director del Centro de Pensamiento y de seguimiento al proceso de paz de la Universidad Nacional, dijo que “el calendario para la dejación de armas es internacionalmente muy rápido, en el caso salvadoreño se demoraron casi dos años, aquí estamos hablando de un tiempo bastante razonable para un proceso tan complejo como este”.
Sin embargo, hay voces críticas como la del capitán retirado de la Policía, Luis Alfonso Fierro, presidente de la Asociación Nacional de Veteranos de las Fuerzas Militares, quien expresó que este desarme será como el del bloque Cacica la Gaitana, “ellos no van a entregar los armamentos modernos, esos los van a dejar escondidos, y van a entregar pistolas de palo y rifles”.
Sin seguridad no hay paz
El Gobierno se comprometió a tomar las medidas para el esclarecimiento del fenómeno del paramilitarismo y ambas partes a conservar el mayor respeto por los Derechos Humanos y a respetar el monopolio legítimo de la fuerza y de las armas por parte del Estado, según leyó en el evento Dag Nylander, representante de Noruega en la mesa de negociación.
Alejo Vargas aseguró que algunos grupos criminales y paramilitares “son actores de preocupación en términos de seguridad contra miembros de las Farc, pero también contra la población civil”.
Para la senadora Paloma Valencia, del CD, en cambio, esto es una injusticia: “significa una alianza del Gobierno con un grupo terrorista que incluye la guerra contra todos los que no sean de izquierda”.
Asimismo, el expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez dijo, en una rueda de prensa, en la que criticó el cúmulo de acuerdos a los que ha llegado la mesa de diálogos, que “la palabra paz queda herida con la elevación del grupo terrorista Farc a la condición de socio del Estado, o paraestado o paramilitar, con el pretexto de combatir a otros criminales”.
En La Habana, además, se acordó acoger la decisión de la Corte Constitucional sobre el mecanismo de refrendación, lo que para Restrepo es “de tanta importancia como el acuerdo de cese al fuego bilateral y definitivo”, porque significa el sometimiento y aceptación de las Farc a las instituciones del Estado.
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